La guerra que el gobierno de Estados Unidos emprendió contra las drogas en años pasados y que se extendió hasta México incentivó de alguna manera la migración infantil.

En un artículo publicado por The Washington Post, muestran que la crisis humanitaria de los niños migrantes es la “última consecuencia desastrosa en los derechos humanos atribuida a la guerra de Norteamérica contra las drogas”.

La “crisis humanitaria”, plantea la interrogante de qué ha provocado este súbito incremento de menores migrantes principalmente de Centroamérica. Son 52 mil los menores detenidos en este año, cifra sobre la cuál solo cabe especular cuántos habrán llegado y cuántos se habrán quedado en el camino.

Durante décadas, la cruzada de Washington contra las drogas ilícitas ha destruido vidas, desestabilizado la sociedad civil, y en general causado estragos en México y los países de Centro y Sudamérica.

La violencia generada por el crimen organizado en México aumentó en 2006 por la estrategia que impulsó el ex presidente Felipe Calderón; lo que provocó, muertes, decapitaciones y desaparecidos como consecuencia de su guerra contra el narco. El problema aumentó cuando los cárteles mexicanos se extendieron a Guatemala, Honduras y El Salvador.

Sudden surge in unaccompanied children at border

¿Cómo quieren solucionar el problema de los niños migrantes?

La primera medida es una campaña de desincentivación, que advierta a los padres de los enormes peligros que corren los menores al emigrar indocumentados y en manos de coyotes. Cuando los niños viajan solos pueden ser robados, secuestrados, violados, asesinados, detenidos, abandonados o morir de cansancio y deshidratación.

Siendo honestos, una campaña no resolverá el problema, es evidente que los padres no envían a sus hijos porque no sepan de estos peligros sino porque este riesgo vale la pena ante la posibilidad de una mejor calidad vida: sin pobreza, sin violencia y con más oportunidades.

Otra explicación es que los coyotes le dicen a los padres que los niños no son sujetos de deportación, que si logran pasar la frontera basta con que den aviso a una patrulla fronteriza para que los lleven un par de semanas a un albergue y después los entreguen a sus familiares en ese país. Obama se ha esforzado por aclarar esta creencia errónea y deportar a los niños, para evitar que sigan llegando.

Ninguna de las soluciones planteadas hasta hoy, ni por Washington ni por los gobiernos centroamericanos, evitará la fuga de migrantes de todas las edades hacia Estados Unidos. Los menores indocumentados son víctimas de la desigualdad económica, la falta de oportunidades y la violencia en sus países de origen.

La respuesta está en generar sociedades que permitan que los niños crezcan felices, con sus necesidades básicas garantizadas. Eso es todo lo que buscan los migrantes, una vida digna. Y la merecen.

Vía: Washington Post, Vox

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