La imagen de unos zapatos desgastados y sin dueña en medio del desierto. Las cruces rosas que bajaron del norte de nuestro país para echar raíces de dolor en los pueblos, las ciudades. Luego, las casas vacías. Las casas llenas de violencia. ¿Y las mujeres? Una niña mexicana nace en medio de este panorama.
La lucha del feminismo, la equidad de género y contra la violencia hacia la mujer, no es una idea que se nos haya ocurrido esta semana, este año, o esta década. La lucha por lo que merecemos como parte de esta sociedad, es algo que siempre ha estado presente en nosotras.
En México, 11 mujeres mueren diariamente y al menos 6 de cada 10 han sufrido abuso o violencia sexual. Es imposible de ignorar una realidad así.
Nos tocó a nosotras
Mi abuelo era un tanto violento. Mis tías llegaron a contar, entre susurros, que había atacado a mi abuela cuando no lo quiso acompañar al doctor después de un episodio de insultos. Parecía normal. Éstas fueron pláticas que escuché durante mi niñez.
Luego, en mi propia casa, también lo vi. Mi padre le llegó a decir “burra” a mi mamá porque no había terminado la escuela cuando se atrevió a desafiarlo por una decisión de hogar.
Luego me tocó a mí cuando mis propias figuras maternas me ponían a lavar los trastes antes que a mi hermano porque él es hombre, y esas cosas nos tocan a nosotras. Luego me tocó a mí cuando me empezaron a crecer los senos y en la calle me decían cosas que una niña de 12 años no entendía.
Luego me tocó a mí cuando un maestro me llevó a la sala de profesores para exhibirme con sus colegas y mostrarles el vestido que traía puesto.
Luego me tocó a mí cuando camino a la escuela, me tocaron las partes más sensibles de mi cuerpo. Luego me tocó a mí cuando una ex pareja me quiso obligar a tener sexo y me atacó físicamente.
Luego me tocó a mí cuando me pagaron menos de la mitad que mis compañeros por el doble de trabajo. Luego me tocó a mí cuando no me quisieron dar un aumento justificado por mi trabajo, no porque no era buena, sólo estaba “bonita” y “tenía buen cuerpo”.
Luego me tocó a mí cuando un compañero de trabajo me hacía sentir incómoda con su mirada en la oficina. Luego me tocó a mí cuando un colega quiso besarme sin permiso y me acosó en redes.
Luego me tocó a mí cuando leí todas las historias anónimas en #MeToo. Luego me tocó a mí cuando hallaron los cuerpos de Claudia, Esmeralda y Laura.
Luego me tocó a mí cuando Mariana se convirtió en el “primer feminicidio” de mi país. Luego me tocó a mí cuando asesinaron a Lesvy por ser mujer.
Luego me tocó a mí cuando asesinaron a Jessica por ser mujer.Luego me tocó a mí cuando asesinaron a Camila por ser niña.
Luego me tocó a mí cuando filtraron las imágenes del cuerpo de Ingrid Escamilla. Luego me tocó a mí por Fátima, Gabriela, Marbella, Marichuy, Claudia, Esther, Teresa, Valeria…
¡Ya basta!
El miedo puede bloquearnos. Medios de comunicación que cuentan todas las historias que ya conocemos, los medios que nos atan a la desconfianza cuando caminamos, cuando salimos del trabajo o cuando vamos a lugares que no conocemos.
El simple hecho de salir de casa genera desconfianza y ansiedad. No somos libres… no somos libres de de vestir como queremos, de subir al transporte, de caminar en las calles. Tomaron nuestro cuerpo, nuestras emociones, y no es justo.
Lo que está pasando no es más que la consecuencia de la enseñanza y cultura machista y misógina en donde nos formamos y crecimos.
Venimos de donde nuestras abuelas y madres se podían dar cuenta de la desigualdad y la violencia en contra de ellas mismas, pero lamentablemente no podían alzar la voz o no tenían el conocimiento de sus derechos. Queremos que hoy haya un cambio, que se nos reconozca.
