México se ha convertido en la Necrópolis de América Latina porque cada día se cometen 7 feminicidios, porque ninguno de los casos de Ciudad Juárez ha sido resuelto y porque contamos con registros de la sociedad civil donde se cuentan más de 30,000 desaparecidos y más de 150,000 muertos que reportan las cifras americanas por la guerra contra el narco. A esto se pueden agregar las numerosas fosas que están siendo encontradas a lo largo y ancho del país, las cuales parecen confirmar que México yace sobre un gran cementerio con miles de muertos sin rostro y sin nombre.
La democracia es una forma de gobierno en la que los representantes públicos son controlados, mediante diversas vías, por los electores gobernados. El control más importante es la realización periódica de elecciones limpias, transparentes y plurales. Esto permite al elector premiar o castigar al representante y al partido político que representa, pero implica también la posibilidad de que exista alternancia y que se puedan elegir los mejores proyectos. Quizás el rasgo más importante de esta forma de elección es que lleguen mecanismos que eviten el secuestro de los poderes públicos por parte de un pequeño grupo de personas.
Este tipo de control vertical (las elecciones) se ejerce en México cada tres y cada seis años, aunque no de la manera más limpia, transparente y plural posible. Nuestra larguísima historia con un sistema político de partido hegemónico (el PRI) no nos ha permitido tener una verdadera transición democrática, sino simple y sencillamente una enclenque alternancia en el poder.
La diferencia entre la transición a la democracia y la alternancia en el poder es muy simple. En la alternancia existen elecciones «aparentemente democráticas» y el partido en el poder cambia cada cierto tiempo, pero tales cambios pueden responder a una mera simulación. En el caso de la transición, se trata de un verdadero cambio institucional en el que todos los actores implicados se imponen el deber de asegurar elecciones genuinas y de consolidar instituciones para la constante rendición de cuentas de las autoridades, tanto a petición de los ciudadanos, así como por deber jurídico de los funcionarios públicos de poner a disposición toda la información concerniente a su patrimonio personal y a su gestión.
En el caso mexicano, la alternancia ha sido una simulación precisamente porque las elecciones se prestan a la manipulación descarada por parte los medios hegemónicos, mientras los partidos siempre han hecho uso de costumbres insanas para el Estado de Derecho como el acarreo, la compra de votos, la manipulación mediática de la información, el mapachismo, el dedazo, el clientelismo, etc.
Pero no solamente eso, la celebrada alternancia en el poder no ha conducido al sistema político a la creación de normas de alto nivel para la rendición de cuentas. En cambio, existe una legislación de bajísima calidad que da prácticamente rienda suelta a los representantes populares para que decidan, a su antojo, cuándo rendir cuentas sobre los asuntos públicos.
En la entrega anterior hemos hablado sobre Estados Fallidos y Golpes de Estado. He sostenido la idea de que la pérdida progresiva de las libertades civiles constituye un Golpe de Estado blando. En esta ocasión hablaré brevemente sobre el significado de un Golpe de esta naturaleza, así como el modo en el que podría haber sido puesto en marcha en México.
En primer lugar, es fundamental mencionar que un Golpe de Estado tiene la función de imponer la voluntad de un pequeño grupo de privilegiados en los centros de control del Estado, violentando el principio de legalidad y el principio de legitimidad; mientras que una revolución tiene, al menos teóricamente, la función de revertir el estado de cosas puestas en marcha por un Golpe. En otras palabras, en un Golpe de Estado lo ilegal se hace legal, las minorías dominan descaradamente y sin ningún tipo de control democrático a las mayorías; mientras que un movimiento revolucionario implica casi siempre la restauración de los derechos fundamentales y de los controles democráticos.
En el caso mexicano la existencia de un régimen democrático meramente simulado es patente por varias razones, entre las que podemos mencionar:
(1) La falta de elecciones libres, transparentes y plurales en la que los electores no sean sujetos a manipulaciones, desinformaciones, ni constricciones .
