Por Diego Castañeda
Más que explicar un complejo (o no tan complejo) fenómeno económico en esta ocasión quiero hacer un rant sobre la enorme cantidad de oportunidades desperdiciadas para hacer preguntas útiles cuando distintas autoridades económicas realizan comparecencias públicas, cuando son entrevistados por los medios e incluso cuando se escribe “análisis” sobre sus actividades.
Es probable que un número considerable de ustedes en algún momento han observado una comparecencia del gobernador de Banco de México en el Senado, o del Secretario de Hacienda en la Cámara de Diputados, alguna entrevista en televisión o radio a algún personaje importante de la vida económica o quizá leído alguna nota en algún periódico nacional cuestionando distintos asuntos de la economía. Lo más seguro es que vieron, escucharon o leyeron malas preguntas, sin sentido o con poco sentido pero fuera de contexto o que en realidad no tienen la menor importancia o valor para el público (y seguramente las respuestas van en el mismo orden).
Existe una tendencia muy fuerte entre todas las personas que hacen preguntas en preguntar lo obvio o lo inconsecuente. Por ejemplo, hace unos días observando en el Canal del Congreso la comparecencia de Agustín Carstens (el gobernador del Banco de México) una senadora le preguntaba que por qué no había devuelto más recursos del excedente del banco al gobierno si la ley dice que así debería ocurrir. El gobernador entonces respondía refiriéndola al articulo de la ley donde explicaba las condiciones en las que ocurrían estas transferencias. La pregunta no aportaba nada porque ni siquiera había leído la ley. Y ejemplos como éste se pueden encontrar en casi cualquier entrevista, comparecencia o artículo.
Esto podría parecer un asunto trivial, o incluso una obviedad, pero no lo es, las preguntas no son malas porque nuestros políticos sean tontos o no estén preparados (cosa que ocurre más de lo que quisiéramos), también es algo que ocurre con muchos de nuestros periodistas de economía/finanzas, con conductores de televisión y a veces entre los mismos economistas y expertos (shame). Esto es importante porque, si no se plantean buenas preguntas, perdemos todos. Los funcionarios o actores importantes de la economía pierden la oportunidad de explicar realmente qué pasa y la sociedad pierde la oportunidad de tener rendición de cuentas (una sociedad informada es un prerrequisito para una democracia funcional y las buenas preguntas son parte de ella). No es un asunto trivial porque hace que sea muy fácil equivocarse y no enfrentar consecuencias por lo que sucede.
Pongamos un ejemplo digno de este espacio. Imaginemos la clásica imagen de los cómics de Superman en el congreso o frente a la ONU, compareciendo para explicar algo, como pasa en Superman IV (podría aplicar Batman vs Superman pero es demasiado mala), donde nuestro amigo kriptoniano intenta explicar por qué destruirá el arsenal nuclear del mundo. Supongamos que alguien le preguntara 1) ¿Pero no temes que los efectos de destruirlas manchen tu capa?; 2) ¿Tus acciones podrían molestar a los gobiernos del mundo?; 3) ¿Crees que Lex Luthor apruebe tu plan?; o 4) ¿Las armas nucleares son malas?
En los casos de las preguntas anteriores, la 1) es irrelevante, la sociedad no gana al saber si la capa está manchada; la 2) es una obviedad, es evidente que causará molestia y la sociedad puede inferir esto con facilidad; la 3) es tonta, es obvio que su archienemigo no apruebe sus planes; por último, la 4) la contestó en su discurso antes de que le hicieran las preguntas…
De vuelta en nuestro mundo y nuestro país, donde las preguntas no son mucho mejores, encontramos que medios especializados le preguntan al gobernador del Banco de México si le preocupa la inflación. Cuando en cada declaración que realiza envía el mensaje de que le preocupa la inflación. O cuando escuchamos que le preguntan al Secretario de Hacienda si le preocupa la deuda, cuando está anunciando recortes justo porque le preocupa la deuda.
Lo que observamos es la lamentable práctica de preguntar lo obvio y sólo confirmar las declaraciones oficiales en forma de pregunta. Esta práctica tiene que cambiar. Si deseamos ser una sociedad más critica, es necesario que exijamos mejores preguntas de quienes tienen la posibilidad de hacerlo.
¿Cuál hubiera sido una buena pregunta para el gobernador del Banco de México?
Una buena pregunta hubiera sido la siguiente: 1) ¿Por qué si la economía no tiene presiones de demanda sigue subiendo tasas de interés? Otra buena pregunta hubiera sido 2) ¿Teme el Banco de México una fuga de capitales si no sigue de cerca la política monetaria de la Reserva Federal de los Estados Unidos (su banco central)? Otra pregunta interesante hubiera sido 3) ¿Por qué otros bancos centrales en el mundo que operan de forma semejante a Banxico han seguido políticas diametralmente opuestas? o 4) ¿ por qué seguir una política pro-cíclica cuando lo ideal es seguir políticas contra-cíclicas?
Estas preguntas hubieran arrojado luz a la sociedad sobre las siguientes cuestiones:
La pregunta 1) nos hubiera dado información sobre qué pasa en la mente de la junta de gobierno del banco, si no hay presiones de demanda –es decir, no hay presiones inflacionarias normales– qué es lo que motiva a que se lleve a cabo una política enfocada en combatir la inflación convencional.
La pregunta 2) nos podría haber dado un mayor entendimiento sobre el panorama internacional de la economía y cómo es que encaja la economía mexicana en ese contexto. Responder esta pregunta explicaría la lógica detrás de la actuación del banco.
La pregunta 3) pone el banco en el contexto mundial. Si el Banco de México tiene la misma función y mandato que los otros (combatir la inflación), y enfrentan circunstancias familiares, debe existir una razón para que actúe de forma tan diferente. Develar esa razón ayuda a entender a la sociedad los peligros económicos que puede enfrentar.
La pregunta 4) cuestiona el hecho de que normalmente cuando la economía se desacelera es poco necesario subir tasas, cuando así ocurre se dice que se actuó de forma pro-cíclica; cuando se actúa en forma opuesta, es decir cuando la economía desacelera y se bajan tasas, se actúa de forma contra-cíclica. Esto es relevante porque puede hacer más fácil o más difícil el crecimiento y la generación de empleos.
Así se pueden plantear preguntas que generen mayor información relevante para la sociedad y no lugares comunes o notas fáciles. Justo uno de los problemas de la información económica en nuestro país es su tendencia a informar poco y buscar el click, la nota amarillista que no dice nada o la declaración polémica que no nos explica en nada nuestra realidad.
La función de las preguntas en estos casos debe ser didáctica y en esa tarea estamos fallando. Si no somos capaces de comenzar a hacer preguntar relevantes que produzcan respuestas útiles, entonces vamos a seguir viendo sin entender cómo se toman las decisiones económicas que nos afectan a todos. La calidad de nuestros debates, de nuestras comparecencias, y en general de la vida pública, sería mucho mejor si aprendemos a preguntar.
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Diego Castañeda es economista por la University of London.
Twitter: @diegocastaneda