Por Esteban Illades
Ayer se cumplieron los 100 primeros días del gobierno de Andrés Manuel López Obrador. La fecha como tal no significa nada, pero, según la tradición estadounidense establecida por el presidente Franklin D. Roosevelt en 1933, los 100 días se utilizan para hacer un primer corte de caja sobre una administración entrante.
Como marco para analizar cuestiones concretas, el corte de los 100 días no sirve de mucho. Apenas está arrancando el gobierno, muchas de las cosas que se dicen en esta fecha son todavía temas a futuro: por eso, querido sopilector, habrás notado que en el discurso que ayer pronunció en Palacio Nacional el presidente López Obrador se hablaba mucho más sobre lo que se va a hacer que sobre lo que se ha hecho.
Sin embargo, los 100 días sirven para ver la dirección que tomará la actual administración. Sirven para entender qué busca el presidente y hacia dónde está enfocando sus baterías. A esto se podría agregar, tal vez, que, por tener una transición presidencial tan larga –casi cinco meses entre el día de la elección y la toma de posesión–, en realidad lo que estamos viendo es un corte de caja de algo mucho más amplio.
Veamos, pues, un poco de lo que ha sucedido en el primer trecho de López Obrador.
Los grandes proyectos
Los primeros 100 días fueron de grandes anuncios. La refinería en Dos Bocas, Tabasco, el aeropuerto en Santa Lucía y el Tren Maya los tres principales. Sólo Santa Lucía ha iniciado construcción, los otros dos siguen en fase de estudios. No obstante, estas tres serán las grandes piezas de infraestructura del gobierno.
Dos Bocas está proyectada bajo un calendario demasiado ambicioso: según el presidente, se construirá en tres años, y a mitad de sexenio incluso comenzará a funcionar. Esto, han dicho varios expertos del ramo, es materialmente imposible. Lo más probable es que la refinería comience a producir su primer barril de petróleo en el siguiente sexenio. Hay que sumar, también, que los datos sobre el impacto ambiental de su construcción están reservados, así que no sabemos las consecuencias que tendrá para el medio ambiente –aunque es una refinería: todo lo relacionado con petróleo dista de ser bueno para el planeta–. Tampoco queda claro qué tipo de petróleo va a refinar y de dónde lo va a conseguir. Esto último es muy importante: México tiene petróleo pesado y extrapesado. Para poder producir gasolina es necesario contar con petróleo ligero, el cual es escaso. Si se refina sólo pesado, Dos Bocas no servirá de mucho, contrario a lo que se diga.
El Tren Maya tampoco cuenta con estudios de impacto ambiental, y las comunidades locales indígenas han pedido que se les consulte antes de empezar –a lo cual, dicho sea de paso, obliga la Constitución–. Tampoco queda claro quién lo construirá: se ha dicho que será el gobierno, pero también se ha dicho que se dará en un 90% a la industria privada. Depende del día la declaración.
Asimismo, hay que añadir que el dinero del gobierno para el Tren Maya proviene del dinero para el fomento del turismo, por lo que México ha reducido notablemente su promoción en el extranjero, cosa que a la larga puede traducirse en menor turismo extranjero.
El aeropuerto de Santa Lucía es quizá el más polémico de los tres proyectos, por el hecho de que explícitamente las organizaciones internacionales especialistas en la materia han dicho que no pueden autorizarlo aún, a pesar de que ya se encuentra en construcción. Sin aprobación de IATA y de MITRE, el aeropuerto no podrá recibir a ninguna aerolínea que se rija bajo sus criterios (casi todas). De no realizarse estudios serios y comprobar su viabilidad, Santa Lucía será absolutamente inútil.
Cabe agregar que Santa Lucía se construye en lugar de Texcoco, que llevaba casi 30% de construcción cuando se detuvo. Texcoco, sin duda, ha sido la decisión más polémica de este inicio.
Los programas sociales
He aquí la parte más ambiciosa del programa del gobierno: los programas sociales. A través de pensión para adultos mayores y de becas para jóvenes que estudian o están desempleados, López Obrador busca reactivar la economía y, sobre todo, disminuir la desigualdad en el país. El problema con estos programas es que comenzaron a operar sin reglas claras y sin estudios previos: es una gran incógnita lo que sucederá con ellos, dado que su aplicación se hace, si somos amables, al ‘ai se va.
Es de aplaudir que se busque reducir la desigualdad, pero, en este caso, no se ha hecho un análisis serio de cómo utilizar los recursos de la mejor manera posible, por lo que los resultados son una incógnita.
Las conferencias de prensa y las consultas
La parte más polémica de los primeros 100 días. Según las encuestas, a los mexicanos les gusta, y mucho, que el presidente dé una conferencia de prensa cada mañana. Y claro que la idea es buena, más si se contrasta con el presidente anterior que casi nunca atendió a la prensa nacional.
Sin embargo, las conferencias se han utilizado, muchas veces, como lugar de ataque o acusación a quienes el presidente ve como sus enemigos. Basta ver la lista que, en voz de Manuel Bartlett, director de la Comisión Federal de Electricidad, dio a conocer hace unas semanas. Cero evidencia, cero acusaciones formales. Eso sí, los nombres quedarán relacionados con la palabra “corrupción” durante mucho tiempo.
Las consultas nacionales, que si bien no formaron parte de los primeros 100 días, se han llevado a cabo fuera de la ley. Con participación mínima del electorado, el presidente las ha utilizado para refrendar sus decisiones. La cancelación del aeropuerto de Texcoco, en particular. Ahora, en unas semanas, pondrá a decisión pública si se investiga a expresidentes.
Otra vez: la idea no es mala, consultar temas difíciles. No obstante, la manera en que se hace, la falta de reglas con las que opera y el mínimo apoyo que obtiene de ellas las convierte en un instrumento peligroso, con el cual se puede legitimar casi cualquier cosa.
En resumen: ¿bien, mal o quién sabe?
Algo que debe decirse de los primeros 100 días del presidente es que ha sido fiel a lo que prometió, o al menos a la manera que se presentó en campaña. Nadie puede estar sorprendido de su manera de actuar: así dijo que iba a ser el asunto. Preocupan los grandes proyectos de infraestructura por no estar sustentados en planes y estudios; preocupan los programas sociales por tampoco tener análisis detrás. Y preocupan las conferencias de prensa como espacio para señalar a sus enemigos. Pero, como decimos cada semana en este espacio, aún hay tiempo para corregir.
100 días que se han sentido como una eternidad, pero 100 días con una aprobación presidencial muy alta. Tocará seguir haciendo balances periódicos para revisar no sólo que el presidente cumpla su palabra, sino para calificar su desempeño al frente de este país.
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