Inspirada en la serie de cuentos de la escritora inglesa Beatrix Potter, naturalista adelantada y pionera en la destreza de escribir, ilustrar y publicar historias para niños pequeños, este viernes se estrena en diversos países de Latinoamérica la película Las travesuras de Peter Rabbit (Sony Pictures Animation, 2018). Aunque la adaptación tiene como eje el primer libro que publicó Beatrix, El cuento del Conejo Pedro (The Tale of Peter Rabbit, Frederick Warne & Co, 1902), veremos reunidos en la pantalla a otros personajes de sus libros haciendo acrobacias para mantener la atención del espectador… sin mucha gracia.
El primer reto de los guionistas era extender y transformar una narración muy breve en un largometraje de animación y live-action con la pirotecnia de la que hizo escuela Disney al adaptar clásicos literarios. Pero igual que Peter Jackson con su forzada trilogía de El Hobbit (Warner Bros., 2012, 2013, 2014) o más cercano aún a la desafortunada Alicia a través del espejo (Disney, 2016) de James Bobin, esta adaptación se siente forzada y pareciera sólo tomar “prestado” el nombre del libro para proponer un tono totalmente distinto al de Potter. La alternativa es válida, incluso deseable, pero resultó una comedia de humor físico plagada de clichés.
Sabemos que la naturaleza de las adaptaciones es convertir una cosa en otra, así que exigir fidelidad total a un original es absurdo (aunque igual sucede y conocidas son las pasiones vindicativas que desata una adaptación “infiel”). De hecho, para algunos, entre más se diferencie una adaptación del original, cuánto mejor use el lenguaje cinematográfico para sostener una nueva narrativa, mayor será su posibilidad de emanciparse y ser reconocida como una nueva obra, independiente del original. Ahí están El fantástico Señor Zorro de Wes Anderson o Shrek de Andrew Adamson y Vicky Jensonya o Jumanji de Joe Johnston, y estirando aún más los límites de la adaptación libre, las emblemáticas Apocalipsis ahora (El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad) o Blade Runner (¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? de Philip K. Dick). En realidad, cualquier adaptación, por mala que sea, es una nueva obra, pero algunas son recordadas sólo para compararse con la original y reforzar el prejuicio de que “es mejor el libro”.
La gracia para algunos consiste en “respetar el espíritu” de la historia original. A cada adaptador corresponde suscribir o no esta aspiración casi mística, pero alguna clave encierra si pensamos en adaptaciones cinematográficas como la saga de Harry Potter o la trilogía de El señor de los anillos que más o menos tuvieron conformes a los lectores fanáticos. El caso de Las travesuras de Peter Rabbit dividirá opiniones. O puede que el consenso general sea más negativo. No es sólo que se aleje de ese “espíritu” más enternecedor y sencillo de los cuentos originales o que al intentar retratar a un conejo “cool” y moderno los guionistas crearan un personaje antipático que hace que uno se encariñe más con el villano; ni siquiera es el abuso de las secuencias de montaje musicalizadas (esas tomas cortas que ilustran un mismo tema; por ejemplo, cuando un personaje pasa por diferentes entrenamientos previos a una batalla—Rocky entrenándose antes de una pelea—) o los chistes malos o el intento poco convincente de hacer una crítica a las películas ñoñas; la gran falla de esta adaptación es, según creo, la más básica: no hay historia, 90 minutos de película con el mismo argumento del cuento original repetido hasta el cansancio. Conejo travieso y con hambre que entra a robar a la huerta del señor McGregor, enemigo mítico de los conejos, que ya en el pasado convirtió al padre de Peter en un pay. Una y otra y otra vez sin que se renueve el Había una vez… Y cuando al señor McGregor le dé un infarto (no es spoiler, sucede en los primeros 15 minutos de la película), un nuevo McGregor, un sobrino lejano, vendrá a ocuparse de la casa y el huerto y así la disputa entre humanos desquiciados y animales fanfarrones continuará por siempre. Muy a la Bugs Bunny y Elmer. De hecho, este Peter es más heredero de ese conejo de la Warner y de Roger Rabbit (¿Quién engañó a Roger Rabbit?, Robert Zemeckis, 1988), que del conejo blanco de Carroll o que el original de Potter. Y es que precisamente la película abreva del teatro del humor físico, luego cine de humor físico o slapstick, en el que los personajes se llenan de explosivos los pantalones, se pegan con mazos y pueden soportar que los aplaste un piano o un yunque marca ACME y luego continuar persiguiendo a su presa. Como Tom y Jerry (y más aún la parodia de los Simpsons, Tom y Daly), El Coyote y el Correcaminos, Piolín y Silvestre, etc. En ese sentido Las travesuras de Peter Rabbit recupera esa tradición y por ello seguramente resultará catártica y entretenida, incluso hilarante, para muchos espectadores. Su incorrección política en un mundo infantil edulcorado y ese Peter pícaro tenían potencial (por más que a muchos choque el exceso de castigos violentos), pero el director no se decide: termina llenando de culpas a Peter y dándole un rol de cupido de telenovela: deberá reconciliar a unos novios (el sobrino McGregor y la vecina). Por otro lado, algunas incorrecciones políticas sí resultan desafortunadas: estereotipos de género (el espíritu Victoriano en las hermanas de Peter parece lo único que se “respetó” de la época de Beatrix Potter) y el ataque a una persona alérgica con aquello que provoca su alergia (escena que desató polémica en Reino Unido y Estados Unidos).
 Al surtido de desaciertos (quizá los productores consideraron que apropiarse de un personaje famoso garantizaba la taquilla sin importar la calidad del filme) se suma uno que me hizo ruido en particular. El personaje de la vecina del Señor McGregor, interpretado por Rose Byrne, es un mal logrado homenaje a Beatrix Potter. Esta mujer ama a los animales y pinta. Vemos en su estudio las ilustraciones originales de Beatrix como si hubiera sido ella quien las creó, pero las considera menores, su “verdadero talento” está plasmado en una suerte de “arte abstracto” bobalicón del que la película se burla abiertamente. Beatrix Potter fue una adelantada a su tiempo no sólo porque creó una colección de libros de bolsillo que se atesora (ella se involucró en el diseño y concibió “ediciones especiales” que se vendían más caras), fue una gran pintora naturalista y estudiosa de la flora, quería entrar a estudiar al Real Jardín Botánico de Kew para especializarse en botánica, pero no le fue permitido por ser mujer. Incluso escribió un ensayo sobre una observación inédita en la germinación de las esporas que se desestimó por el mismo motivo.
Beatrix Potter libros originales
Colección de libros de Potter

