Por Francisco Serratos

En la entrada anterior, hablé de la crisis que enfrentan las humanidades en las universidades y de las armas ideológicas que se usan para desprestigiarlas, entre ellas los recortes presupuestales y la introducción de un modelo mercadotécnico neoliberal en el funcionamiento de las instituciones educativas públicas. Ahora, vamos a entrar de lleno en este tema dando, primero, algunos datos duros y luego testimonios reales.

Una de las reformas instauradas para hacer más competitiva la educación se divide, a mi parecer, en dos partes que se contradicen. Por un lado, la oferta de becas para estudiar posgrados en el país o en el extranjero, lo que incrementa el porcentaje de personas con acceso a las especializaciones; por otro lado, el recorte de plazas de tiempo completo, lo que trae como consecuencia el incremento de profesores que trabajan por honorarios o por asignatura. Aquí comienzan los problemas. Según esta ¿lógica?, el propósito es tener profesores mejor preparados que compiten (publicaciones, investigaciones, conferencias, etc.) por el tan anhelado puesto de tiempo completo, pero, en realidad, lo que se crea es un alto porcentaje de profesores con altos estudios y currículos exagerados que sólo pueden aspirar a trabajos que no cubren siquiera las necesidades básicas, como un sueldo constante o las prestaciones (que antes se llamaban) conforme a la ley.

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Para entender el mundo laboral en el que se desempeñan, se encuestó a diversos académicos, de distintas disciplinas. Los encuestados:

Willivaldo Delgadillo (WD). Nació en Los Ángeles, pero ha vivido toda su vida en Ciudad Juárez. Es, además de académico e investigador, escritor y activista político. Se graduó en 2016 del doctorado en Latin American Studies de la Universidad de California en Los Ángeles.

Roberto Cruz Arzábal (RCA). Nació en el extinto Distrito Federal. Se formó, desde la licenciatura al doctorado, en la UNAM. Tiene 35 años. Es crítico literario y publica en varias revistas nacionales.

Ana Laura Ramírez (ALR). Nació en el DF también, pero ha radicado en Ciudad Juárez casi toda su vida. Estudió literatura en la UACJ y su doctorado en la Universidad de Sonora. Es activista, promotora de la lectura infantil y juvenil en la frontera.

Óscar Zapata (OZ). Nació en el DF, tiene 31 años. Es escritor y estudió su maestría en escritura creativa en la Universidad de Texas en El Paso.

Elisa Godínez Pérez (EGP). Chilanga. Estudió Ciencia Política en la UNAM y la maestría y el doctorado en Ciencias Antropológicas en la UAM-Iztapalapa. Investiga acerca de linchamientos en México en los años recientes. Ha trabajado en diversas áreas de cultura, desarrollo social y educación del gobierno de la Ciudad de México. 41 años.

¿Dónde estudiaste tu posgrado y por qué decidiste estudiar un posgrado? ¿Te arrepientes de haberlo hecho?

WD: La maestría la estudié en UTEP y el doctorado en UCLA. Tenía proyectos de investigación que quería desarrollar y pensé que el doctorado me daría la posibilidad de hacerlo. Ése era mi objetivo principal y lo logré. No me arrepiento.

RCA: En la UNAM, maestría y doctorado. Desde que entré a la carrera pensaba dedicarme a la investigación y, en buena medida, el posgrado era la vía viable (o casi la única) para hacerlo. No me arrepiento de hacerlo, pero sí quizá de no haberme aventurado a hacerlo en el extranjero.

ANR: La maestría en El Colegio de la Frontera Norte y el doctorado, que estoy por finalizar, en la Universidad de Sonora. Decidí estudiar el primero porque tenía la necesidad de aprender otros saberes impartidos desde las Ciencias Sociales. El doctorado, sinceramente, lo hice por recomendación de mis madres feministas, quienes me aconsejaron que, como mujer, madre, pobre, tatuada, estoy obligada a sobrecualificarme para poder competir en el mercado laboral.

OZ: En la ciudad fronteriza de El Paso, Texas, en los Estados Unidos. La decisión se debió, entre otros motivos, a que el programa académico que pretendía estudiar (Creative Writing) no se ofrecía en México a nivel posgrado. Por otra parte, los extenuantes horarios laborales de 50 o más horas semanales me impedían tiempo de lectura, escritura y una mejor calidad de vida; sin mencionar el deseo de abandonar la rígida y frustrante burocracia institucional. Sin mencionar lo precario que puede ser la vida de estudiante de posgrado en México y la situación de violencia económica y precariedad generalizada. No, no me arrepiento.

EGP: Estudié posgrado en Ciencias Antropológicas en la UAM-Iztapalapa; decidí hacerlo porque siempre tuve el deseo, pero por razones diversas al terminar la licenciatura no continué el camino tradicional de ingresar a la maestría pronto. Trabajé casi 10 años antes de ingresar al posgrado, consideraba que era mi última oportunidad, logré ser aceptada y para nada me arrepiento, a pesar de que por mi edad ya no puedo acceder a ciertas oportunidades o estoy en el límite.

¿Lo financiaste con tus ingresos o con beca? ¿Dinero del Estado o institución privada?

WD: Recibí becas muy generosas, sobre todo en UCLA que es una universidad pública.

RCA: En ambos grados tuve becas, una de la dirección de posgrado de la UNAM para la maestría, y una de Conacyt para el doctorado.

ANL: Lo financié con una beca del gobierno.

OZ: Ambos. Ahorros personales, la posición de Teaching Assitant [maestro de español] que me ofreció la universidad y con una beca de financiamiento gubernamental México-Estados Unidos.

