Por Esteban Illades

En unas horas se hará la rifa de un avión. Bueno, no. Se rifará algo que tiene la imagen de un avión. El ganador será… vaya uno a saber. Puede ser uno de los seguidores del presidente que compraron un boleto pensando que algo bueno iba a salir de ahí, o que en una de ésas obtenían el premio. O puede ser una institución obligada a comprar boletos de un sorteo para ver si le toca algo de dinero que le debería corresponder… ya que seguimos en pandemia y la prioridad principal debería ser la salud de los mexicanos.

Si se nos pidiera explicarle esto a alguien que no entiende la política nacional, risas no faltarían. El presidente está clavado rifando algo que no puede rifar y ni siquiera ha conseguido la cantidad suficiente de personas que puedan comprar los boletos para solventar la rifa, aunque él dice que sí. Ese “extra” con el que se cubrieron las aportaciones necesarias lo dieron dependencias gubernamentales; por cierto, que no están ni cerca de estar facultadas por ley para andar gastando dinero de su presupuesto en la compra de lo que popularmente se conoce como “cachitos”.

Foto: Presidencia

Es decir, lo más probable es que la rifa la gane el gobierno con boletos que le compró al gobierno; transacción en la cual se le tuvo que pagar a personas por imprimir boletos, vender boletos, gestionar compras de boletos, transferir dinero de una parte del gobierno a otro… Creo que me explico. Se están celebrando por pasar dinero del bolsillo izquierdo al derecho.

Y es que esta rifa que no es rifa y que va a acabar costando más que si se le diera el dinero directo a los hospitales –dinero que se podría haber dado desde hace semanas, incluso meses, antes de que se anunciara el concurso/espectáculo mágico/musical que se llevará a cabo en unas horas– es una imagen que encapsula a la perfección al gobierno actual. Todo es un show, todo es una ilusión. Todo es una representación de algo que podría hacerse pero que en realidad no se hace porque es más sencillo fingir que se está haciendo. Es como ponerle “la cuarta transformación” a un gobierno que continúa igual que los anteriores, con las mismas mañas pero incluso con peores resultados; como fingir que la pandemia “se domó” cuando los datos dicen lo contrario.

Es una simulación.

Pero eso funciona bien para el público cautivo. Quienes ven en el gobierno una transformación ven en la rifa de un avión una manera de hacer política diferente y mejor a la política anterior. Antes se le quitaba dinero a la Salud, dicen algunos. Ahora se les da –lo cual ni cierto es, porque el presupuesto se le sigue recortando año con año–. Antes los ciudadanos de a pie no participaban en la política, ahora pueden comprar un pedazo de historia y participar en ella con un boleto –porque todo para esta administración es histórico–.

Ésas son algunas de las cosas que se oyen día con día cuando se menciona la rifa que no es rifa.

¿Qué se logra?

Realmente, nada. En el mejor de los casos, el único daño es la disminución de la credibilidad internacional del gobierno, cosa que de cualquier forma parece no importarle mucho. Por el contrario, en el peor estamos hablando incluso de hasta conductas delictivas –siempre es necesario entender algo fundamental: el gobierno sólo puede hacer lo que le permite la ley, no más– en las cuales las dependencias y sus representantes están malversando fondos porque así se los están pidiendo sus jefes. Están, literalmente, desviando dinero.

Todo para obtener un poco de rating. Para que se hable durante días, semanas y meses de una rifa que no es rifa pero qué más da porque ahí estamos todos poniéndole atención cuando vergüenza debería darnos que esto pase frente a nuestros ojos.

Pero a esto hemos llegado. Pasamos de un sexenio de robo a un sexenio de show. De uno en el que el dinero se lo llevaban a puños a otro en el que se lo cambian de manos. 

Foto ilustrativa: Cuartoscuro

Dirán que no es lo mismo, y en efecto no lo es. Pero el resultado sí es igual. Quienes necesitan el apoyo no lo tienen, porque quienes deben apoyarlos están mucho más preocupados en apoyarse a sí mismos.

Si México fuera un circo diríamos que quienes lo administraban el sexenio pasado se robaron todo menos la carpa donde se hacía el espectáculo. Ya que se fueron, a cargo de las tres pistas se quedaron los payasos.

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Esteban Illades

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