Estamos hartas de no ser monumentos para recibir la protección y seguridad que merecemos. De cansarnos sólo de pensar que las niñas más pequeñas y futuras generaciones podrían ser víctimas de lo mismo que las mujeres hemos aguantado por varios años.
Estamos hartas de no dormir por las noches hasta saber que nuestra amiga, madre, hermana, prima, sobrina, tía, etcétera, ha llegado sana a casa. Estamos hartas de vivir con miedo, sometidas, violentadas.
Durante años se nos ha callado y sometido, pero ya no más. Vamos a levantar la voz por las que ya no están, por las que vienen y por las que aún siguen aquí.
Vamos a gritar hasta que cualquier mujer pueda salir a la calle sin miedo a ya no volver; vamos a romper todo lo que se ponga enfrente si es necesario para no tener que llorar porque nos quitaron a otra: para no lamentar que le hayan cortado las alas a una más de nosotras.
Hoy es el día
Hoy es el día en que lo hablamos. No luchamos por ser más que un hombre; luchamos por ser iguales. No alzamos la voz para “demostrar que sin nosotras no pueden”; lo hacemos para hacer notar el lugar por el que tanto luchamos a través de los años, porque se valore y porque exigimos un lugar seguro en el cual existir.
Desgraciadamente, todas estamos expuestas a sufrir acoso sin importar la edad, religión, orientación sexual, oficio, etcétera. Y sólo se toman cartas en el asunto cuando alguna mujer ya no puede alzar la voz porque terminó en algún lugar sin poder avisarle a su familia dónde está. No pudo despedirse de sus seres queridos porque todo terminó en un feminicidio.
Es momento de protestar para que no haya otra mujer que pierda la voz.
Las mujeres somos parte de una historia que, desde el inicio, siempre fue contada por hombres. Es hasta este siglo que hemos empezado a tener un papel un poco más visible en la sociedad.
Los hombres crearon el voto y nacieron con ese derecho. Nuestras predecesoras lucharon por él. Los hombres crearon las instituciones educativas, nacieron con ese derecho; y nosotras luchamos por él.
Si partimos de este punto, podría ser fácil “entender” por qué a gran parte de la sociedad le cuesta tanto comprender por qué luchamos si los hombres nunca han carecido de estos derechos y privilegios.
Esta lucha histórica se verá reflejada mañana: cuando los niños y las niñas sean educados con la información adecuada. Cuando se conviertan en adultos y estén conscientes que la mujer un día se cansó y empezó a hacer algo para cambiar al sistema. Merecemos otra historia.
Uno de los objetivos importantes es transmitir este mensaje a todo aquel que dice que somos exageradas, o que cuestiona y critica el movimiento feminista, porque justo ahí está una de las raíces del problema, la ignorancia en que vivimos tanto hombres como mujeres.
Protestamos por ellas, las que ya no están, las que no pudieron llegar a casa porque al subirse a un vehículo de madrugada, fueron violentadas y asesinadas.
Protestamos por las que fueron golpeadas por quienes les dijeron que las amaban, por las pequeñas que no pudieron entender por qué razón les hicieron daño. Protestamos por las que han sido ultimadas buscando una manera de sobrevivir en este país, por las que lucharon por las causas justas y tuvieron que callarlas, por las que simplemente murieron por el hecho de ser mujeres, por las que todos los días salen a la calle sintiéndose inseguras.
Por esas que son parte de las estadísticas. Protestamos por las que se rifan en la oficina, en las escuelas, en los trabajos pesados, en las corporaciones policiacas, desde algún puesto directivo, las que están al frente de sus familias, las que están en maquiladoras, las magas que buscan tiempo para hacer todas sus actividades y además cuidar de los demás.
Protestamos por las científicas que han descubierto o ayudado a curar enfermedades, por las artistas, por las abogadas, por ellas que nos inspiran a decir: BASTA.
Porque no hace falta que seamos amigas, hermanas, primas. Si a una la violentan, a todas nos duele.