Beatrix poco a poco fue resignándose a esa actividad más “inofensiva” y “propia” de su género: escribir e ilustrar libros para niños. La sorpresa para sus contemporáneos fue que revolucionó el mercado: libros pequeños para pequeños, ilustrados y escritos por una mujer y en saga. Beatrix Potter empujó la historia de la infancia y de la literatura para la infancia y, por ello, impulsó también el lento proceso de reconocimiento del niño y la niña como sujetos con derechos. Si hoy viviera quizá se hubiera embarcado en alguna pelea legal como hiciera Michael Ende contra los adaptadores de La historia interminable para defender a su conejito explotado. O quizá, simplemente, no hubiera cedido los derechos a Sony Pictures Animation, pues Disney intentó comprárselos en vida y ella siempre se negó. Eso sí, más allá de todo lo que se le pueda criticar a la película, rescató dos cosas: el realismo de los animales hubiera complacido a Potter, que amaba el dibujo anatómico, y seguramente contribuirá a que más lectores se enteren de la existencia de esta autora. Lo dice alguien que creció en una ciudad donde lo más parecido a una librería o biblioteca era el Videocentro. Allí recuerdo haber rentado La historia sin fin 2 y el videojuego de Nintendo de Las aventuras de Tom Sawyer, ambas adaptaciones consideradas infames por muchos y, sin embargo, a mí me fascinaron en su momento y me hicieron buscar muchos años después los libros y más adaptaciones. Esperemos que esta adaptación conduzca a los espectadores a los cuentos de Potter o aunque sea al primo loco de Peter: Roger Rabbit.

The Tale of Peter Rabbit de Beatrix Potter es

de dominio público y se puede descargar acá.

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Adolfo Córdova es periodista, escritor, investigador y mediador de lectura. Máster en Libros y Literatura Infantil y Juvenil por la Universidad Autónoma de Barcelona. Su libro El dragón blanco y otros personajes olvidados (FCE, 2016) ganó el Premio Nacional Bellas Artes de Cuento Infantil Juan de la Cabada. Ha sido becario del FONCA, la ONU, la Biblioteca Internacional de la Juventud en Munich y el CEPLI en Cuenca. Tiene un blog especializado en LIJ www.linternasybosques.com

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