Con la llegada de la pandemia de COVID a nuestro país, la vida de prácticamente todos cambió; algunos perdieron a sus seres queridos, mientras que a unos más los ha dejado sin trabajo, sin ninguna fuente de recursos para sortear una enfermedad que ha dejado miles de muertos en nuestro país. Por ejemplo, el caso de Arturo Gallosso Hernández, quien desde hace 31 años es payaso con su personaje “Arturín”; nombre que se puso en honor a su madre, que lo llamaba así cuando él era pequeño.
“Siento que soy yo, mi verdadero yo cuando estoy maquillado”
Arturo, antes de convertirse en “Arturín”, estudió Ingeniería Mecánica Eléctrica en la universidad, y gracias a que comenzó a trabajar de payaso, pudo solventar sus estudios. Sí, cuenta que empezó en esta profesión cuando descubrió que unos de sus amigos eran payasos y que gracias a eso tenían dinero para pagar la escuela.
Así, con 18 años de edad, él “se les pegó” y empezó a aprender como ser payaso, una profesión que lo transformó porque era algo introvertido: “Pero cuando me enseñan a ser payasito y me maquillo, una cosa muy importante que yo supe, es que yo me transformé”, señala y luego agrega: “Siento que soy yo, mi verdadero yo cuando estoy maquillado”.
En un principio y durante la carrera, Arturo solo trabajaba los fines de semana, pero ya al final de sus estudios, se dio cuenta que le iba bastante bien en su trabajo como payaso. Por esta razón, tuvo que tomar una decisión muy importante: ser ingeniero o payaso, que fue lo que terminó escogiendo porque era los que más le gustaba y apasionaba.
Después se casó, colocó su propia agencia de payasos y gracias a publicidad que empezó a hacer, consiguió contratos, eventos, fiestas y hasta trabajo para otros compañeros. No solo eso, también comenzó a especializarse en la globoflexia, algo que en el futuro le ayudaría bastante.
La globoflexia
Después de la pandemia de influenza A H1N1, se da cuenta que las funciones comienzan a bajar drásticamente, de 8 a 10 a la semana, a solamente 2 o 3, y luego de un año, ya solo tenía una cada quince días hasta que su situación fue empeorando poco a poco. Fue entonces que la globoflexia significó para él una gran solución.
Sí, aunque al principio solo sabía hacer figuras simples como el clásico perrito o la espada, después fue aprendiendo a hacer otras de personajes animados o de películas, creando después de cinco años hasta 300 nuevas figuras. Gracias a la práctica de esta técnica, también empezó a conseguir nuevamente fiestas y eventos, ya que vendía sus creaciones en centros comerciales y preguntaban por sus servicios.
Y es que cuenta Arturo que antes sí les permitían a los payasos colocarse afuera de los centros comerciales para vender sus globos. Un ejemplo de esto es cuando logró que le dieran un espacio en una plaza de Ecatepec, pues acordó regalar cierta cantidad de globos a niñas y niños para poder vender otros.
“El arte de la globoflexia es por práctica. Son muy generosos conmigo, me echan muchas porras, y piensan que es algo del otro mundo, pero no, es práctica. La globoflexia, yo lo puedo decir, me ha sacado a mí de apuros; con eso he mantenido a mi familia, hasta ahora con eso mis hijos están estudiando la universidad”, dice orgulloso.
La Ley de Residuos Sólidos
Desafortunadamente, un nuevo administrador del centro comercial lo corre, por lo que se queda nuevamente sin un lugar para trabajar. Después de hacer pequeños trabajos, decide dedicarse de lleno a la globoflexia y comienza a vender sus figuras en restaurantes, como en “El Carnal”, el cual se encuentra en Tepeyac.
Arturo explica que en este lugar solo pide alojamiento y acomodarse en un espacio para vender sus globos. Las ventas iban bien, y aunque él considera que no era un buen vendedor, dice que mostrar cómo hacía su trabajo atraía a muchas personas, quienes le compraban hasta 70 figuras de diferentes precios diariamente; por ejemplo, la figura que más orgullo le da es un Buzz Lightyear que tiene un precio de 50 pesos y que solamente le toma 15 minutos hacerla.
Así era hasta que llegó la pandemia de COVID-19, con la que en un inicio se cerró el restaurante, y cuando lo abrieron, las ventas se redujeron. Y por si fuera poco, después se enteró que con la nueva Ley de Residuos Plásticos de la Ciudad de México quedaría prohibida la venta de globos a partir del 1º de enero de 2021.
“Entonces ya empieza mi zozobra, porque digo ‘ah, caray, entonces para el próximo año -este año- ya no voy a poder hacer mi globoflexia, con lo que me estoy manteniendo, porque ahorita no hay fiestas”, cuenta.
De hecho la única manera en que pudo seguir comprando sus globos, fue de manera “clandestina”, pues en el negocio donde los conseguía, se los comenzaron a vender atrás del local: “Yo le digo al que me vende los globos: ‘Oye, ¿y si te cachan?’, ‘pues yo tengo que venderlos, yo tengo aquí equis cantidad de bolsas que es dinero’”, le respondió el vendedor.
