Esta semana podría decidirse el rumbo definitivo de uno de los conflictos más importantes que el mundo haya presenciado en los últimos años: la guerra separatista en Ucrania.

Hasta el momento, 5 mil 400 personas han perdido la vida en el enfrentamiento entre los territorios del este ucraniano y el ejército del país, comandado por Petró Poroshenko. El conflicto no sólo incumbe a Ucrania, sino a Estados Unidos, la Unión Europea y Rusia y se ha transformado en el más hostil de los escenarios entre el bloque ex soviético y Occidente, desde la caída del Muro de Berlín.

El conflicto inició cuando la administración ucraniana, que llegara al poder tras unas elecciones criticadas por la oposición, buscó pactar con la Unión Europea para establecer tratados de comercio. Por su parte, Rusia buscó impedir la nueva relación, que alejaría a uno de sus socios comerciales más importantes y hubiera entorpecido el transporte de petróleo y gas a la Unión Europea, su peor enemigo político y su mejor cliente energético.

Lo cierto es que Ucrania nunca ha sido una nación unitaria (caso de muchos países sin conflictos armados, como la India, dicho sea de paso). Mientras el este tiene una mayoría étnica rusa, el oeste está conformado en general por ucranianos no eslavos. Mientras el mayor cliente comercial del este es Rusia, el del oeste es la Unión Europea.

En marzo del año pasado, Putin ordenó la anexión de Crimea, una península ucraniana a su territorio. Mientras algunos justificaban la medida por cuestiones históricas (Crimea pertenecía a Rusia durante la Guerra Fría y fue cedida a la República Soviética de Ucrania por motivos puramente burocráticos), otros la rechazaban y la consideraron un ataque a la soberanía del país.

La medida de Putin fue criticada fuertemente por la comunidad occidental, Estados Unidos y la Unión Europea incluidos. Para ellos, aliados del gobierno de Kiev, se trataba de una declaración de guerra abierta y una demostración de que Rusia estaba dispuesta a hacer lo necesario para evitar que su mejor carta en el mercado petrolero en el sur de Europa cambiara de bando.

Ya desde antes de la anexión, la guerra entre el oriente y el occidente ucranianos había estallado. Después de que Rusia se hiciera con Crimea, el conflicto se agudizó y Donetsk, Járkov y Lugansk, territorios del este, proclamaron respectivamente sus independencias.

Los bombardeos en la región son cosa de todos los días. Petró Poroshenko acusa a Putin de financiar a la guerrilla separatista. Aunque Putin niega tal apoyo, lo cierto es que ha hecho todo el esfuerzo diplomático para tachar de criminales las acciones del gobierno oficial.

El apoyo al separatismo y la anexión a Crimea, le han costado caros a Rusia. Los países europeos dispusieron todo para evitar que los bancos rusos tuvieran contacto con los suyos, redujeron su compra de combustibles, petróleo y gas, cancelaron diversos tratados y acuerdos económicos.

Algunos países, como Inglaterra, podrían continuar con el bloqueo de por vida porque son completamente independientes de los productos rusos. Sin embargo, otros, como Alemania, que hasta hace un año tenía una dependencia del 40% de hidrocarburos rusos, encabezan las medidas diplomáticas para la pacificación de Crimea y, por supuesto, la consecuente reapertura de los negocios con Rusia.

Desde este jueves, un tremendo maratón de diálogos ha arrancado entre diversos actores políticos. El gran número final se espera para este miércoles, cuando una histórica reunión entre delegados de Francia, Alemania, Rusia y Ucrania tenga lugar en Minsk, Bielorrusia.

En septiembre del año pasado, un pacto de paz fue firmado entre Rusia, Ucrania y naciones occidentales, aunque hasta la fecha no se ha respetado y el conflicto sangriento sigue provocando muertes y desplazamientos de decenas de miles de personas. La gran esperanza diplomática es lograr revivir aquel tratado, aunque la cosa no es sencilla.

Antes de este lunes, ya se habían establecido reuniones entre los titulares rusos, franceses, alemanes y ucranianos. La comitiva de los occidentales visitó Kiev el jueves y Moscú el viernes. Putin anunció en Sochi un avance en las negociaciones de paz, aunque el mensaje fue ambiguo y, por supuesto, permanece recto en su idea de que occidente es culpable del conflicto.

Este lunes, el presidente estadounidense, Barack Obama y la canciller alemana, Angela Merkel, mantuvieron un diálogo en el que acordaron suspender los planes occidentales de mandar armas a Ucrania (lo que dejaría definitivamente asentado el conflicto entre Rusia y la alianza Unión Europea – Estados Unidos) para darle una oportunidad al diálogo del miércoles en Minsk.

Ambos mandatarios mandaron un mensaje de unidad a Rusia e invitaron a Putin a limar asperezas para devolver la paz a Ucrania. Es fácil decirlo, aunque con seguridad, el miércoles las negociaciones incluirán una exigencia por parte de Rusia en materializar el supuesto gesto con el levantamiento del boqueo comercial.

Ninguno de los gobiernos que intervienen en el asunto han dicho lo que harán si las medidas no logran concretarse. Este miércoles, Minsk será testigo del último intento diplomático de paz en Europa antes de la intervención armada occidental en Rusia.

@plumasatomicas

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