Por Azucena Gual
Cancún es uno de los destinos turísticos que se publicitan como un paraíso. Viajeros nacionales y extranjeros buscan descansar y divertirse en sus hoteles, centros nocturnos y playas. Pero hay quien no acude ahí a escapar: las cerca de 700 mil personas que trabajan y habitan en lo que hoy es una de las ciudades con mayores retos de crecimiento urbano en el país y que está volcada a entretener 24/7.
En Cancún se ha adoptado un modelo de desarrollo cuya principal lógica es el crecimiento económico: el aumento del trabajo, que a su vez aumenta la producción y el consumo. Bajo este modelo, los derechos humanos, la protección al medio ambiente, y la calidad de vida quedan esencialmente relegados.
El crecimiento y urbanización de la ciudad ha girado en torno al deseo de posicionarla como un destino turístico global. Pero esto originó un crecimiento muy polarizante según Cristina Oehmichen, investigadora de la UNAM. Una ciudad que no existía hace 50 años está hoy en día en el top 30 de áreas metropolitanas del país, gracias a la migración de personas provenientes de Yucatán, Tabasco, Campeche, Guerrero, entre otros. Oehmichen señala que este crecimiento desmedido se ha traducido en “carencia de servicios básicos, de escuelas, de centros de salud y recreación, y de áreas de esparcimiento, [porque el] crecimiento demográfico no ha tenido una respuesta en la inversión pública para el desarrollo social”.
Este crecimiento ha sido acompañado de presiones sobre el ecosistema local, hecho patente en la destrucción del manglar de Tajamar en 2016; dinámicas de marginalización sobre las comunidades mayas y una precarización continua del trabajo; Quintana Roo tiene una tasa de movilidad laboral ocupacional de 14% cuando el promedio nacional es de 0.7%, lo que significa que una buena parte de la población cambia de ocupación continuamente.
La “felicidad promedio” de una persona asalariada en el IMSS de Quintana Roo es de 7,830.7 pesos mexicanos, es decir, 257.6 pesos diarios (casi un 26% por debajo de la media nacional). Tomemos como ejemplo a un steward o mozo en Cancún, que tiene una vivienda social de entre 38m2 y 45m2, y un salario que no asciende más allá de 3,000 pesos. Si tenemos en cuenta una canasta básica alimentaria semanal de aproximadamente 476 pesos (según promedio PROFECO en Cancún), podemos ver que no le queda prácticamente nada para transporte público, limpieza y cuidados de la casa, cuidados personales, educación, cultura, recreación, comunicaciones, vivienda, vestido, o utensilios domésticos.
Necesitamos transformar el modelo hacia un sistema que disminuya desigualdades, proteja los derechos humanos, promueva la democracia, respetando el equilibrio ambiental. Un nuevo modelo económico para la entidad que lleve por ejes programáticos la sostenibilidad, la democracia real, la justicia social, el cambio cultural, el buen vivir y la transversalidad feminista. Se trata de otra concepción de trabajo y de empleo, que no liga el bienestar social a etiquetas como “progreso” o “desarrollo”, que cuida y respeta a las personas dentro de los límites del planeta.
El modelo actual de Cancún ha promovido el deterioro de todos los espacios de cohesión social. La ciudad se ha convertido en un aparato de explotación donde se ha extendido la idea de que el aumento de los bienes materiales aumenta la felicidad (pese a tener el cuarto lugar nacional en el índice de suicidios). Por eso nos alegramos cuando nos ofrecen un segundo o un tercer trabajo, y nos envuelve una extraña locura, esa pasión y adicción al trabajo en la que pasamos la mayor parte del tiempo de nuestra vida diaria. ¿Realmente seremos más felices cuantas más horas trabajemos, más dinero ganemos y, sobre todo, más objetos consumamos?
De ahí la importancia de impulsar, en Cancún, un modelo capaz de construir alrededor del valor de los servicios humanos, en lugar de la incesante necesidad de producción para consumo. Y, que, para alcanzar esa “felicidad”, necesitamos mantener dos o tres trabajos precarios, mal pagados y que nos tienen disponibles las 24 horas del día (por algo la propuesta de establecer guarderías públicas de 24 hrs en la ciudad). Bajo estas condiciones, ¿se puede afirmar que se vive mejor ahora en Cancún que hace 20 o 40 años?
Por supuesto, una transición a un nuevo modelo económico donde se prime la calidad de vida y no la productividad no será el resultado de tan sólo proponerlo como idea. Es necesario comenzar a impulsar políticas públicas e incentivos que conduzcan a ello así como evaluar impuestos más bajos si se mejora el reparto del trabajo y los horarios de las personas trabajadoras, y más elevados en cuanto al consumo de recursos.
Tenemos que volver a encontrar el verdadero valor del trabajo, aquel que tiene por objetivos la dignidad humana y la calidad de vida de las personas, ese que debemos volver a poner en el lugar que le corresponde: el corazón de la sociedad cancunense. Somos una ciudad que piensa en sus visitantes pero no debe olvidarse de sus propios habitantes.
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Azucena Gual es co-coordinadora de Wikipolítica Q.Roo una organización política sin filiaciones partidistas.
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