“Para los payasos la pandemia ha sido una pesadilla”
Por otra parte, cuenta que cuando vio las primeras noticias de la pandemia de COVID en China, no pensó que fuera a llegar tan rápido y tan fuerte a nuestro país. Además lamenta que esta enfermedad ha provocado el fallecimiento de muchos de sus colegas payasos, amigos y hasta familiares. Aunque a él lo golpearía directamente con el cierre del restaurante.
“Para nosotros los payasos, la pandemia ha sido una pesadlla, nos cerró las puertas de todo”, señala Arturo.
Ante esto, confiesa que tuvo que contratarse como payaso en fiestas “clandestinas”, sabiendo el peligro que existía por la pandemia, pero principalmente por la necesidad que tenía: “Yo sé que no era correcto, pero mis necesidades me impulsaban a hacerlo”.
Igualmente aprovechó Facebook para anunciar que hacía felicitaciones virtuales para cumpleaños, para el Día del Niño y para el 10 de Mayo. Aunque no fue suficiente y tuvo que vender sus zapatos de payaso, un micrófono, una bocina y hasta el teclado con el cual cantaba en las fiestas. Después comenzó a aceptar pequeños trabajos y así logró sobrevivir esos meses “con estrés, con insomnio”.
Cuando reabrieron los restaurantes, su situación no mejoró, pues las ventas siguieron bajas. Actualmente vende una o dos figuras, o hay veces en que como dice, solo va “a pasear”. Por eso busca un lugar en el que pueda seguir trabajando.
“En un momento me reproche a mí mismo. Dije, a lo mejor he sido muy egoísta y elegí una profesión que me encanta, que me llena, y a lo mejor no pensé que no iba obtener los recursos para llevar un nivel digno a mi familia”, comenta.
Nueva normalidad, nuevos retos
Y es así que sigue trabajando de payaso en el mismo restaurante, pues afortunadamente volvió a abrir. Sí, se maquilla y se va todos los días a trabajar, esperando vender al menos una o dos figuras de globos.
Eso sí, Arturo respeta todas las medidas sanitarias para evitar contagios, tanto para cuidar a las personas que acuden al restaurante, como para cuidarse a sí mismo; por ejemplo, usa cubrebocas, gafas y gel antibacterial; mientras que el restaurante maneja varias medidas y él se acomoda detrás de una vitrina para no tener contacto con los comensales, y si alguien le habla o se acerca a él, intenta mantener cierta distancia.
Por otra parte, él infla todos sus globos con una bomba y evita hacerlo con la boca. Además como payaso, ahora ya no puede tener el mismo contacto que tenía antes con la gente; solo vende sus globos, uno que otro saludo y ahí termina todo, pues sabe que la situación es diferente por la pandemia.
“Los payasitos somos de mucho contacto, los niños se nos acercan, nos saludan, hasta nos besan, y ahora ya no, ahora ya solo nos saludamos de a codito”, agrega.
Aunque consigue lo suficiente para que no falte comida en su casa, lo que sí le ha sido difícil sustentar, son los gastos que generan el hecho de que sus hijos estudien la universidad. Además se suman otros gastos, que a pesar de ser necesarios, se han vuelto más complicados de pagar . Y así, entre lo poco que gana como payaso, lo que tenía ahorrado y hasta con dinero prestado, ha logrado a penas ir superando estos tiempos de pandemia.
A pesar de la pandemia, el disfruta ser payaso
Entonces, ¿por qué sigue siendo payaso a pesar de la pandemia?: Porque cuando empieza a maquillarse y a trabajar, le gusta, le ayuda a desenvolverse, incluso cuenta que así conoció a su esposa.
“Es un paso adelante que tienes con la aceptación de la gente, que te agarra simpatía, aparte de que el trabajo es muy noble. Yo extraño hacer show ahorita -llevo como dos meses sin hacer show- porque para mí es una catarsis”.
Sí, cuenta que cuando llegaba a las fiestas, los niños ya estaban esperándolo, sentados, con la ansiedad de divertirse. Él aplicaba su rutina, se empezaban a reír y eso lo retroalimentaba porque también se reía junto a ellos, a pesar de que era algo que repetía siempre.
“Entonces ¿qué me motiva?, que para mí no es trabajo (…) Me gusta mucho, yo sí disfruto ser payaso, eso es lo que me mantiene”.
Aunque tristemente comenta que si le llegaran a dar un trabajo con el cual pudiera satisfacer sus necesidades durante la pandemia, sí lo tomaría, aún si significara dejar de ser payaso, porque para él lo importante es dejar sus preferencias para sustentar a su familia.
Finalmente, señala que tiene diferentes redes sociales donde lo pueden contactar; todas con el nombre de “Payaso Arturín”: un canal de YouTube donde sube tutoriales de cómo hacer sus globos y fragmentos de shows; una cuenta de Instagram; una de Facebook llamada Arturo Gallosso Hernández Payaso Arturín; y en WhatsApp lo encuentran con el número 55 18 25 25 89.
En estos tiempos de pandemia, Arturo o el Payaso Arturín, solo pide que lo dejen vender sus figuras de globos, que le permitan trabajar en un lugar donde valoren su trabajo…