Por Mariel Miranda

Nunca has ido a marchar, pero estoy segura que te he visto en los rostros de otras personas que se manifiestan junto conmigo. Los casos por los cuales salimos a las calles son aterradores y angustiantes por sí mismos; sin embargo, a mí tristeza se añade el desconsuelo de pensar en ti y en otras como tú,  mamá. no puedo imaginar qué harías si fuera yo quien desapareciera, si fuera yo de quien apenas queden pistas vagas.

Cuando salimos a protestar por el levantamiento de los 43 de Ayotzinapa te alcancé a oír en un grito desde una de las ventanas de la calle 5 de Mayo: “¡Ni uno más!”. Cuando salimos a demandar la aparición con vida de Marco Antonio te escuché en la consigna de otra madre: “¡Es apenas un niño! ¡Se están llevando a nuestros niños!”. Cuando en las noticias reportaban que los tres estudiantes de Jalisco habían sido disueltos en ácido, te escuché en la voz de otra mujer: “¡No! ¡No! ¡No! ¡Me niego a creerlo!”. Ésa es nuestra realidad. Una donde la muerte es oficio.

Créelo, vivimos ya en un México insoportable. Me destroza decirte que tres muchachos fueron asesinados y que el horror no termina ahí; mientras buscaban a Javier, Marco y Daniel, desaparecieron Pedro, Susana y César, otros tres estudiantes de Jalisco. Hoy 27% de personas desaparecidas son jóvenes entre 15 y 24 años. ¿Quiénes siguen? ¿Por qué tenemos que vivir con la angustia de pensar que cualquiera nos puede matar y desaparecer nuestros restos? ¿Por qué no podemos estar seguros al hacer una tarea?  

Estabas preparando la comida cuando comentaste que no imaginabas quién podría estar detrás de tanto espanto ni cuánto dinero pudo haber recibido a cambio de cometer tal delito. La respuesta te dejó helada: un joven de 20 años, tres mil pesos. Las noticias se encargaron de difundir videos del rapero. “¿Cómo es que no se dieron cuenta de que había algo mal con ese niño?”, me dijiste.

Probablemente nos hemos dado cuenta, sólo que decidimos ignorarlo. De acuerdo con el estudio Las y los adolescentes que México ha olvidado de Save The Children, hay un gran número de jóvenes cuyo contexto de pobreza y exclusión escolar son factores determinantes que los orillan a participar en espacios violentos: “Vivimos en un país en el que las decisiones de las y los adolescentes están influenciadas por los contextos de pobreza, desigualdad, discriminación, violencia, falta de oportunidades, desigualdad de género y otras barreras culturales”.

Foto: Getty Images

Hoy tenemos narco escuelas, mientras que más del 50% de jóvenes entre 15 y 24 años no asisten a clases, según datos del INEGI de 2015. Los campos de entrenamiento tienen atrapados a un sinfín de jóvenes; la Corte Interamericana de Derechos Humanos señala que hay alrededor de 30 mil jóvenes y niños trabajando hoy para el crimen organizado. Quienes han llegado a estos campos de entrenamiento paramilitar lo hacen porque el sueldo de cuatro mil pesos sonaba prometedor, otros porque buscaban desenvolverse en otras oportunidades laborales, pero fueron capturados.

“Yo me salí de mi casa desde los 15 años porque era rebelde; dejé la escuela porque comencé a delinquir. Mi papá es chofer de tráiler y mi mamá vive en Estados Unidos. Yo empecé a andar en la calle y a consumir drogas y, estando allí, lo que uno quiere es dinero para consumir drogas. Cuando estás en la calle, vas conociendo otra gente que vive como tú y así fue como me invitaron a participar en un secuestro. Nomás me dijeron que si quería hacer algo para conseguir dinero y me dijeron que si los quería ayudar en un secuestro; uno no lo piensa y lo hace. Yo ni siquiera sé si me iba a quedar en el grupo o no porque me detuvieron la primera vez que participé en un secuestro. Me siento contento porque si hubiera seguido afuera, quién sabe qué hubiera sido de mí”, cita la CNDH en el informe que realizó sobre vulnerabilidad y violencia en los jóvenes.

¿Qué caminos hay para los jóvenes, particularmente para aquellos que son más vulnerables? Valdría la pena voltear a ver politicas de prevencion serias que atiendan a una juventud que no sólo enfrenta falta de oportunidades, sino contextos violentos donde los lazos comunitarios y familiares están rotos. Parte de estas prácticas no sólo apuntan a la prevención de violencia situacional, sino a empoderar en la capacidad de ser y hacer a los jóvenes.

Asimismo, debemos aspirar a otros modelos de justicia que apuesten por la reinserción y no por las prácticas punitivas que podrían condenar a los jóvenes a sumergirse todavía más en prácticas delictivas. La CNDH reportó que en aquellos adolescentes que hoy están privados de la libertad tienen sueños todavía: desde recibir talleres mientras están internos,  tener la oportunidad de salir a trabajar o estudiar, o recomponer sus lazos familiares.

Hoy el miedo nos tiene capturados: le arrebatan el futuro a la juventud y luego les obligan a matarse entre ellos. El terror existe y hoy parece que lo ocupa todo en la realidad mexicana. Necesitamos construir otra realidad, una donde los casos por los que hoy protestamos, ni siquiera se puedan imaginar.

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Mariel Miranda es coordinadora de Wikipolítica CDMX, una organización política sin filiaciones partidistas.

Facebook: WikipoliticaCDMX

Twitter: @wikipoliticacmx |  @MarielMmi

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