Como madres salimos a las calles a protestar porque no queremos que nuestras hijas crezcan en un país que odia a las mujeres. Como hijas destrozamos todo a nuestro paso porque no queremos que nuestros papás vivan el viacrucis que es enfrentarse a un sistema de justicia ineficiente que obstaculiza encontrarnos.
Como mujeres gritamos y maldecimos porque no queremos que la foto que nos tomamos en la mañana sea la que utilicen para los carteles de “Se Busca”. Como mexicanas no nos parece justo que se le dé más importancia a los monumentos y paredes que a una mujer, que cualquiera se sienta con derecho de tomar, lastimar y abandonar el cuerpo de una mujer porque sí, porque se puede y porque no pasa nada.
Hoy, no salimos a las calles; sino todo lo contrario. Nos guardamos para representar lo que sucedería si, el día de mañana, tu hermana, tu madre, tu prima, tu novia, tu colega, tu jefa, tu secretaria, no llega. Hoy nos guardamos para que se escuche el inmenso silencio de millones de mujeres que han muerto en nuestro país, por el simple hecho de ser mujer.
Este 9 de marzo no es un día de descanso, no es un día para festejar, es un día de hacer consciencia sobre lo que está pasando con las mujeres. Hoy y mañana regresamos a casa porque no salimos, pero con la incertidumbre por aquellas que deben hacerlo…
Nos hacemos visibles con una ausencia porque a pesar de que nos desaparecen, de que dejamos de existir de manera aleatoria, siguen sin hacernos caso. Porque somos mujeres que han tenido la fortuna de seguir vivas, pero por otras tantas que no. Porque hoy que tú ya no estás aquí, fuiste como yo; y mañana yo podría estar en tu lugar.
Representa un grito de auxilio, un grito de impotencia y frustración al darnos cuenta que no estamos seguras en ningún sitio. Estos son los pasos para que los días nos lleven hacia otro escenario. Uno donde una niña mexicana nace en medio de un montón de oportunidades y, por ende, alcance su desarrollo intelectual, físico y emocional.
Y si tú, mujer, estás leyendo esto el 9 de marzo desde tu oficina. Si conoces a alguien que no pudo darse el completo lujo de hacer paro y alzar la voz por las injusticias que todos los días vivimos, estamos luchando también por ti y entendemos que no eres menos parte de este movimiento por tener que asistir a trabajar, porque es necesario, porque tienes familia, tienes hijos, tienes sobrinos, tienes gente que depende de tu gran labor.
Si tú, mujer, no pudiste guardarte en silencio como nosotras este 9 de marzo, porque el ruido exterior te exige estar en las calles, aquí estamos nosotras representándote para que esa realidad que estás viviendo hoy cambie.
A través de este texto, nos expresamos editoras, redactoras, contents, diseñadoras y cada una de las colaboradoras de Sopitas.com.
Tomamos la voz de este medio para hacer valer la nuestra y expresarnos públicamente a favor de la iniciativa #UnDíaSinNosotras y, al mismo tiempo, anunciar nuestro apoyo a todas las mujeres de este país.
El valor de cada mujer dentro del equipo va más allá del que aportan en sus horas de trabajo. Siempre nos hemos sentido orgullosas de saber que somos más que compañeras: somos seres humanos y como tal, nos procuramos siempre.
Por esta razón, el próximo 9 de marzo las mujeres de Sopitas.com desaparecerán por completo. Las estadísticas no nos dejarán mentir, cualquier mujer puede ser la siguiente en desaparecer.
Queremos que, a través de esta protesta, se haga visible lo que por años ha pasado desapercibido: Nos faltan mujeres y no se está haciendo nada para detener que cada día desaparecen 11 más.
_________________ . _______________
Lucy Sanabria
Fátima Flores
Adriana Zamora
Karen Michelle Rosas
Pamela Villafuerte
María Elena
Fernanda Bravo
Greta Padilla
Stephania Carmona
Alicia Díaz
Gaby Espinosa