Por José Acévez
Hace unos días, el diputado independiente del Congreso de Jalisco, Pedro Kumamoto, anunció sus intenciones de conseguir una candidatura, también independiente, para el Senado de la República en 2018. Esto lo anunció días después de que la Suprema Corte de Justicia avalara como constitucional la ley denominada Sin Voto No Hay Dinero, promovida por el diputado y su equipo en el Congreso local.
En ese contexto, circuló en redes sociales un video donde le preguntaban a Andrés Manuel López Obrador si su partido debía sumarse a las iniciativas de Sin Voto No Hay Dinero que había promovido Kumamoto también a nivel federal. En un lapsus de ambigua postura, el líder de Morena declaró que no confía en los políticos independientes, diciendo que observemos el caso de El Bronco (actual gobernador de Nuevo León), ya que estos están siendo financiados por “la mafia del poder”. Lo más curioso de esta declaración es que, de pronto, el tabasqueño parecía perdido en su lectura de los rumbos políticos nacionales al confundir con tal facilidad las intenciones de dos personajes tan disímiles como Kumamoto y El Bronco, que si bien comparten el adjetivo “independiente”, sus carreras, círculos de poder, discursos y estrategias son contrastantes.
Esta postura de López Obrador podría tener implicaciones en ese gran grueso de la población mexicana cuya principal característica política (si lo traducimos a manifestaciones electorales) es la indecisión. Quizá en un futuro el excandidato presidencial sea capaz de reconocer las diferencias entre el diputado jalisciense y el gobernador neoleonés, o los beneficios del combate a la partidocracia y la apertura “ciudadana” de la política institucionalizada. Sin embargo, lo que comienza a gestarse en estos momentos con miras a los comicios de 2018 es la superposición de dos narrativas que quieren liderar un proyecto político alternativo al que hoy sucede en México. Dos formas de acatar “el cambio”.
La narrativa del proyecto de Andrés Manuel la conocemos desde hace casi doce años. Sabemos cuáles son sus recursos retóricos, las bases de sus argumentos, las apuestas que tiene para cambiar a México y para combatir los grandes males de este país. La conocemos, principalmente, porque el político ha sido dos veces candidato a la Presidencia y aunque las campañas fueron distintas, su línea de narración se mantuvo —y se mantiene. Si para algunos el mensaje de López Obrador es vigente y reanimador, es porque las condiciones del país (cada vez más corrupto, cada vez más desigual, cada vez más inseguro) permiten reconocer en la oposición de Morena la posibilidad de un cambio; pues, desde diversos frentes y en un proceso de constantes transformaciones internas, el Movimiento de Regeneración Nacional (siempre liderado por AMLO) ha resultado consolidarse como esa tercera “macro-opción” que los mexicanos no han probado y que es contundente con sus señalamientos: ese amorfo pero reconocible actor que han denominado la mafia del poder.
Por otro lado, en 2015, Pedro Kumamoto se ganó los reflectores al incluir en la política nacional elementos que no se habían considerado o que, de haberlo hecho, no habían logrado dar pasos firmes. Consiguió juntar siete mil firmas y llevar la primera candidatura independiente al Congreso de Jalisco. El proyecto no sólo emocionó, fue cubierto por medios de todos los cortes ideológicos y de diversos países. Un joven y su equipo ocuparon el liderazgo de uno de los distritos de un municipio grande y desigual del occidente del país, con lo que iluminaron de pronto (o de nuevo) las calles de la esperanza en un país carcomido por su clase política. Confiamos en que sí se puede hacer política (o campaña) de manera distinta, sin tanto dinero y enfrentando a los grandes movimientos partidistas de la región. Su fenómeno animó a muchos en Jalisco, dio certezas para dudar del tan promovido desencanto por la política e incluyó el esfuerzo de muchos jóvenes por reconquistar espacios cooptados por la corrupción.
Durante los dos años que lleva como parte del legislativo, Pedro Kumamoto y su equipo de Wikipolítica han mantenido esta premisa de los cambios pequeños pero concisos, apostando y luchando por la eliminación del fuero, así como Sin Voto No Hay Dinero. Su agenda, más que de derechos civiles o de cambios estructurales, ha estado enfocada en la reinvención de la práctica política y a eliminar el cinismo con el que se manejan los asuntos públicos en México; en este sentido, ha sido narrativamente consistente con su eslogan de campaña, haciendo que “los muros sí caigan”: los muros de los privilegios de la clase política, de la impunidad y de la corrupción. Y, aunque sus apuestas son arduas y casi imposibles, sus posicionamientos han sido continuos y estratégicos; como nos recuerda el periodista jalisciense, Enrique Toussaint, los triunfos de Kumamoto quizá no resuelvan los problemas de fondo, pero su valor es simplemente simbólico: “siembra un camino de esperanza para tantos y tantos mexicanos que no encontraban ningún aliciente para creer en el cambio”.
En este sentido, y con el 2018 de fondo, ambas narrativas parecen ser disímiles desde una lectura superficial. Si bien los alcances de Kumamoto son aún reducidos a Jalisco, su mensaje de cambio parece impactar con cada vez más fuerza en diversas regiones del país, alentando de formas particulares los ánimos políticos. Si Andrés Manuel y Morena quieren contagiar esas intenciones de cambio a aquellos indecisos que aún no comulgan con su proyecto, sería buena idea que comenzaran a ampliar sus juicios y a redefinir sus opiniones sobre “lo independiente”. En esa declaración, López Obrador se alejaba de la empatía con otros proyectos que apuestan por cambios contundentes, y recurría de nuevo a uno de los más frágiles elementos de su discurso: si no es con él, no puede ser con nadie. El problema de fondo es que, si analizáramos con detalle, es posible que los proyectos del futuro de Wikipolítica y de Morena no sean tan opuestos, pero las formas de congeniarlos podría ser otro capítulo del fracaso en la transformación de México.
Sabemos de cierto que hay una cantidad importante de indecisos que necesitan y quieren creer en el cambio, la pregunta es: ¿quién capitalizará las narrativas de proyectos más jóvenes y pequeños como los que se gestaron en Zapopan? La necesidad de congeniar las narrativas “del cambio” y dotarlas de coherencia, congruencia y posibilidad quizá represente, desde lo simbólico, una forma concisa para transformar (para bien) a México.
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José Acévez cursa la maestría en Comunicación de la Universidad de Guadalajara. Escribe para el blog del Huffington Post México y colabora con la edición web de la revista Artes de México.