Un 28 de mayo, pero de hace 77 años, México ingresó por primera —y única— vez a un conflicto armado fuera de nuestro territorio. En aquel jueves, el entonces presidente, Manuel Ávila Camacho se presentó en el Congreso, aclaró la voz y pronunció un histórico discurso en el que oficialmente le declaraba la guerra a las potencias del Eje (Alemania, Italia y Japón). Al terminar sus palabras, México entraría oficialmente a la Segunda Guerra Mundial.

¿La razón? A pesar de la neutralidad mexicana los gobiernos nazifascistas habían atacado dos buques mexicanos, el Potrero de Llano y el Faja de Oro, costándole la vida a una veintena de marinos.

Primera plana en El Universal del viernes 29 de mayo // Foto: El Universal

“Honorables Miembros del Poder Legislativo”, comenzaba Ávila Camacho. “Me presento a cumplir, ante ustedes, el más grave de los deberes que incumben a un Jefe de Estado: el de someter a la Representación Nacional la necesidad de acudir al último de los recursos de que dispone un pueblo libre para defender sus destinos”.

El presidente mencionaría la agresión submarina al Potrero del Llano —hundido la noche del 13 de mayo— y las muertes de los jóvenes mexicanos. El mandatario explicaría que nada impidió el ataque del torpedo: “ni la neutralidad del país al que la nave pertenecía, ni la circunstancia de que ésta llevase todos los signos externos característicos de su nacionalidad, ni la precaución de que el barco viajase con las luces encendidas” y mucho menos, las vidas perdidas. “Catorce vidas de hombres jóvenes y valientes, sobre cuyo recuerdo la Patria entera se inclina con emoción”. 

Documento original de la declaración de guerra, firmado unos días antes // Foto: Héctor de Mauleón

Después, recordaría al ataque del 20 de mayo, al buque Faja de Oro, “torpedeado y hundido frente al litoral norteamericano, en condiciones idénticas a las que se registraron en el caso anterior”.

En esa agresión morirían seis mexicanos.

México se quejó oficialmente con las autoridades del Eje. En la carta, nuestro país pedía una indemnización inmediata y las garantías de que un ataque de esa magnitud no sucedería otra vez. Italia y Japón no respondieron. ¿Alemania? “En un gesto de menosprecio que subraya el agravio y mide la arrogancia del agresor, la Cancillería alemana se rehusó a recibirla”, explicaría el presidente Ávila Camacho.

Manuel Ávila Camacho en el Congreso de la Unión en 1945 // Foto: GettyImages

“Todas las gestiones diplomáticas han terminado y se plantea ahora la necesidad de tornar una pronta Revolución”. 

Escucha el discurso de Manuel Ávila Camacho —narrado por otra voz— en el video de acá abajo o si eres de los que prefiere leer la historia, échale un ojo a la transcripción por ACÁ.

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