El gasto de energía de un hombre moderno de cualquier sociedad medianamente industrializada es el equivalente al trabajo realizado por doscientas personas.
Así que aunque viajes en metro y tú salario apenas te alcance para llegar a fin de quincena lo cierto es que tú, aunque no lo creas, gastas mucha energía. Para sobrevivir, en promedio un hombre sano que realiza actividad física moderada requiere un aporte energético de alrededor de 2600 kcal por día, sin embargo actualmente el consumo por habitante al año alcanza los 18 500 kWh, una cifra diecisiete veces mayor que la energía estrictamente necesaria para garantizar tu supervivencia. No es extraño pues que enfrentemos serios problemas de sostenibilidad, que es la relación existente entre el ritmo de consumo energético actual y las reservas de combustibles fósiles que existen para satisfacer esa demanda en el futuro, por esta razón fomentar el uso de energías renovables es una tarea urgente.
La cifra estimada de consumo energético global por año es alrededor de 400 EJ, lo que equivale a unas 10 000 megatoneladas de petróleo. A lo largo del siglo XX el consumo energético ha aumentado 1900%, y por increíble que parezca el 22,8% de esa energía aún se produce a partir de carbón, es muy posible que para generar la energía necesaria para fabricar tu smartphone se emitiesen toneladas de humo por el carbón que fue quemado. Del total restante de la energía consumida 33% se produce a partir de la combustión de petróleo, 18,8% por combustión de gas natural, 13,8 % por combustión de biomasa, 5,9% es generado en centrales hidroeléctricas y solo el 5,6% es generado por centrales nucleares.
Del total de la energía consumida, el 94,4% se genera quemando algo ya sea carbón, petróleo, gas o uranio, lo cual tiene consecuencias muy perniciosas para el medio ambiente. Los combustibles fósiles son, por decirlo de alguna manera, energía solar fosilizada almacenada en los enlaces de los compuestos de carbono que son producto de lentos procesos de transformación que sufre la materia orgánica a lo largo de eras geológicas enteras; cuando estos en enlaces se rompen por la combustión se genera energía y se emiten residuos como CO2, gas causante del efecto invernadero; óxidos de azufre y óxidos de nitrógeno causantes de la lluvia ácida; clorofluorocarbonos que destruyen la capa de ozono; metales pesados como plomo o mercurio y otro sin fin de elementos nocivos que respiras cada vez que pasas al lado de una avenida congestionada por el tráfico.
Desde el inicio de la Revolución Industrial a la actualidad se ha emitido a la atmósfera 1.181 gigatoneladas de CO2, para que te hagas una idea de lo que esto representa imagínate un espantoso cilindro de la altura del Monte Everest, 8,85 km, con un diámetro de 14,9 km lleno de CO2 líquido, negro y viscoso; y no solo eso, en los últimos 40 años se ha duplicado la cantidad de emisiones contaminantes.
No todos contaminamos igual, un habitante de los altos de Chiapas genera poco más de una tonelada de CO2 al año, mientras que un chino genera 5 y estadounidense llega emitir hasta 18 toneladas, aunque eso sí, todos sufriremos las consecuencias.
La constante emisión de contaminantes ha provocado un aumento de la temperatura de 0.74º C en el periodo de 1906 a 2005, 44% de este aumento se registró en los últimos 20 años. La perspectiva a futuro no es sencilla, simplemente si se mantiene el nivel actual de emisiones, la temperatura aumentará a un ritmo de 0.1º C por década, lo que provocará el aumento de inundaciones, sequías, incendios, derretimiento de los polos, modificaciones en los patrones de los ciclos biológicos y demás riesgos concatenados cuya cuantificación apenas comenzamos a entrever. La reducción de emisiones es una necesidad insoslayable. Pero si las fuentes mediante las cuales generamos la energía necesaria para mantener andando nuestro mundo tienen consecuencias tan negativas, entonces ¿por qué no se utilizan energías renovables y menos contaminantes que ya han sido desarrolladas y están disponibles?
La razón por la cual el uso de energías renovables no se ha generalizado son las decisiones políticas y los intereses económicos que en materia de energía tienden a favorecer bajos costos iniciales de inversión gracias a subsidios, incentivos fiscales y económicos que facilitan la explotación de petróleo, carbón o gas, lo que aunado a la ausencia de penalidades por los impactos ambientales que provocan, compensa los altos costos continuos que implica generar energía mediante combustibles fósiles y no permite que se generalice el uso de energías renovables no contaminantes cuya instalación implica altos costos iniciales aunque tengan costos de operación mucho más bajos y sus efectos en el ambiente son mucho menos nocivos.
Así que a menos que cambiemos el origen de la energía que consumimos por fuentes renovables y menos contaminantes, nuestro ritmo de consumo actual es ecológicamente insostenible y debe ser reducido, es necesario comenzar a ahorrar y dejar de vivir como reyes.
Colaboración de: Tlali Bienestar y Conservación AC