(2) La pérdida paulatina de derechos fundamentales de la sociedad civil mediante vías legales y la formación de una clara brecha entre la voluntad de los gobernados y la voluntad de los gobernantes.
(3) Los sistemáticos casos de corrupción, enriquecimiento ilícito y tráfico de influencias de servidores públicos y representantes políticos.
(4) El clima de violencia (física y psicológica) que se respira en las calles.
(5) La falta de rendición de cuentas claras, así como de una ley profunda que prevea la adjudicación de responsabilidades penales directas a los funcionarios que incurran en abuso de poder, enriquecimiento ilícito, corrupción, tráfico de influencias o vínculos con el crimen organizado.
(6) La estrecha vinculación entre el crimen organizado, el gobierno y múltiples empresas.
(7) La voluntaria y sistemática propensión a la mentira, la simulación, la manipulación y el engaño de parte los más altos representantes y de los más altos funcionarios públicos.
(8) La cultura política clientelar que exige una ciega fidelidad a los militantes y simpatizantes para obtener a cambio dádivas económicas o políticas.
(9) El patrimonialismo, que consiste en la práctica común de gran parte de los funcionarios públicos de explotar privadamente los recursos materiales pagados con los impuestos de la sociedad civil
(10) La construcción desde las cúpulas de poder de un discurso claramente agresivo en el que las manifestaciones populares legitimas son vistas con sospecha y catalogadas de ilegitimas al ser supuestamente orquestadas por pequeños grupos que quieren desestabilizar al país
(11) La imposición de un estado de cosas que la mayor parte de la población rechaza, ante la que un gran número se manifiesta y ante la que otros muchos se contentan o simplemente aceptan porque tienen miedo a ser baleados o desaparecidos como lo han sido sus conciudadanos.
(12) La criminalización de la protesta y la descarada manipulación mediática de los ciudadanos.
(13) El providencialismo, que implica la adoración a figuras carismáticas fuertes sobre las cuales se concentran todas las esperanzas y todas las expectativas de mejoría.
(14) La formación de un fuerte sistema partidocrático pricéntrico, en el que el partido hegemónico funge como eje central, mientras que el resto de fuerzas políticas cumplen la función de meros planetas.
Un Golpe de Estado Blando se diferencia de un Golpe de Estado Duro por la estrategia de dominio. Mientras el Golpe de Estado Duro es una imposición claramente violenta, impuesta en un breve periodo de tiempo, normalmente con el claro apoyo o realizado directamente por las fuerzas armadas; el Golpe de Estado Blando necesita un mayor periodo de tiempo, por lo que se impone de manera gradual, a través de las leyes escritas, de las leyes no escritas, de los medios de comunicación, de las amenazas, de las desapariciones, en suma, a través de un concierto terrorífico de mecanismos mediante los que se impone el miedo generalizado a la sociedad civil. Todo esto se cristaliza en la imagen de un país que parece estar construido sobre una Necrópolis antigua.
Actualmente en México se vive un ambiente de Golpe de Estado Blando. En algunos Estados de la República, los gobernadores han expuesto claramente que «Quien marche por las calles será levantado por la policía». En otros, directamente, los manifestantes pacíficos son o llevados a la cárcel o atacados o desaparecidos, como sucedió con los normalistas en Iguala. Sorprende también el caso del Distrito Federal en el que los habitantes estaban acostumbrados a vivir en un ambiente de decente respeto a las libertades civiles. Pero en lo que va de este sexenio las cosas han cambiado radicalmente. Los manifestantes han sido golpeados, perseguidos, acosados, maltratados, insultados públicamente y denostados en los medios de comunicación y en las detenciones ilegales a las que han sido sometidos.
