Por Esteban Illades
Este domingo, el secretario de Hacienda, Arturo Herrera, entregó el paquete económico del gobierno federal al Congreso. Entre otras tantas cosas, ese paquete contiene lo que el gobierno espera ingresar a sus arcas, su presupuesto para egresar y los indicadores con los que espera trabajar. Es decir, cuánto va a recibir, cuánto va a gastar y cómo ve que vienen las cosas.
Ese mamotreto, de miles de números y páginas, puede y seguramente será modificado por el Congreso, que quita, pone, mueve, hace y deshace para tener lo que conocemos como Presupuesto de Ingresos y Presupuesto de Egresos. A pesar de ello, vale la pena revisar el documento y frenarnos en algunos de los puntos importantes. Con ello sabremos cuáles son los planes de la administración de Andrés Manuel López Obrador para su segundo año de gobierno.
Lo primero es lo primero: lo que el gobierno puede modificar es muy poco. En el presupuesto hay algo que se llama gasto programable y gasto no programable. El no programable es el ya asignado a cosas que no se pueden quitar: pagos de deudas, dinero asignado a los estados y demás. El programable, por su parte, es el que sí puede cambiarse dentro de ciertos parámetros. Para este año, como el anterior, el no programable ronda el 70% y el programable 30%.
Con eso en mente, veamos qué quiere el gobierno para 2020.
Sin duda su mayor interés es Pemex. Para ello le aumentó poco más del 11% de presupuesto respecto a este año y le disminuyó la carga fiscal, que tradicionalmente ha sido muy alta. Con estos cambios el gobierno quiere aumentar la producción de petróleo, construir la refinería de Dos Bocas, reducir las pérdidas de la compañía y, más importante aún, evitar caer de calificación aún más ante las calificadoras. Desde el último golpe hace unas semanas, Pemex está muy cerca de que su estatus sea de chatarra, lo que causaría daños importantes no sólo a la paraestatal, sino a la economía nacional.
Junto a Pemex viene el aumento de gasto a programas sociales, pero no a todos. A Jóvenes construyendo el futuro, una de las insignias del primer año –las pasantías pagadas para los jóvenes que no estudian o trabajan–, se le bajó casi el 36% del presupuesto. No queda claro si se trata de una reestructuración o algo más, dado que este programa era de los que más impulsó el presidente en campaña. En cambio, Jóvenes escribiendo el futuro, el programa de becas para estudios, y Sembrando vida, el de plantar árboles maderables, recibieron aumentos considerables.
Seguridad, la mayor preocupación gubernamental en estos momentos, tiene cambios importantes. La Fiscalía General de la República recibe mayores recursos, lo cual es bueno, pero la Guardia Nacional, al menos de manera directa, no. Esto porque, como se ha mostrado en diversas ocasiones, la Guardia Nacional no es en realidad un cuerpo civil sino militar. Por eso el presupuesto asignado pasará, así como lo hizo este año, por la Sedena, la Secretaría de Defensa.
A nivel municipal el gasto se reduce, lo cual preocupa, pues señalan bien los expertos que la primera tarea para recuperar el control de la seguridad nacional pasa por los municipios. Para el gobierno federal esto no parece ser prioridad.
En educación la idea sigue siendo destruir lo construido por el gobierno de Enrique Peña Nieto. Este año toca al programa Escuelas de Tiempo Completo, el que mejores resultados obtuvo desde su implementación. Con una reducción a la mitad, el programa quedará severamente lastimado. Escuelas de Tiempo Completo, como se diseñó, buscaba optimizar el uso del horario escolar para aprovechar de mejor manera el tiempo. Según mediciones, funcionaba y bien.
Turismo, otra de las grandes fuentes de ingresos, recibió uno de los recortes más significativos. Esto por dos razones: la primera, por la reducción tal cual de lo que se le invertirá, y en segunda porque la mitad o más de lo que se gaste en el ramo irá a dar en exclusiva al Tren Maya, otro de los proyectos preferidos del presidente. Aun así, el Tren Maya recibirá mucho menos dinero que este año. Tampoco parece ser prioridad.
Por último, Medio Ambiente, que sabemos importa poco o nada a la administración actual, fue la más maltratada. No sólo porque se le recortó casi el 5% respecto a este año, sino porque programas como el de atención a emergencias y desastres naturales simplemente desaparecieron. En pocas palabras, la estrategia es cruzar dedos para que no pase nada grave en 2020 y así sobrellevar el año. Algo similar sucede con el dinero destinado a mejorar la calidad del aire. Esta vez habrá menos.
Este presupuesto contempla que Pemex reviva y regrese a niveles de producción de principios de los 80, cuando todavía se administraba la famosa abundancia.
De no suceder eso –lo cual, siendo honestos, es poco probable que Pemex se recupere–, tendrá que haber ajustes a la baja una vez más.
En resumidas cuentas: más dinero para el petróleo, la seguridad en manos –es un decir– del Ejército aunque se diga que la tiene la Guardia Nacional, en educación se sigue buscando demoler lo logrado el sexenio anterior, en gasto social se plantarán árboles, en turismo sólo habrá dinero para el Tren Maya y aguas que haya incendios forestales o algún problema grave vinculado al medio ambiente, porque no habrá un solo peso para enfrentarlo.
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