Por Tessy Schlosser Presburger

“A partir de hoy”, declaró Barack Obama el pasado 12 de enero, “Estados Unidos tomará pasos importantes para la normalización de las relaciones con Cuba y así llevar a nuestra política inmigratoria a un estado de mayor consistencia”. La política establecida hace un par de décadas, en la que todo cubano que pisara territorio estadunidense adquiriría la residencia permanente un año después, pasó de este modo a formar parte de los archivos que narran la consistente historia de las relaciones de Estados Unidos con sus vecinos del sur. Consistencia es la palabra clave. Unos días después de revertir la política de “pies secos, pies mojados”, Obama también declaró que Cuba y Venezuela—junto con Libia, Irán, Ucrania, Zimbabue y los países que apoyan el terrorismo—son amenazas a la seguridad nacional norteamericana. Mientras que estos últimos representan un peligro a Estados Unidos dada su relación con el fuego del terrorismo, Cuba y Venezuela, como México y otros sudamericanos, amenazan a la superpotencia con sus mojados. Un instante previo a dejar la oficina oval y cederla a Donald Trump, la principal amenaza de Cuba y Venezuela, dictó Obama, es su gente. 

(Foto: Anthony Behar-Pool/Getty Images)

“Cuando México manda a su gente, no mandan a lo mejor. Nos mandan personas con muchos problemas, y nos traen esos problemas a nosotros. Nos traen drogas. Nos traen crimen. Son violadores”. Si como escribe Enrique Krauze, perder la guerra contra Estados Unidos en 1848 fue un evento tan traumático para los mexicanos que se convirtió en el tema central de su himno nacional, para este momento, el parrafito pronunciado por Trump al inicio de su campaña podría pronto convertirse en la undécima estrofa del himno que llama a los mexicanos al grito de guerra. Gritos, claro está, que parecen siempre quedar ahogados en las aguas de necesidad que nos unen, al mismo tiempo que nos separan del norte. México, aunque el más cercano, no es el único que para los estadounidenses parece empaparse con miedo y esperanza buscando, mojados y deshidratados, cruzar la frontera y contaminar su país. Sea la tendencia migratoria real o no, la percepción de que así es persiste. Y, junto con ella, la idea de que los migrantes traen consigo amenazas: drogas, violencia, sur e izquierda.

Como cada cinco años, la Oficina del Director de Inteligencia Nacional de Estados Unidos recientemente publicó su reporte de tendencias por zona geopolítica. “En los próximos cinco años”, dicta el reporte “La paradoja del progreso”, “Sudamérica verá frecuentes cambios de gobierno como el resultado de la insatisfacción pública por temas de mal manejo económico, corrupción y débil ejecución económica debido a la disminución de la demanda de bienes chinos”. Sin embargo, los chinos, así como los rusos, mantienen alianzas peligrosas con Venezuela y Brasil. De acuerdo con los propósitos que expresa la oficina, el reporte debiera guiar las decisiones políticas de todo aquel que siga las recomendaciones de la Agencia de Inteligencia en Estados Unidos (dícese no Donald Trump). Aun así, y como casi toda predicción, más que entender el futuro, el reporte es un buen espejo de la percepción generalizada que tienen actualmente en EEUU sobre esa región opaca, mágica y cálida a la que denominan a grandes rasgos y con certeza: Sudamérica.

El reporte no guiará necesariamente las conductas de los tomadores de decisiones en Estados Unidos, pero como lo expresa Obama y como lo pronunció Trump, ciertamente las resume.

Además de su introducción general, el reporte hace énfasis en dos cuestiones: lo que llama “las derrotas de las izquierdas”, así como el crimen y la violencia que prevalecen en la región. Esta forma de ver a Sudamérica no dista mucho de cómo J. Edgar Hoover anotó la amenaza de sus grupos subversivos (comunistas) en 1940. Consistencia, diría Obama. Venezuela, Brasil, México y Colombia protagonizan el reporte. Venezuela y Brasil, por sus izquierdas fallidas; México y Colombia, por sus drogas y su violencia. Para el norte, mítico y grandioso, Sudamérica representa entonces la corrupción de su política y su sociedad. Izquierda que peligra y drogas que violentan.

La reciente decisión de Obama por normalizar las relaciones de Estados Unidos con Cuba —es decir, de criminalizar a las personas que buscan migrar al país de las oportunidades— marca y refuerza la percepción de un sur peligroso. Pero como escribió Borges en “El Sur”, “a la realidad le gustan las simetrías y los leves anacronismos”. Es ese árido sur, el de las simetrías y los leves anacronismos, el que parece ahora ser el más amenazante.

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Tessy Schlosser Presburger estudió la licenciatura en Ciencia Política y Relaciones Internacionales en el CIDE, y es maestra en Teoría Política por la Universidad de Chicago.

Twitter: @tessy29

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