Por Roberto Vélez Grajales

¿Cuál debería ser un indicador de avance en una sociedad? Existen varias posibilidades, por ejemplo, si la gente cada vez vive más, o si el número de años de escolaridad de las personas se ha incrementado. Hay otras opciones más simples y, probablemente, más tangibles para la población. ¿Qué les parece si les digo que el avance de una sociedad se evaluará en función de cómo nos vaya en resultados de vida con relación a cómo les fue a nuestros padres? En ese caso, si nos va igual, diremos que no se experimentó movilidad; si nos va mejor, entonces identificaremos que experimentamos movilidad ascendente, y si empeoramos, entonces estableceremos que dicha movilidad fue descendente. Desafortunadamente, la evidencia sugiere que este tipo de avance se ha ido reduciendo, sí, por el estancamiento en crecimiento económico, pero también y de manera particularmente importante porque la desigualdad se ha incrementado.

Hace unas semanas, el Dr. David B. Grusky de la Universidad de Stanford recibió la Cátedra Manuel Espinosa Yglesias en la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP). Cabe mencionar que dicho reconocimiento se otorgará cada dos años a un especialista destacado en la materia de movilidad social. En el caso particular del Dr. Grusky, su trabajo de investigación se ha centrado principalmente en el caso norteamericano, aunque recientemente hizo un trabajo comparativo referente al caso mexicano. Entre sus trabajos más recientes destaca uno que realiza en conjunto con otros especialistas titulado, El deteriorado sueño americano: tendencias en la movilidad absoluta de ingreso desde 1940. En el mismo se observa la dinámica de la movilidad absoluta en dirección ascendente para el caso norteamericano.

En dicho trabajo, la movilidad se define como el porcentaje de la población que mejoró su nivel de ingreso con relación al de sus padres, década por década, desde la de aquéllos nacidos en la década de los 40 hasta la de los 80 del siglo XX. Los resultados son impactantes. De los nacidos al inicio del periodo de estudio, arriba del 90 por ciento lograron niveles de ingreso más altos que sus padres, mientras que, para los nacidos al final del periodo de estudio, dicho porcentaje se había reducido a alrededor del 50 por ciento. Es decir, la movilidad absoluta ascendente en Estados Unidos se redujo durante la segunda mitad del siglo XX.

Imagen: Claudio Muñoz

Con ese resultado a la mano, los autores se hacen otro cuestionamiento, ¿qué pasaría en términos de movilidad absoluta si las cosas fueran distintas a lo observado en términos de crecimiento económico y desigualdad? Y en particular, ¿se podrían recuperar las tasas de movilidad ascendente observadas al inicio del periodo de estudio? Para contestar a lo anterior, los investigadores realizan un par de ejercicios. En uno simulan el efecto de una tasa de crecimiento económico como la del inicio del periodo de estudio, la cual era más alta, manteniendo el nivel de desigualdad observado en los ochenta. En cambio, en el otro ejercicio hacen lo contrario: mantienen la tasa de crecimiento económico observada al final del periodo de estudio y simulan el efecto de una desigualdad equivalente a la del inicio del periodo (los cuarenta), la cual era más baja que en los ochenta.

Los resultados observados son más que sugerentes. En el primer caso, con mayor crecimiento y alta desigualdad, la tasa de movilidad absoluta ascendente gana 10 puntos, alcanzando el 60 por ciento. En cambio, con crecimiento estancado pero menor desigualdad, el efecto sobre la tasa de movilidad absoluta ascendente resulta mayor, alcanzando el 80 por ciento. Como se puede observar, en ninguno de los dos casos se logra regresar a la tasa de movilidad inicial, de arriba de 90 por ciento. Sin embargo, el ejercicio sugiere un mayor peso de la desigualdad ya que, a pesar de no experimentar mayores tasas de crecimiento económico, el simple hecho de mejorar la distribución de las ganancias del mismo hace que una mayor proporción de la población las utilice para incrementar la movilidad absoluta ascendente. En resumen, lo que el hallazgo sugiere en términos de movilidad absoluta ascendente es que el crecimiento económico, aunque necesario, no resulta suficiente.

Lo anterior, más allá de la necesidad de profundizar en el análisis y de extender el estudio a casos como el mexicano, con la limitación de disponibilidad de datos que esto conlleva, invita a concentrarse en el estudio de la composición de la desigualdad. En particular para el caso mexicano, hemos comenzado a avanzar una agenda de investigación en ese sentido y los primeros resultados arrojan que una proporción más que significativa de la desigualdad de resultados de vida de los mexicanos está constituida por la desigualdad de oportunidades a la que la población se enfrenta. Si estos hallazgos se consolidan, contaremos con evidencia suficiente para explicar la persistencia de la alta desigualdad observada en México, así como una ruta clara, más allá de la necesidad de que haya crecimiento económico, sobre cómo desmontarla.

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Roberto Vélez Grajales es Director de Movilidad Social del CEEY.

Twitter: @robertovelezg

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