Ni arrullar al niño Dios ni la convivencia familiar ni la colación ni los deseos de amor y esperanza: nuestra parte favorita de la Navidad son los regalos, aunque siempre con sus asegunes y sus acentos. Escoger un obsequio siempre será una decisión complicada, casi casi una encrucijada. Una misión en la que siempre se está propenso al fracaso estrepitoso expresado en un incómodo “gracias, no te hubieras molestado”.

Esta condescendiente afirmación es justificada por el economista Joel Waldfogel quien, a través de su trabajo The Deadweight Loss of Christmas, nos exhorta a dejar de esmerarnos en conseguir el regalo perfecto e indicado para nuestros seres queridos. ¿Pues qué dice su teoría? De acuerdo con el experto estadounidense, en el tradicional intercambio de regalos se puede perder entre 10% y hasta un tercio del valor de los obsequios.

Su trabajo, escrito hace más de veinte años, aborda la relación entre cuánto gasta la persona que regala el presente y cómo lo valora quien lo recibe. Como cuando tu tía te regala un suéter de lana que te queda guango y que además tiene un Mickey Mouse gigante bordado en el frente. Le costó quinientos pesos. Pero en ninguna circunstancia de tu vida—incluso bajo amenaza—vas a vestirte con eso.

Waldfogel parte del cuestionamiento “si gastara un dólar en mí mismo, ¿cuánta satisfacción me compraría?” contra “si alguien más gastara un dólar en mí, ¿cuánta satisfacción me daría?” para sustentar su investigación.

¿Cuáles son sus conclusiones? La gente obtiene mucho menos valor de sus regalos que el que sus amigos o familiares gastaron en ellos, además de producirle hasta 20% menos satisfacción.

Cuando los economistas hablan sobre la regaliza navideña, usualmente se enfocan en el efecto saludable que producen a nivel macroeconómico; sin embargo, Waldfogel pone énfasis en la cuestión de que el comprador no es realmente el consumidor final del producto. ¿Qué es lo que recomienda el economista para que nuestros regalos no pierdan su valor? Quizá su solución resulta mucho menos glamurosa y hasta cierto punto impersonal que regalar calcetines, pero el estadounidense de 54 años recomienda obsequiar giftcards o hacer donaciones a una caridad a nombre de nuestro obsequiado.    

La estrategia que propone el economista busca aminorar el desperdicio económico que generan estas festividades cada año, calculadas en un sorprendente monto de 85 billones de dólares cada invierno.

¿Pero alguien quiere pensar en nuestras abuelitas y los horribles suéteres que nos endilgan cada 24 de diciembre?

FOTOS: GETTY IMAGES

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