Luego de la impresionante Drive, Nicolas Winging Refn y Ryan Gosling vuelven a hacer mancuerna en Only God Forgives. Una cosa es segura: no se trata en lo absoluto de un paso hacia delante en la filmografía de ninguno.
Julian (Gosling) es un vendedor de drogas en Bangkok, que pasa el día entero lamentándose por su terrible destino en el exilio. Billy, su hermano, es un psicópata pedófilo en busca de una chica joven para tener sexo. La crianza edípica por parte de una madre castrante, controladora y sumamente seductora, aunada al ambiente de violencia y asesinatos a sangre fría, hicieron de Billy y Julian dos hombres de arrebatos impredecibles. Es en uno de ellos que Billy viola y mata a una chica de 16 años.
Chang (Vithaya Pansringarm), jefe policial, hombre de pocas palabras y maestro de la espada [sin motivo ni necesidad aparente aparte de que las espadas son la onda] da con Billy y ofrece venganza al padre de la chica. El violador muere de forma tan sangrienta como su víctima. Crystal (Kristin Scott Thomas), madre de Julian y Billy, encomienda a su hijo vivo vengar al muerto. Julian, no obstante, decide no cobrar ni una vida al conocer las condiciones de la muerte de su hermano. La furia de Crystal y su poder sobre Julian, sin embargo, ponen a éste en aprietos.
Durante el resto del film veremos a Chang enfrentar la persecución de Julian, su madre y sus secuaces, dejando tras de sí litros y litros de sangre derramada. El contrapeso femenino de Crystal es Mai (Yayaying Rhatha Phongam), bella prostituta de melancólico pero valiente temperamento [¿el cliché más molesto del cine?] que acompañará a Julian durante las humillaciones ejercidas por su madre.
Si Drive nos hipnotizó con su acompasado ritmo, pendulando entre la acción y la poesía; Only God Forgives no hace más que tropezar con su propia lentitud. El resultado es una película no sólo aburrida, sino molesta por su pretensión de profundidad al retratar las fáciles (demasiado fáciles) cicatrices emocionales de Julian hasta llegar a un final trágico sumamente inmerecido por sus cimientos narrativos.
La más que sugerida relación incestuosa de Crystal con sus hijos resulta de lo menos escandalosa y roza en el mal gusto y la inverosimilitud. No vemos a Julian cargar con un indecible peso emocional, sino con un guión que a duras penas puede interpretarse. A su vez, la ausencia de información sobre el pasado de Chang, característica tan atractiva en personajes como el propio protagonista de Drive (quien, no obstante, poseía motivos más que suficientes para ser un asesino), impide aquí cualquier entendimiento frente a las acciones del diabólico policía. Esto se extiende a la mayoría de los personajes, quienes carecen de fundamento para llevar a cabo básicamente todo lo que hacen, incluyendo el golpear gente hasta la muerte durante horas.
Si su planteamiento propone una serie de elementos para hacerla buena (incluyendo las malditas espadas), el desarrollo lo hace caer todo por la borda y su deslumbrante final parece haber sido sacado de cualquier otro lugar. No hay mejor manera de describirla que esta: Tarantino en valium.
Una y sólo una cosa, sin embargo, hacen que valga la pena ver este film en pantalla grande y proyección digital: la magistral fotografía de Larry Smith, cuyo arte nos dejó abrumados en Eyes Wide Shut de Kubrick. El uso de colores básicos y brillantes en contrastes que nos hacen querer chupar la pantalla alcanza en Only God Forgives niveles sublimes. Se trata de un poderoso contrapeso que podría incluso hacerla digerible.
Si aún conservas tu curiosidad y no deseas perderte de una excelente experiencia visual, puedes ver esta y otras películas en la 55 Muestra Internacional de Cine que actualmente se lleva acabo en la Cineteca Nacional.
