La semana pasada, tuvo lugar en Alemania la marcha contra el islam más numerosa organizada alguna vez por el grupo Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente (PEGIDA, por sus siglas en alemán).
Desde mediados de octubre, este grupo se ha manifestado cada lunes en las calles de las principales ciudades de ese país para exigir algo muy claro: una Europa libre de musulmanes. Hoy, por primera vez, el gobierno de Angela Merkel ha impedido que tuviera lugar una de las manifestaciones semanales de PEGIDA. Mientras el grupo afirma que se trata de un atentado a la libertad de expresión, la cancillería dice que la manifestación se impidió luego de que algún grupo extremista amenazara con infiltrar gente a las filas de la marcha para asesinar al líder de PEGIDA, Lutz Bachmann.
Aquel nombre se ha hecho famoso de la noche a la mañana. Los antecedentes de Bachman incluyen la venta de cocaína, los constantes asaltos a clientes de prostitutas que le valieron dos años de cárcel, el uso de identidades falsas para permanecer en el extranjero, detenciones por múltiples agresiones físicas, citaciones por deudas y varios problemas por manejar en estado de ebriedad.
Su pasado le importa poco. En entrevistas, Bachmann rehuye a las preguntas al respecto y se autodesigna “el salvador de Occidente”. Aunque su máximo ideal es lograr que no haya ni rastro de islam en Europa, no piensa que sea xenófobo ni racista.
“No estamos contra el derecho de asilo. Nosotros combatimos a los refugiados económicos”, explica.
Los militantes de PEGIDA que se manifiestan cada lunes (200 hace unos meses, 25 mil en la última movilización) sostienen que la causa de los principales problemas económicos de Alemania (pero también de Grecia o España) es la “creciente” población musulmana, que “quita el trabajo a los europeos”. No obstante, en la región de Sajonia, donde nació el movimiento, menos del 0.1% de los habitantes practican el islam.
PEGIDA, lo mismo que el Frente Nacional de Le Pen en Francia, o el Tea Party, se posiciona en contra de la Unión Europea. Sus militantes piensan que la asociación económica debería disolverse y el euro abandonarse. Las grandes estructuras políticas, afirman, sólo ven por sí mismas y olvidan al pueblo. Estas organizaciones, que cabe calificar de ultraderechas, han aprendido a dominar los lenguajes sindicales, pero también los de los barrios altos. Prometen a los obreros “luchar contra la corrupción de los grandes magnates de la política” y a los empresarios “velar por que el dinero alemán se quede en Alemania”.
Los atentados ocurridos en Francia recientemente fueron el pretexto perfecto para que PEGIDA reuniera al grupo más numeroso en su historia. En reacción, Angela Merkel y Joachim Gauck, el presidente del país, encabezaron una manifestación simultánea de conciliación alemana con los creyentes musulmanes. “No nos dejaremos dividir por el odio”, se dijo en la plaza frente a la Puerta de Brandenburgo, donde se condenó el extremismo musulmán tanto como el de PEGIDA. Una marcha similar ya había tenido lugar en Dresde.
Entre los pasillos de los edificios de gobierno alemán se habla de Bachmann como del “enemigo público más peligroso”. El gobierno alemán ha reforzado su discursos en favor de los inmigrantes para hacer contrapeso al odio de PEGIDA, que aprovecha la complejidad del pequeño estancamiento alemán (fruto de los castigos impuestos a Rusia por su invasión a Ucrania) y del serio problema de España y Grecia (surgido de la crisis mundial de 2008 y 2009, causada por la recesión de Estados Unidos y la deuda externa de Grecia) para disfrazarlos de maldiciones musulmanas.
Los rumores en Alemania indican que la ultraderecha podría estar buscando aliados para derrocar a la corriente de Angela Merkel en las siguientes elecciones.
La islamofobia se ha convertido en el nuevo fantasma que recorre Europa.
