Por Pablo Duarte
En un brevísimo perfil, el poeta argentino Fabián Casas menciona únicamente dos veces por nombre a Josep Guardiola. Al principio –“ El Barcelona de Pep Guardiola no se remonta al de su amado Bielsa”–, y al final –“…las técnicas de juego a las que le sacaría jugo Pep Guardiola”. No es propiamente un retrato en dos páginas del entrenador catalán –nativo de Sanpedor, 46 años, 1.80m de estatura–, pero es casi como si lo fuera, porque habla de quienes lo antecedieron. Habla de los holandeses Cruyff –Hendrik Johannes de nombre, Johan en confianza, fallecido hace un año y meses, 1.80m de estatura, 14 en la espalda–, y Michels –Marinus Jacobus Hendricus de nombre, Rinus en confianza, fallecido hace doce años y meses, 1.86 de estatura, genio en el banquillo. Cruyff y Michels y Guardiola. El perfil termina y uno conoce poco de Guardiola pero mucho de su genealogía. No importa esa laguna: como sólo pasa con algunos cuantos deportistas, Pep parece familiar, conocido, asequible.
Qué accesible es Guardiola. Elija usted la que más se aproxime a su sentir. a) Claro, el promotor del tiki-taka, el de las corbatas delgadas y los suéteres que gesticula mucho en la banda. b) Cómo no, el que aprovechó a tres jugadores sin parangón –Messi, Iniesta y Xavi– para construir un equipo que aburría de tanto que ganaba. c) Ah, ese, sí lo tengo, es un sofista, un embaucador, un afortunado que entrenó equipos hechos. d) Seguro, el pensador, el intelectual, el que revolucionó el futbol con sus nuevos postulados de orden táctico.
Porque qué cerquita parecen estar los ídolos deportivos. Concurrir a sus hazañas –no importa que sea desde el sofá– otorga esa licencia de cercanía. Y, sin embargo, quizá como nunca en la historia del deporte profesional, los deportistas están aislados, inalcanzables. Se ha dicho mucho: nunca como ahora es sencillo atestiguar –pantallas, cuentas de Instagram, streaming pirata mediantes– sus logros y sus fracasos; tampoco como hasta ahora los cercan las barreras de la celebridad así de plano. Queda claro con cada partido de domingo, con cada Juego de Estrellas, incluso con cualquier biografía no autorizada. Las razones culturales, socioeconómicas, políticas que explican la paradoja de esta distancia no son el propósito explícito del libro más reciente de Martí Perarnau, periodista y exatleta catalán. Pep Guardiola: La metamorfosis es, sin embargo, un caso atípico en este momento de falsa cercanía.
Perarnau es autor de un libro previo que sorprendió por el acceso que tuvo a su sujeto –Herr Pep, publicado en 2014, sobre la primera temporada de Josep Guardiola en el equipo alemán Bayern Munich. Para aquel trabajo pudo estar un año al lado de uno de los entrenadores más famosos del mundo. Pep Guardiola: La metamorfosis es una especie de epílogo no sólo de la campaña alemana de Guardiola, sino un intento de remate de aquel derroche de acceso del que gozó hace unos años. Pródigo en entrevistas con amigos de Guardiola, colaboradores cercanos y periodistas especializados, el postulado del libro es sencillo: después de tres años en la Bundesliga, Guardiola ha sufrido transformaciones a su modo de dirigir que le permitirán triunfar en Inglaterra. No obstante su promesa tan frontal y el antecedente del acceso –a él sí le permitieron estar cerca del ídolo–, Pep Guardiola: La metamorfosis es un libro extraño.
Primera insinuación de la rareza: el libro de Perarnau tiene algunas de las principales características de los libros de autoayuda. Hay un adn, un fenotipo, y este libro por momentos lo exhibe. Díganme si miento. Los libros de autoayuda incluyen, por ejemplo, epígrafes pescados con red de personalidades reconocibles (en pocas páginas aparecen Osho y Wittgenstein) que mencionan generalidades que aplican a casi cualquier cosa. Los capítulos están divididos en subcapítulos muy breves, fáciles de leer. La información enlistada es una constante. Por aquí y por allá hay recuadros que interrumpen con algún episodio concreto y breve que puede o no tener relación con lo que se habla pero que quiere ser “ejemplar”. Muchos de los argumentos desembocan, explícita o implícitamente, en alguna conclusión aprovechable, benéfica para el lector en su vida cotidiana; son argumentos o análisis extrapolables. (No por nada aparece mencionado varias veces el libro sobre cómo el ajedrez imita a la vida de Kasparov.) Y además tiene una reiteración particular, cada cierto tiempo vuelve sobre lo ya dicho, incluso con las mismas palabras para repetir los puntos principales que el libro ha ofrecido desde el inicio.
