La imagen de EPN en el mundo está en entredicho, después de lo que pasó en el caso Tlatlaya (en el que soldados ejecutaron a 22 civiles) y la desaparición y asesinatos de los estudiantes de Ayotzinapa (en los que están involucrados policías), la pregunta para el mundo es: ¿de verdad la administración de Peña está comprometida con el respeto los Derechos Humanos?
Y la pregunta es sincera, en ambos casos están envueltos los cuerpos de seguridad de la Nación, tanto el Ejército como la Policía.
La publicación británica, The Economist, tituló uno de sus artículos:
Indignación, al fin.
En relación con lo que dijo el presidente Peña sobre la masacre en el municipio de Iguala.
Peña dijo entonces que el caso era:
«Indignante, doloroso e inaceptable»
No podemos estar más de acuerdo con el mandatario, la pregunta es ¿por qué nos indignamos hasta ahora? Y si nos indignamos ¿qué sucederá con los cuerpos de seguridad? ¿o sólo la Gendarmería será la respuesta a todos nuestros problemas de violación a los derechos humanos?
Para The Economist, tanto Tlatlaya (que no se revisó la versión oficial hasta que no sacó AP su investigación) como Ayotzinapa, son la punta de varios casos que cuestionan la credibilidad del gobierno mexicano.
«Hasta el momento, no están recibiendo altas calificaciones (en derechos humanos) solo hablan por hablar, no avanzan en el camino».
Por ejemplo, en el caso de Tlatlaya, en vez de hacer algo al respecto, sólo se ha dedicado a elogiar al Ejército… como si eso nos garantizara que los soldados respetarán los derechos humanos de los civiles. En México no se abordan los problemas por el miedo a admitir un error y cómo esto afectará la imagen de los políticos, pero, un verdadero político, ¿no debería enfrentar los problemas y solucionarlos?
Una y otra vez nos enteramos de cómo políticos de otros países enfrentan los problemas a pesar de la mala imagen que puedan dar (para eso también existen estrategias publicitarias, pregúntenle a Obama o a Merkel), pero en México sólo asumen que no pasa nada y hasta se vanaglorian de eso (recordemos cómo Díaz Ordaz dijo que del año que estaba más orgulloso era el 68).
El Ejecutivo no atendió el caso Tlatlaya hasta que no fue un escándalo mediático (y, aún así, hubo políticos que se quemaron como Eruviel Ávila o el comisionado de la CNDH, que es más un adorno que un verdadero defensor de los derechos humanos).
Además, sobre Iguala, The Economist dice:
«Las autoridades de Guerrero han vinculado a los miembros de la fuerza policial de Iguala a un capo de la droga, quienes fueron, dicen, los que ordenaron la masacre. Pero no está claro por qué los narcos iban a matar a estudiantes de izquierda cuyas protestas son, en su mayoría, en contra del Estado y los jefes políticos locales».
«Tampoco está claro porque no se había investigado previamente los nexos de los políticos locales con el narcotráfico».
Y es que, la administración actual no quiere que esto sea un tema, así que sólo lo niega en vez de arreglarlo:
«La Administración del señor Peña ha tratado de restarle importancia a la violencia en México y solo se centra en el potencial económico (del país)».
Al final, parece que la revista TIME exageró en su portada, pues salvar a México no es sólo hacerlo económicamente (cosa que tampoco ha sucedido), sino que tiene que ver con un verdadero liderazgo que enfrente todos TODOS los problemas de la nación (para esto tenemos instituciones que velan por cada aspecto del país ¿no?).
De todos los problemas en el país, Osorio salió a dar la cara al más pacífico y, aún así, la reacción de los estudiantes del Poli en el momento que salió nos lo dice todo: no estamos acostumbrados a que los políticos salgan y hablen con nosotros (y eso ¿culpa de quién es?).
«Casos como este nos revelaron la tendencia (que tiene el gobierno mexicano) a enterrar la cabeza en el suelo».
Al final vemos una tabla en el que están algunas de las masacres del país: Tlatelolco, Aguas Blancas, Acteal y las actuales Tlatlaya e Iguala.