Por Esteban Illades
Ayer por la mañana, mientras los hombres mexicanos nos topábamos con un país sin mujeres –situación de la cual espero hayamos aprendido algo, aunque sea un poco– Arabia Saudita ponía al mundo de rodillas al anunciar descuentos en sus precios de venta de petróleo y aumentos en su producción.
¿Por qué? Pues, en resumidas cuentas, porque el coronavirus está generando consecuencias globales y de amplio alcance que quizá no esperábamos.
El asunto está así: países como Italia han entrado en crisis y cerrado sus fronteras. En Estados Unidos no tienen idea de qué hacer para responder, y su presidente en vez de darles dirección nada más mete ruido y confusión. Israel está obligando a todo extranjero que entre al país a aislarse por 14 días. Y China básicamente cerró, lo cual, como comentábamos hace unas semanas, generó un enorme problema económico por dos motivos: 1) Porque los turistas chinos son un gran componente del turismo mundial; 2) Los insumos chinos mueven la economía del planeta. Sin objetos y partes que digan “Made in China”, la industria no funciona.
Pero bueno, ¿qué tiene que ver esto con el petróleo? Sencillo: mientras más negocios estén parados y menos gente esté en las calles, menos necesidad hay de utilizar petróleo; por lo tanto, se vende menos. Los países productores, para no desperdiciar su fuente de ingresos, reducen su producción. Esto también les ayuda a recuperar algo de dinero: si hay menos petróleo disponible lo pueden vender más caro. Están, como siempre, tratando de encontrar el mejor negocio posible.
Quien lleva la mano en la OPEP, la Organización de Países Exportadores de Petróleo, es Arabia Saudita. Los saudíes propusieron justo esto a los demás miembros: menos petróleo disponible a la de ya para contrarrestar la crisis generada por el coronavirus. Los demás países dijeron que sí y todo iba a salirle a Arabia hasta que apareció Rusia, el segundo productor mundial de petróleo. Rusia dijo que no estaba de acuerdo y que no le iba a entrar al trato. Arabia Saudita se puso bravo y respondió con descuentos brutales; quien le comprara directo a ellos lo haría por cacahuates. La idea, bastante ruda, era que con eso los rusos perderían el negocio y quedarían tan mal parados que tendrían que negociar.
Y nada. Al momento de escribir esto, los rusos decían que podían seguirle el juego a Arabia Saudita por una década si era necesario (cosa que todos sabemos que no es cierta, pero el bluff es parte de jugar póker). Así los precios cayeron.
¿Cómo nos afecta esto a los mexicanos?
También es simple: si hay petróleo más barato en otros lados, el precio del petróleo igualmente cae acá y en los demás países para poder contrarrestar las ofertas saudíes. Nadie te va a comprar a precios viejos si puede ir a otro lado por lo mismo –o algo incluso mejor– si está más barato allá. Por eso ayer la mezcla mexicana estaba por los suelos, a la mitad de lo que debería estar este año.
A esto hay que sumarle que México no es precisamente un equipo de la tabla alta de las ligas petroleras; más bien, es el Atlas. Entonces, mientras los rusos aguanten, a México no le queda de otra más que esperar que los trancazos no sean demasiado duros.
También le toca esperar que el contagio del coronavirus disminuya para que las economías del planeta se reactiven.
El gobierno ayer comenzó a responder tímidamente, aunque tampoco es que pueda hacer mucho más. El secretario de Hacienda, Arturo Herrera, ya anunció que el país tendrá más dólares disponibles para subastar, con el fin de evitar que el peso se siga debilitando frente al dólar: el lunes perdió cerca del 5% de su valor y cerró en un valor de casi 22 por 1.
En Pemex no han dado señales de vida desde hace tiempo, pero con la patada del coronavirus ahora bien podría estar entrando en estado más grave. La paraestatal lleva meses a la espera de lo inevitable: que una de las dos calificadoras restantes se una a Fitch y declare sus bonos como “basura”, lo que podría suceder a mediados de año según los expertos.
Hace unos días la empresa presentó su reporte financiero ante la bolsa y dijo que sus pérdidas crecieron 92% respecto al último año del gobierno anterior. Nada alentador el panorama antes del coronavirus.
El gobierno esperaba crecer poco más de 1% este año y con ello contrarrestar el crecimiento negativo de 2019. Sin embargo, el coronavirus –que hasta ahora no ha azotado al país– bien podría lastimar la economía nacional también y mantener el crecimiento en números negativos. Y he ahí un tema: con dos años seguidos sin crecer, los programas prioritarios de esta administración podrían sufrir recortes importantes, desde becas y pensiones hasta las grandes obras de infraestructura.
En resumen, no, no se está cayendo a pedazos la economía mundial.
Pero digamos que el mundo es una escuela: la mitad de los alumnos están en sus casas enfermos, incluidos a los que México les copia la tarea. Y en el patio hay dos bullies dándose con todo, mientras el resto del mundo mira y cruza los dedos en espera de que uno de los trancazos no conecte, por accidente, con su cara.
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