Segunda insinuación de la rareza: el libro reconoce que está estructurado de modo peculiar y lo atribuye a una posible influencia de la actitud ecléctica de Guardiola. “No es un libro fácil, rehúye lo lineal, flirtea con la complejidad y juega con el tiempo y con los tiempos al mezclar fechas y acontecimientos”.
Insinuación final de la rareza: es un libro que no necesitaría toda esa parafernalia de ayuda personal ni de “flirteos con la complejidad”. Es decir, ahí dentro hay un muy buen libro de futbol. Perarnau tuvo gran acceso a gente muy cercana a Guardiola –Juan Manuel Lillo, Domenec Torrent, Manuel Estiarte, Francisco Seirul·lo, y muchos otros– que ayudan a entender qué pretende Guardiola con sus equipos (posesión de balón, defensa alta, aferrarse a la iniciativa, la velocidad y la intención de los pases, etc.). Además, Perarnau recabó cifras interesantes y reveladoras sobre los logros claros (al equipo alemán de Guardiola, en su último año, no le metieron gol en tiro de esquina, por ejemplo).
Éste pudo haber sido un libro reconcentrado y profundo del pasatiempo más popular del mundo; un libro más breve que contara la historia de la evolución táctica de uno de los entrenadores aficionados a la complejidad. Porque ése es el punto –reiterado– de este libro: Guardiola no es un fundamentalista del futbol ordenado hasta la asfixia. Guardiola, meticuloso y trabajador, no es, según Perarnau, un aferrado a la repetición de ejercicios porque sí. Lo que es, en realidad, es un mago del cambio, de la adaptabilidad, de analizar a fondo para encontrar una variante, un resquicio donde permitir que la genialidad aflore. Habrían sido cien páginas pero habríamos perdido a los gerentes que buscan enseñanzas prácticas para sus juntas de trabajo. Y regresamos a la paradoja del acceso. En 1978 Ricardo Garibay publicó su excelente crónica del tiempo que pasó con el boxeador mexicano Rubén, “El Púas” Olivares. Bebió y viajó con él y el resultado es un retrato detallado de un atleta autodestructivo y en total posesión de su talento. Ahora, tomando este libro como muestra del acceso en nuestros tiempos, el resultado no puede ser otro que una contradictoria mezcla de momentos salutíferos, ejemplaridad y momentos de análisis preciso y disfrutable, todos empaquetados cerca del powerpoint.
A manera de conclusión aprovechable, de episodio ejemplar, esto: El periodista mítico Dante Panzeri escribió en los setentas sobre el juego de la pelota:
El futbol es siempre antiguo. Porque no es ciencia que pueda enseñarse. Es imprevisto. Es improvisación. Tiene que ser improvisación. Aunque la palabra no guste a la “organización” ni al “orden”, que hoy tanto se pregona como supuestos avales de que el futbol está mejor organizado. Lo único que puede organizarse en futbol es su régimen anterior y posterior a los partidos. Lo que ocurre en la cancha… lo organizan las circunstancias y lo decide el imprevisto.
Pep Guardiola: La metamorfosis se publicó en octubre de 2016. Guardiola llevaba entonces dos meses de competencia en su nuevo equipo inglés y, aunque no arrollador, sí parecía un inicio halagüeño. Casi seis meses después se ha impuesto lo imprevisto: es probable que esta sea la primera campaña en la que Guardiola termina el año sin un solo trofeo.
Martí Perarnau, Pep Guardiola. La metamorfosis, Roca Editorial, Barcelona, 2016.
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Pablo Duarte edita, traduce y dice necedades en la radio.
Twitter: @elotroduarte