Por Joaquín Díez-Canedo N. 

Dos siglos después de la mayoría de las independencias latinoamericanas, la pregunta sobre si hay algo que une a las naciones que componen a esta vasta región del mundo sigue siendo difícil de contestar; quizás la manifestación más clara de esta dificultad de establecer nexos comunes entre lo que Miquel Adrià llama un archipiélago de estados sean las diferencias políticas, económicas y sociales a lo largo y ancho del continente. Pero algo indudable es que hay temas comunes en nuestras naciones, como, entre otras, la amplitud de un paisaje que aún a veces parece indómito, la relación siempre tensa entre el desarrollo y la tradición, y el hecho de compartir un mismo lenguaje que, aunque necesariamente toma matices regionales, puede ser entendido en (casi) todas sus regiones.

Radical. 50 arquitecturas latinoamericanas es un libro que intenta responder a esta pregunta sobre la esencialidad de América Latina desde el optimismo y el campo de lo construido. Publicado por editorial Arquine y editado por Andrea Griborio y el mismo Adrià, el libro compila 50 proyectos de arquitectos menores de 50 años generados en los años posteriores a la crisis de 2008, aquella que dio fin a la aparente bonanza de los años del neoliberalismo recalcitrante de los noventa y primeros dosmiles. Destacando lo producido en países como Chile, Colombia, Perú y México, el libro pretende demostrar cómo, enfrentados a estas situaciones de precariedad, el rol del arquitecto latinoamericano ha pasado de ser aquel de la estrella solitaria que, sin importarle lo demás, sólo se preocupaba por la forma —que el edificio se viera bien, pues— a uno en el que éste toma un rol activo, más como facilitador de procesos colectivos que como agente externo que decide unilateralmente sobre el destino de un espacio colectivo —es decir, el arquitecto como el responsable de que el edificio cumpla una función que promueva el bien común.

Foto: archdaily.mx

De ahí que el título lleve el problemático término “radical”, pues, a decir de los editores y de cara a economías enclenques y a la —a veces— nula presencia del estado, parece que lo radical hoy en día pasa por organizar colectivos; entender que los recursos disponibles son limitados y trabajar a partir de ellos; sobre todo, cuestionar las posibilidades que ofrecen estas situaciones de escasez. Así, parece que la pregunta en la actualidad es cómo hacer lo más posible con lo poco que hay disponible.

En respuesta, el libro recopila ejemplos de capillas, hoteles, pabellones, escuelas, centros de artes y oficios e incluso algunos galpones industriales, todos ellos realizados a lo largo y ancho de América Latina —desde los rincones más recónditos del continente como las sierras, las costas o las selvas, hasta las esquinas más visitadas de las ciudades más importantes de la región, como São Paulo o Santiago. Si bien en apariencia dispar, pues en sus páginas se reúnen desde escuelas rurales hasta museos de arte contemporáneo, el común denominador de todos los proyectos es que en ellos destacan los valores arriba mencionados: todos son soluciones sencillas en la manera en que configuran el espacio público, todos usan materiales locales y procesos de construcción poco costosos, y en todos se privilegia una imagen que va de la mano con esa sencillez. Es decir, ninguno es un edificio fastuoso cuyo impacto sea resultado de una imagen espectacular, sino que, todo lo contrario, es su simpleza y eficiencia la que les otorga su potencia.

Los proyectos escogidos, ya sean de inversión pública o privada, ayudan a conformar lo que Griborio denomina el espacio común. “Son proyectos en los que cualquiera puede entrar”, me dice la editora cuando le pregunto sobre los criterios de selección. “Es una compilación que pretende poner en un solo libro lo que se hace en el continente y que nos parece que es muy bueno”. Además, los editores destacan el trabajo colectivo de los arquitectos, como los mexicanos MMX y Productora, de quienes se muestran sus respectivos proyectos para la Feria de Culturas Amigas de 2015 y 2016, o los argenitnos MONOBLOCK, que llegan a la edición con su proyecto para el Museo de Arte Contemporáneo de Mar del Plata. También hay espacio para arquitectos consagrados como el Pritzker chileno, Alejandro Aravena, y su proyecto para el Centro Anacleto Angelini de la Universidad Católica, así como para las colaboraciones transnacionales, como el caso de los uruguayos MAAM y los brasileños StudioParalelo, quienes realizaron en conjunto el proyecto para el Consejo Regional de Ingeniería y Agronomía del estado de Paraíba en la ciudad de Campina Grande.

Foto: catalogodiseno.com

Cuando les pregunto a Griborio y a Adrià sobre qué creen que puede aportar la arquitectura latinoamericana al resto del mundo, Adrià se toma un instante para contestarme “yo creo que es eso, ser original. Y lo digo en ambos sentidos del término, tanto en volver al origen como en hacer algo que sea diferente, nuevo”. Y tal vez sí, tal vez ésa es la potencia de América Latina, una tierra que no puede negar sus raíces al tiempo que debe renovarlas todo el tiempo. Si de eso se trata la esencia lationamericana, del retorno al origen, entonces Radical. 50 arquitecturas latinoamericanas atina en descubrirla y ponerla sobre la mesa en un libro que es al tiempo un objeto interesante, una buena recopilación de buenos edificios y un manifiesto no panfletario sobre cómo se debería hacer la arquitectura en estos tiempos de crisis. Definitivamente, vale la pena echarle un ojo.

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Joaquín Díez-Canedo N. es arquitecto por la UNAM e historiador de la arquitectura por The Bartlett School of Architecture, UCL.

Twitter: @joaquindcn

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