Estoy a bordo de un avión, volando hacia Washington DC donde mañana tendré el gusto de asistir a #FusionRiseUp, un foro convocado por Fusion que busca reunir a jóvenes, activistas, artistas y políticos con el fin de encausar los movimientos sociales que hemos atestiguado en los últimos años alrededor del mundo. En otras latitudes, como aquí, también dicen #YaMeCansé.
Entre los ponentes de #RiseUp destacan jóvenes que iniciaron y participaron activamente en las protestas que inundaron las calles de Egipto (#Tahrir), Venezuela (#SOSVenezuela) y más recientemente Hong Kong (#OccupyCentral) quienes compartirán sus experiencias ayudándonos a entender la importancia y potencial de la protesta cívica para generar un cambio en nuestro mundo, convirtiendo las protestas en propuestas.
Sin lugar a dudas es de llamar la atención la manera en la que mientras en otras latitudes la protesta es vista como una herramienta legítima e incluso hasta como un catalizador para generar cambios que exige una sociedad, en nuestro país llevamos semanas (por no decir meses o años) viendo como se insiste en descalificar y criminalizar el descontento de un sector de la población.
Las manifestaciones por el caso Ayotzinapa tienen lugar casi a diario en ciudades de todo el mundo.
Hoy, por segunda ocasión en cinco días, el Presidente Enrique Peña Nieto se pronunció en torno a las protestas sociales que no sólo han tomado las redes (el hashtag #YaMeCanse cumple diez días de forma consecutiva como un trending topic en Twitter) sino también diversas calles de nuestro país.
A su regreso de la gira por China, el mandatario recordó el uso legítimo de la fuerza que tiene el Estado:
“Aspiro a que no lleguemos a este extremo de tener que usar la fuerza pública”. Cuatro días después, el presidente volvió a referirse a las protestas desatadas tras la desaparición de 43 estudiantes de la escuela normal rural de Ayotzinapa, insinuando que detrás de este movimiento hay un afán por ‘desestabilizar al país’.
El presidente no es el único: secretarios y empleados de su partido le secundan al punto de afirmar que casos como el Ayotzinapa no son sino un complot en contra de la gobernabilidad.
Sin embargo, el verdadero problema no son las protestas. El problema es la violencia con la que sistemáticamente gobierno y crimen organizado han hecho de este país una gran empresa sin código ni ley.
Las protestas no desestabilizan al país, la corrupción, la injusticia y la impunidad sí.
De acuerdo con el informe del Sistema Nacional de Seguridad Pública dado a conocer a mediados de año, los 8 estados más peligrosos del 2014 son:
- Estado de México, con 15, 175, 862 habitantes
- Guerrero, que tiene, 3, 388, 768 habitantes
- Chihuahua con 3, 406, 465
- Michoacán que cuenta con 4, 351, 037
- Tamaulipas, donde viven 3, 268, 554
- Sinaloa, con 2, 767, 761
- Jalisco con7, 350, 682
- DF, donde habitan 8, 851, 080
La suma de la población de estos ocho estados, de acuerdo con el INEGI, suma 48 millones de mexicanos. Las cifras son contundentes: prácticamente la mitad de los mexicanos viven en estado de riesgo.
Nos han dejado solos, porque sus fuerzas de seguridad prefieren reprimir y castigar a los inconformes, en lugar de enfrentar la dura realidad.
Las protestas no desestabilizan al país. La complicidad que durante años se ha gestado entre organizaciones delictivas e instituciones del Estado y que a la fecha se sigue solapando, sí.
Todos sabemos que lo ocurrido en Iguala no es un hecho aislado. A decir verdad, son varias localidades alrededor de la República, en donde se ha documentado que las autoridades son controladas (y en algunos casos impuestas) a placer de los delincuentes.
Cuando tomamos las redes y salimos a las calles para gritar #YaMeCansé, no lo hacemos con un ánimo de desestabilizar, señor presidente, por el contrario: lo que buscamos es recordarle al gobierno su responsabilidad para actuar y no maquillar o minimizar la dura realidad en la que vivimos.
De nada servirán todas sus reformas si al final del día, las instituciones siguen operando de forma turbia, sin una clara rendición de cuentas por parte de sus funcionarios y, sobre todo, anteponiendo las explicaciones, los ‘malos entendidos’ y los conflictos de interés a la transparencia y verdadero beneficio de todos los mexicanos.
¿Por qué siguen existiendo mexicanos corruptos en todos niveles? Fácil, porque su gobierno lo permite, y al permitirlo, lo fomenta.
No son las protestas las que desestabilizan, señor presidente: el país está desestabilizado por la injusticia, la impunidad y la corrupción (entre otras cosas) desde hace muchos años, y justo por ello es que estamos protestando.