Por Alejandra Eme Vázquez
En 2016 se conmemoró la Feria del Libro Infantil y Juvenil (FILIJ) número 36 y eso quiere decir que, en México, llevamos ya algunas décadas admitiendo, instituciones mediante, que existe tal cosa como la Literatura Infantil y Juvenil. LIJ, para los cuates. Esto no quiere decir que la creación, la lectura y la industria estén exentas de preguntarse cada tanto si la etiqueta es benéfica o perjudicial, si es reduccionista o justiciera, si es una estrategia del mercado o una necesidad real. To LIJ or not to LIJ: that is the question.
Y, sin embargo, la LIJ se mueve, se desborda: existe. Existe porque se nombra en librerías, bibliotecas, talleres, premios, encuentros de quienes escriben, conversaciones de quienes leen, porque ha creado comunidad y porque su revisión ha refrescado no sólo la escritura y la lectura, sino la crítica misma. Entonces, quizá la pregunta vaya más allá de si es o no “conveniente” la categoría y proceder a pensarla argumentadamente. Así que nos dimos a la tarea de preguntar a siete voces entrañables que la escriben, justo en México y justo ahora, “¿Por qué LIJ?”
Esto respondieron:
Martha Riva Palacio Obón
«Si perdemos los espacios para narrarnos, para elaborar nuestra realidad más allá de la información y de la literalidad, corremos el riesgo de seguirnos alienando hasta que llegue un punto en el que no sólo no podamos sentir empatía hacia los demás sino en el que se vuelva prácticamente imposible imaginar una versión distinta de nosotros mismos. Escribir para niños y jóvenes, para mí, implica un ejercicio constante de memoria, de volver a mí misma, a esa infancia y adolescencia encapsuladas en mi cuerpo. Los grandes temas como la muerte, el amor, el odio, la sexualidad, la guerra, la trascendencia también pueden abordarse en la LIJ: los niños y jóvenes viven en el mismo mundo que nosotros. Lo que varía es a partir de dónde y cómo cuento mis historias, permitiendo que también existan los silencios suficientes para que mis lectores puedan soñar sus propias versiones».
Las sirenas sueñan con trilobites (SM, 2011) no sólo le cambia la vida a Sofía, su protagonista, sino también a sus lectores.
Antonio Malpica
«¿Por qué LIJ? Bueno… porque creo que es como cuando vas sin niños a una fiesta para niños y descubres que llevaron globos de agua para jugar guerritas y piensas que, si nadie te ha visto, mejor salir corriendo y disculparte por whatsapp, pero entonces el anfitrión va y te abraza y te pone en un bando y antes de que te des cuenta ya estás todo mojado y con una sonrisota que te dura todo el día. La LIJ existe, por mucho que se discuta si en realidad es literatura o si vale la pena la categorización o si a la caperuza se la comió el lobo sin quitarle los zapatos. Hay libros para niños y jóvenes que ellos mismos han hecho suyos y que son toda una fiesta porque los meten en la lectura y a veces para no dejarlos ir nunca. Yo con eso me quedo. Y puesto que me ha tocado ser ese adulto que al principio no le gustaba mojarse y ahora pone él mismo los globos y el jardín, creo que todo el mundo debería participar de la fiesta. Leyendo o escribiendo LIJ. Tengas la edad que tengas. La sonrisota te dura, a veces, toda la vida».
Más gordo el amor (Océano, 2015) es una historia que lo tiene todo, todo, hasta monitos de BEF. Punto.
Ana Romero
«Porque es literatura. Porque los niños y los jóvenes son lectores críticos e impacientes. Porque nada les es ajeno. Leo LIJ por placer, la escribo porque cada página es un reto y un gozo. Porque odio los diminutivos, las cursilerías y los libros pedagógicos. Porque es la primera literatura que se acercó a los Grandes Temas −lo que ello signifique− sin vanagloriarse de haberlo hecho. En la LIJ voy como pez en el agua porque la que me gusta leer es honesta, humilde, imaginativa y provocadora. Como toda buena literatura».
En Un gato vago y sin nombre (Norma, 2014) vemos a un joven que se construye. Y nos construimos un poco, también, junto con él.
