Por Luis Ángel Monroy-Gómez-Franco

Sean Spicer (y Reince Priebus, Jefe de Gabinete de la Casa Blanca), secretario de prensa del gobierno de Donald Trump, dijo la semana pasada que la administración Trump contemplaba un buffet de opciones para hacer que México pague el muro que quieren construir en la frontera entre Estados Unidos y México (por cierto, vamos a decirlo desde ahorita: #NoalMuro). Ese buffet, que es quizá el buffet menos atractivo de la historia, tiene como platillos a elegir un impuesto del 20% a las importaciones mexicanas, un impuesto a las remesas enviadas desde Estados Unidos a México, incautar los bienes y recursos de los narcotraficantes mexicanos detenidos en EE.UU. Hasta ahorita, ésos son los platillos del menú que conocemos. 

De ellos el que más atención atrajo fue la idea del impuesto a las importaciones mexicanas. En buena medida ello se debe a que ni siquiera en la Casa Blanca tienen claro a qué se refería Spicer cuando lo mencionó. Al hablar de un impuesto a las importaciones, Spicer pudo haberse referido a dos tipos de impuesto: un arancel específico a las importaciones provenientes de México o al impuesto compensatorio fronterizo. Si bien aún no sabemos cuál de las dos opciones es a la que se refería Spicer (sospecho que ni él mismo lo tiene claro), vale la pena considerar los posibles efectos de ambos.

(Foto de Win McNamee/Getty Images)

Lo primero es saber en dónde estamos parados. Cerca del ochenta por ciento del total de las exportaciones mexicanas está dirigido al mercado norteamericano, mientras que cerca de la mitad del total de importaciones mexicanas proviene de Estados Unidos (esos datos son de Banco de México).

¿Qué exportamos a los Estados Unidos?

Lo primero que viene a la mente, estando cerca del super bowl, es que exportamos aguacates. Y eso es cierto, pero en realidad los aguacates, y en general los bienes de consumo, son la menor parte de nuestras exportaciones a Estados Unidos (según los datos de la oficina del Censo de EE.UU.) representan cerca del 26% de nuestras exportaciones a ese país, los alimentos en específico son el 7%. La mayor parte de nuestras exportaciones son insumos empleados para la producción de otros bienes (28% del total) y bienes de inversión (36% del total). Lo restante son servicios y otros bienes. Ese comercio se realiza bajo las reglas del Tratado de Libre Comercio de América del Norte y de la Organización Mundial de Comercio.

¿Y qué pasaría si el gobierno de Estados Unidos decidiera adoptar un impuesto del 20% sobre las importaciones mexicanas?

Lo primero es que esa medida va en contra de las reglas de comercio adoptadas por ambos países (tanto las del TLCAN como las de OMC) por lo que podría ser denunciada por el gobierno mexicano en ambos foros. En ambos casos, el gobierno mexicano tendría todas las de ganar. Si Trump decidiera salirse del TLCAN, la medida aún podría ser denunciada en la OMC y en ese foro también ganaría México. El que México gane ese conflicto implicaría que EE.UU. debería dar marcha atrás al impuesto, o enfrentarse a la respuesta mexicana. Y si bien para muchos podrá sonar increíble, México sí tiene forma de responder.

En 2010 y 2011, México implementó una política comercial llamada carrusel arancelario como respuesta a la negativa de EE.UU. a permitir el paso a los transportistas mexicanos. El carrusel arancelario consiste en seleccionar una canasta de bienes específica (por ejemplo, escoger los principales bienes exportados por aquellos estados de EE.UU. en donde ganaron representantes republicanos por márgenes muy pequeños) y ponerles un arancel temporal, definiendo la temporalidad de forma aleatoria. Si esto se complementa con una política de importaciones que genere sustitutos para los bienes importados desde EE.UU., el efecto sería una caída en las exportaciones de Estados Unidos, particularmente en aquellos estados en donde los republicanos apenas y ganaron.

¿Pero qué implicaciones tendría por sí mismo un impuesto de este tipo, más allá del régimen institucional que regula el comercio entre ambos países?

En el caso de los bienes de consumo exportados por México, el impuesto daría como resultado un incremento en el precio final de venta en el mercado estadounidense, pues los importadores trasladarían el costo de los impuestos al consumidor final. Dependiendo de qué tan sensible sea la demanda por estos bienes a las variaciones en el precio, y de la existencia de posibles sustitutos, el impuesto llevaría a que los recursos recaudados provinieran de los consumidores estadounidenses y ocurriera una disminución en el monto de las exportaciones mexicanas de esos bienes. El monto de la reducción depende de qué tan sensible es la demanda a las variaciones en el precio.

En el caso de los otros tipos de bienes, la situación no es tan obvia. Si bien es posible que parte del efecto del impuesto se traslade al precio final de venta en Estados Unidos (particularmente en aquellos mercados en donde los importadores fijan el precio, como es en el sector automotriz), también es posible que los exportadores mexicanos absorban parte del incremento en costos para evitar perder mercado frente a los competidores locales.

En ambos casos, el efecto del impuesto sería una posible reducción en el volumen de exportaciones hacia Estados Unidos de los bienes gravados, como consecuencia de una caída en la demanda por el incremento en el precio.

¿Eso por sí mismo modificaría el patrón de exportaciones de México? ¿Provocaría una salida masiva de industrias de México a otros países?

No necesariamente. Vale la pena recordar que la localización de las inversiones depende no sólo de los costos de llevar el producto al lugar de venta, sino de la disponibilidad de los factores necesarios para producirlo. Por ello es que el mover la producción de un país a otro es un proceso lento, y no algo que ocurra inmediatamente. Sin embargo, podría llevar a que se reduzca el número de inversiones que llegan a México desde el extranjero.

Sobre el pago del muro, un impuesto de este tipo difícilmente llevaría a que éste fuese financiado por México, y más bien sería pagado por los consumidores estadounidenses.

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Luis Ángel Monroy-Gómez-Franco es Maestro en Economía por El Colegio de México y consultor independiente.

Twitter: @MGF91

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