Estamos hablando de un escenario que se ha repetido tan constantemente y de modo tan sistemático que es ingenuo pensar que responda a meros errores personales de los funcionarios públicos implicados en las detenciones. Se trata pues, de la instauración consciente de un reino del terror en el que manifestarte pacíficamente es un acto criminalizado por el gran duopolio mediático, mientras que el brazo fuerte del gobierno golpea a ciegas, arresta arbitrariamente y desaparece dolosamente a todos los que resultan «personajes incomodos».
Los luchadores sociales como el Dr. Mireles han sido perseguidos, desprestigiados, encarcelados por tener el valor de oponerse a la delincuencia organizada. Mientras tanto, el capo al que le encanta aparecer en Youtube sigue libre, se pasea en las narices del Comisionado Federal, el cual cabe decir, no fue ni siquiera capaz de encontrar a Paulette debajo de su cama.
Al mismo tiempo, desaparecen todos los archivos documentales que demostraban el desvío de recursos y el enriquecimiento ilícito de algún gobernador. Otro brillante gobernante de un Estado del golfo tiene el descaro de afirmar que donde él gobierna solamente hay robos de frutsis y gansitos, mientras la violencia se esparce por las calles, sobre todo contra los periodistas.
Mientras que, en la oposición, los líderes primero priistas, después perredistas y finalmente líderes morales de Morena, guardan silencio ante la brutal exposición de violencia en el DF. A esto podemos agregar los numerosos escándalos de corrupción, abuso de poder, la aparición de casas sospechosas a nombre de la primera dama y de algún secretario de Estado. En fin, toda una serie de eventos que sugieren el agotamiento moral del establishment en su conjunto.
El presidente amenaza, por lo mismo, con usar la fuerza contra los grupos que quieren desestabilizar su proyecto de nación. Los medios de comunicación hegemónicos corean la amenaza del presidente. Y a la par, otros secretarios de Estado comienzan a hacer carrera política, cuando su función es fundamentalmente marcial, impartiendo sentencias morales en las que afirman que los padres de los 43 desaparecidos están siendo manipulados por grupúsculos malintencionados.
Se trata, en suma, de un macabro juego golpista, de un Golpe de Estado Blando desde las propias figuras de autoridad del Estado, con el consentimiento explícito de la mayor parte de los medios de comunicación y con el silencio de gran parte de la población por el miedo y la ignorancia.
Es necesario que la sociedad civil continúe por el camino que ha iniciado, despertando de su largo letargo. El PRI ha sido en México el mayor obstáculo para la modernización, para la democratización y para el crecimiento económico. Como partido político surgió de las cenizas de una larga historia de traiciones. Posteriormente, mutó en una corporación perversa que protegía a sus militantes del Estado de Derecho, casi constituyendo un tipo de nobleza partidista.
De sus filas salieron numerosos presidentes, políticos, líderes de opinión, profesores, ideólogos, así como las grandes figuras que hoy encabezan los partidos de supuesta oposición. Todos forman parte de la misma estrategia, todos se benefician de algún modo del estado de cosas actual. Cuantas menos libertades civiles existan, y cuanto más rápido se regrese al paradigma de una sociedad civil de baja intensidad, sus cuotas políticas y electorales aumentarán. Porque al final, de lo que se trata es de alimentar la idea de que las elecciones que se llevan cada 3 o 6 años encaminan realmente las demandas ciudadanas.
Por supuesto, todo esto se trata de una absurda simulación. Se trata de un pacto secreto entre los sectores privilegiados para imponer, una vez más, su voluntad. Pero esta vez la sociedad civil está recuperando la creatividad y la hermandad, por lo que no será tan fácil llevar a todos los opositores al patíbulo o a la guillotina. No será tan fácil imponer nuevamente el régimen de simulación democrática en el que el pueblo está condenado a elegir cada determinado tiempo a su propio verdugo. Parece evidente que está vez se necesitará algo más que un Golpe de Estado Blando para convencer a todos los mexicanos que vivir en una Necrópolis es su destino fatal.
@diegoperezac
Diego Pérez
Investigador de filosofía y ciencia política en la Università degli Studi di Torino.