Por Esteban Illades
Este sábado, en medio de gritos, mentadas y selfies, inició la LXIV legislatura de nuestro Congreso. Senadores y diputados, 628 en total, se reunieron en San Lázaro para recibir el último informe de Enrique Peña Nieto de manos de Alfonso Navarrete Prida, su secretario de Gobernación, y dieron inicio a un nuevo período de sesiones.
Nuestros congresistas hicieron lo que se acostumbra cuando toman el cargo: cada partido envía un representante a que hable a su nombre y dé su punto de vista sobre el estado de las cosas en el país y plantee la agenda a seguir de su grupo durante el siguiente año. Cabe resaltar que, como han acostumbrado en las últimas décadas, sus posicionamientos dejaron mucho que desear. Quizás los dos mejores fueron Juan Carlos Romero Hicks, quien llevará la bancada del PAN, y Mario Delgado, quien llevará la de Morena.
Romero Hicks, como líder del grupo parlamentario de oposición más grande, se quejó en su discurso del nuevo sistema de delegados federales, con el cual el gobierno de Andrés Manuel López Obrador designará a un representante federal por estado para encargarse de la distribución de los recursos federales y llevar la relación con los gobiernos locales. Según el diputado del PAN este nuevo sistema nos regresará al siglo XIX, en el que el gobierno central era, de facto, el único poder en el país. Faltará ver su aplicación a partir del 1 de diciembre, pero el diputado panista tiene un punto: este sistema podría, en un caso extremo, anular a todos los gobernadores estatales (lo cual, en casos como el de Javier Duarte, no hubiera sido necesariamente malo).
Mario Delgado, por su parte, dio el discurso esperado de un partido que ahora controla ambas cámaras del Congreso y en unos meses la presidencia: prometió el inicio de una nueva época, en la que dijo se reducirá la pobreza, la violencia y mejorará la economía. Un discurso de triunfo, y por lo mismo de muchas expectativas; no en balde Morena habla de una cuarta transformación. Delgado puso la vara alta, como se esperaba, y ahora es deber de Morena cumplir su palabra.
El resto de los partidos estuvo para llorar. El Verde, a través de su líder, Carlos Puente, intentó caerle bien a todos pero no le cayó bien a nadie: por un lado ensalzó al gobierno saliente de Enrique Peña Nieto –ante la rechifla de casi todo mundo– y por el otro trató de congraciarse con López Obrador. Así se las gastan: huelen dinero o poder y buscan la bota más cercana.
Claudia Ruiz Massieu, lideresa del PRI, se encontró no sólo con que su bancada es la más pequeña en la historia del partido, sino con que la de Morena es abrumadora. Cuando habló de los logros de la administración saliente tuvo que guardar silencio, porque el grupo de Morena hizo un pase de lista ensordecedor de los 43 desaparecidos en Iguala hace casi cuatro años.
De los demás ni hablar. Para efectos prácticos serán inexistentes (el PRD) o apéndices de Morena (MC, PES y PT; de hecho, el PES desaparecerá, y sus congresistas probablemente sean absorbidos por Morena).
A diferencia de otros años los congresistas anduvieron en relativa tranquilidad. El único oso fue el de Emilio Álvarez Icaza, que hoy se presenta como senador independiente, cuando fue postulado por el Frente (MC, PAN y PRD). Álvarez Icaza se quiso pasar de listo: se inventó que iba a hablar a nombre de los congresistas independientes, y Porfirio Muñoz Ledo le dio un periodicazo:
Porfirio Muñoz Ledo evidencia a Emilio Álvarez Icaza, quien llegó como Senador del PAN-PRD y ahora quiere hacerse pasar por “independiente” pic.twitter.com/qNPD3wzpi7
— Megáfono (@Megafono_Mx) 2 de septiembre de 2018
En cuanto a agenda se refiere, dado el minúsculo tamaño de los partidos de oposición y lo gigante de Morena, lo probable es que la agenda de este primer período de la nueva legislatura sea, casi en su totalidad, la de AMLO. El presidente electo de México tiene 12 puntos en mente:
- Una ley reglamentaria del artículo 127, para evitar que cualquier funcionario gane más que el presidente (los famosos 108 mil pesos).
- Una ley para volver a crear la Secretaría de Seguridad Pública y desincorporarla de la Secretaría de Gobernación.
- Reformar el artículo 108 constitucional para permitir que el presidente pueda ser juzgado por corrupción; eliminar el fuero también (después del fiasco de Virgilio Andrade y La Casa Blanca, no es mala idea).
- Volver delitos graves el fraude electoral, la corrupción y el huachicoleo (el 2006 sigue calando fuerte en Morena).
- Ley de ingresos y egresos (ésa es de cajón).
- Pasar el Estado Mayor de presidencia a la Secretaría de Defensa (AMLO los sustituirá con 20 ciudadanos no-armados).
- Echar para atrás un decreto del presidente Peña Nieto por considerar que privatiza el agua (eso de que hubo privatización es muy discutible).
- Eliminar la reforma educativa (no queda claro si sí lo hará: a veces habla AMLO de cancelarla, pero su secretario de Educación, Esteban Moctezuma, hace mucho más matices y habla de reformarla).
- Volver obligatoria la educación superior (preparatoria).
- Crear una ley que permita consultas sobre revocación de mandato (lo que ha prometido de que si a los tres años queremos otro presidente él se irá).
- Aumento del salario mínimo en la franja fronteriza norte.
- Establecer un plan de austeridad republicana (reducción de sueldos al por mayor y eliminación de plazas de confianza).
Salvo alguna sorpresa, o que la oposición despierte y logre mover su propia agenda, el Congreso se estará ocupando los próximos meses de estos 12 temas. Faltará saber si a diferencia de lo que hizo el presidente Peña con sus reformas estructurales, López Obrador tendrá más ideas una vez que se acaben o implementen éstas.
Por lo pronto inicia el reloj: momento de empezar a ver si López Obrador y Morena pueden cumplir lo que prometieron en campaña y que les consiguió el voto de 30 millones de mexicanos.
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