Por Esteban Illades

Este fin de semana, el Instituto Nacional Electoral (INE) le dio palo a casi todas las organizaciones que buscaban convertirse en partido político federal rumbo a la elección intermedia de 2021.

La única que logró obtener certificación fue Partido Encuentro Solidario, la nueva versión del Partido Encuentro Social. Encuentro Social técnicamente ya no existe porque en 2018 no alcanzó el porcentaje de votos necesario para continuar, pero como México es mágico, sigue operando como si fuera partido. Ahora con registro en mano, el nuevo PES –hasta las siglas son las mismas– buscará seguir viviendo del erario al menos tres años más.

Pero el registro del PES dejó mucho que desear. Según argumentaron los consejeros del INE que estuvieron en minoría –la votación quedó seis contra cinco–, el PES no se debió haber aprobado porque se demostró que hubo ministros de culto que participaron en la fundación de este nuevo partido, algo que viola la Constitución. Tampoco sorprende, porque el PES anterior, ése que no existe, ha tenido vínculos –bien documentados– con organizaciones religiosas.

Pero hubo consejeros a los que no les importó y aprobaron la mezcla entre política y religión.

¿Y qué podría salir mal ahí?

Fuera del PES, los demás se quedaron con las ganas. Grupo Social Promotor de México, el partido que alguna vez fue Nueva Alianza, no pasó porque dos tercios de sus firmas fueron de sindicalistas miembros del SNTE, y en México los sindicatos no pueden tener partidos. A esto hay que agregar que una cuarta parte del dinero de GSP venía del sindicato, lo cual tampoco se permite.

Redes Sociales Progresistas, otro partido vinculado al sindicato de maestros, tampoco la armó. El presidente de RSP, por cierto, es nada más ni menos que el yerno de Elba Esther Gordillo, la fundadora de Nueva Alianza.

Otro que se quedó en el camino fue Fuerza Social por México, del líder sindical Pedro Haces. Mismo asunto: un sindicato que se trató de volver partido cuando la ley no lo permite.

Pero sin duda el gran perdedor fue Felipe Calderón.

México Libre, partido que impulsaron tanto él como Margarita Zavala, no obtuvo el registro con una votación de siete contra cuatro. El motivo principal para decirle que no a esta organización fue que el 8% de sus fondos no pudo comprobarse, pues se recabaron a través del sistema Clip. Clip es una especie de terminal bancaria donde se pueden recibir pagos de tarjeta, lo cual en teoría no genera ningún problema. Pero el asunto está en que la plataforma no separa los pagos; es decir, quien los recibe obtiene un depósito acumulado de la compañía y no uno individualizado por cada transacción. Por eso, dijeron los consejeros, no se podía fiscalizar el dinero

Y es así como México no podrá tener partidos nuevos hasta 2027. (Salvo, claro, que los partidos apelen ante el Tribunal Electoral y éste les dé la razón.)

Por un lado, es lo justo: se les aplicó la ley. Si no cumplieron no merecían el registro –lo mismo debería decirse del PES, pero siempre tiene que salir algo mal en nuestra política–, y sanseacabó. No puede permitirse –como “argumentan” algunos– que se registre un partido que no haya cumplido sólo porque es de oposición y si no quién le va a dar la lucha a Morena. Si quieren ganar, háganlo bien.

Pero, por otro, qué desolador panorama. A los únicos que se les ocurrió hacer un partido fue a los mismos de siempre. A los que ya habían estado en partidos que perdieron el registro, a un expresidente que ya no debería ser parte de la vida pública, a los sindicatos liderados por personas con acusaciones preocupantes encima. Y a nadie más.

Lo que queda, entonces, es lo de siempre: un partido grande, que busca hacerse con el control de todo –y cuya única diferencia con el PRI de antes es que se está agarrando a trancazos internamente, con un severo riesgo de implotar– y una oposición chiquita, que no tiene idea alguna de cómo pelear el poder ni para qué lo quiere.

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Foto: México Libre

Hasta ahí. No hay nada más en el horizonte. No hay propuestas, no hay alternativas. Hay un México liderado por un hombre que sigue viviendo en los años setenta del siglo pasado. Y ya.

Lo que ningún partido político o integrante parece entender es que su representación de la sociedad es mínima. Morena, en su deseo de reemplazar al PRI, tomó políticos de todos lados y ahora no representa nada. El PRI quién sabe qué es, el PAN sigue noqueado. Movimiento Ciudadano tiene escándalos de machismo o clasismo un día sí y otro también. El Verde es tan no Verde que está vetado de la organización internacional de partidos verdes. Y el PES, pues el PES es el partido chiquito por excelencia: sólo está ahí para ver qué saca.

¿Y qué busca? Lo mismo que los demás: cotos de poder que no benefician a los mexicanos.

Los únicos que no parecen darse cuenta que el sistema de partidos está muerto son los propios partidos. Pero gracias a nuestras leyes electorales tan complicadas, y al hecho de que la política nacional es tan pero tan rancia, pasarán al menos otros seis años para ver una alternativa real en las boletas. Mientras tanto lo único que habrá serán muertos vivientes repartiéndose el poco dinero que queda.

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Esteban Illades

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