Elizabeth Cruz Madrid
«Desgraciadamente, durante muchos años nadie se preocupó por hacer libros para niños en México, más allá de publicar cuentos clásicos, pues se les creía poco importantes como lectores y ha costado entenderlos como sujetos activos de una sociedad. Sin embargo, esta carencia se convirtió en un área de oportunidad para mí, pues encontré en la LIJ un universo temático aún por explorar desde la voz de la infancia y la posibilidad de jugar con las perspectivas, los argumentos, las formas, en un terreno fértil y semivirgen. Finalmente, una razón más para elegir la LIJ es que me pone en contacto con áreas profundas de mi ser, con mis emociones más intensas y primigenias (sin la deformación adulta) y me hace encontrar una nueva yo (o una antigua yo, o una escondida yo), que es la que se necesita para la escritura».
Si quieren ver cómo se aborda un problema delicado sin chantajes ni gratuidades, léanse Me llaman Tigre (Horson, 2015).
José Antonio Sánchez Cetina
«Supongo que mi llegada a la literatura juvenil responde un poco a la serendipia. Me di cuenta el día en que premiaron a La primavera del Mars con el Gran Angular. Antes de la ceremonia, un periodista me preguntó qué sentía al recibir el premio alguien que no figuraba en absoluto en la LIJ. Parece medio cruel, pero era muy pertinente: cuando escribí La primavera del Mars no tenía en la cabeza ubicarla en ninguna categoría; ya que estaba casi terminada se me ocurrió que podría entrar en el cajón de literatura juvenil. Pero una cosa es el librero o la mesa en la que encuentras una historia en la librería y otra el cuasi infinito escenario que es la literatura infantil y juvenil como tierra fértil para contar n cantidad de historias. Descubrí la LIJ como quien busca las Indias y se encuentra a una América retadora y generosa».
La primavera del Mars (SM, 2014) es una historia desafiante e inteligentísima sobre estados alterados que se lee en estado alterado, por agradecido.
Paulina del Collado
«¿Por qué LIJ?, me preguntas clavando tu pupila… Porque para mí no hay de otra. La LIJ es todo lo que se esconde detrás de esa puerta pequeña por la que Alicia no cabe, lo que hay pasando el ropero que lleva a los hermanos Pevensie a Narnia. Nadie en la LIJ te dirá loco por intentar recrear un diálogo entre un moco y el pupitre donde fue embarrado, al contrario. Ana Garralón dice algo que me repito a mí misma sin descanso: “No olvidemos que fueron los niños los únicos en decirle al emperador que iba desnudo”. No puedo pensar en un lector más exigente que un niño o un adolescente, uno que no va a terminar tu libro porque seas su cuate. Los lectores de LIJ huelen la hipocresía a kilómetros. ¿Por qué LIJ? Para divertirme. Para dejar de teclear en la computadora porque no puedo ahogar la carcajada, para llorar de risa. Para conmoverme. Para saber que otros se divierten conmigo».
¿Que hay temas tabú para la agudeza de la infancia? A ver qué dicen después de leer El extraño caso de Santi y Ago (SM, 2014).
Juan Carlos Quezadas
«¿Por qué LIJ? Porque los escritores han entendido que el público infantil es uno de los más complicados –la mente del niño va a mil por hora− por lo que cada vez se hacen libros más complejos y audaces. Vale la pena echarle un ojo a lo que se está escribiendo en la LIJ porque el lector –de cualquier edad− encontrará libros divertidos, con personajes poderosos y tramas en los que se puede ver reflejado. Otra de las ventajas de la LIJ es que en ella puedes encontrar libros muy entretenidos, pero también libros que aborden temas complicados y que son necesarios poner en la mesa porque los problemas que sufren los adultos: la guerra, la enfermedad, la muerte, Trump y Peña Nieto, también los sufren los niños y muchas veces no hay quien los acerque a estas problemáticas. La LIJ mexicana es una literatura fresca, inteligente y con muchas cosas por contar».
Los osos hibernan soñando que son lagartijas (FCE, 2015) es un viaje en sí mismo, pleno de recursos, que se antoja emprender. Una y otra vez.
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Por eso, la LIJ. Porque reivindica, visibiliza, celebra y conecta distinto. No es casual que las autoras y los autores que escriben para las infancias y las juventudes sean figuras tan cercanas al corazón, tan brillantes y esperanzadoras: la LIJ les ha dado, además de la posibilidad de compartirnos historias, lenguajes y escenarios que invitan a ver el mundo con ojos siempre nuevos, un espacio para plantear-se y replantear-se que heredan, multiplicado, a sus lectores.
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Alejandra Eme Vázquez es profesora y ensayista. Estudió en la UNAM la maestría en Letras Latinoamericanas.
Twitter: @alejandraemeuve