EGP: El posgrado al que ingresé es parte del Programa Nacional de Posgrados de Calidad de Conacyt, lo que implica que la mayoría de quienes ingresan tienen derecho a beca. Sin embargo, durante el doctorado hacía traducción para obtener algunos ingresos extra y ahorrarlos por si se acababa la beca y yo no terminaba la tesis, cosa que así ocurrió.

Si tuviste beca, ¿cuánto era el monto de ésta? ¿Lo consideras suficiente para una sola persona?

WD: Sí fue suficiente. Cubría toda la colegiatura, seguro médico (incluía servicio dental y oftalmológico y servicio médico gratuito en el Ashe Center, una clínica que daba servicios completos de manera gratuita). Además, tenía un ingreso neto de unos 30 mil dólares anuales.

RCA: Durante la maestría, la beca rondaba los $7000; en el doctorado, era de $12,000 o poco más. Considerando los costos de vida en la Ciudad de México, la de doctorado alcanzaba cuando vivía solo, pero dudo que alcance como único ingreso para una familia de tres.

ANL: En la maestría, un poco más de 9 mil pesos y en el doctorado, 13 mil.

OZ: 20 mil dólares. Para una sola persona, en una ciudad fronteriza del estado de Texas, era suficiente para vivir, aunque no holgadamente, sí con lo necesario en los términos de una vida de estudiante.

EGP: La beca de maestría era de ocho mil pesos y la de doctorado de doce mil, aproximadamente. Depende de la situación de la persona, si vive sola, su edad y condiciones socio-económicas pero digamos que con limitaciones pero sí vives; con la de maestría tienes más dificultad, naturalmente.

¿Ya tienes trabajo con prestaciones? ¿Cuánto tardaste en conseguir la plaza?

WD: Trabajé un año como profesor en UCLA, mediante un programa que se llama Faculty Fellow, al cual se puede acceder mediante la selección de un comité. Evidentemente, no era tenure track (de tiempo completo), pero tenía un sueldo de 60 mil dólares y prestaciones como seguro médico, seguro de vida y seguro de retiro. Ahora estoy a punto de iniciar un año de estancia postdoctoral, mediante un programa llamado UC Mexus, financiado por el UC System y Conacyt.

RCA: No exactamente. Trabajo por honorarios en tres universidades privadas, en dos no hay prestaciones, en otra el equivalente de algunas prestaciones se paga como finiquito cada semestre. En la universidad pública estoy en nómina (con seguridad social incluida), pero el sueldo es el más bajo de todos, por lo que no incrementa el ahorro para retiro.

ANL: Sí, inmediatamente, pero no es en la academia sino en el gobierno municipal.

OZ: No lo tengo y no parece que sucederá en el futuro cercano.

EGP: Actualmente tengo un trabajo temporal sin prestaciones, como investigadora asociada en un proyecto interdisciplinario sobre cambio climático. No es una plaza, dura unos cuantos meses y cuando termine, no tengo nada seguro todavía.

¿Cuáles eran tus expectativas laborales cuando entraste y después cuando te graduaste?

WD: Cuando entré no tenía expectativas muy definidas, pero luego me di cuenta que podía conseguir diversos tipos de trabajos: tenure track jobs, aunque son escasos, de visitante, postdoctorados, etc.

RCA: El lugar común era que la carrera no deja para vivir, o no decorosamente; sabía que la academia no era el primer lugar en el que uno busca un empleo muy bien remunerado, especialmente como profesor de asignatura, sin embargo, no dejan de ser frustrantes las condiciones para profesores por horas en México. A pesar de todo, mantengo una expectativa de mejora laboral y salarial en cuanto pase de candidato a doctor.

Foto: thedisorderofthings.wordpress.com

ANL: Mis expectativas son limitadas en las humanidades, de hecho, me resigné a que probablemente nunca voy a obtener un trabajo con salario digno en esa área. Sin embargo, considero la interdisciplinariedad me ha dado herramientas para explorar otros campos laborales.

OZ: Realmente nunca han sido de grandes vuelos económicos o jerárquicos. Mi expectativa laboral al entrar al posgrado era poder enseñar a nivel licenciatura a mi regreso a México, pero ahora considero que la mejor oportunidad académica y económica es continuar con estudios de doctorado.

EGP: Realmente no es que me hubiera hecho grandes expectativas laborales, como por ejemplo que una vez con doctorado ya lograra conseguir un trabajo con prestaciones y de alto nivel. Sin embargo, sí estoy consciente de que para los ámbitos de mi interés (academia, administración pública, ONGs), tener preparación académica es importante y puede hacer la diferencia.

¿Consideras que la nueva generación de profesores tiene las mismas oportunidades que la generación anterior?

WD: Hay menos trabajos de tiempo completo. Actualmente, hay más oferta de profesores e investigadores bien formados que demanda por parte de las universidades.

RCA: No, al contrario, a pesar de que se han diversificado los espacios de formación y se han abierto espacios para la enseñanza de los estudios literarios o la escritura creativa, muy pocos ofrecen posibilidades de crecimiento o contratación de tiempo completo. No necesariamente por una crisis de las humanidades, sino del trabajo asalariado en general.

ANL: No, definitivamente el trabajo, para las y los profesores, cada vez se precariza más.

OZ: Por supuesto que no. Las prestaciones laborales, los tiempos completos, la jubilación, la pensión, las vacaciones o incluso algo tan elemental como el seguro médico son cosa del pasado. El esquema de contratación de profesores por asignatura o de medio tiempo ha menguado drásticamente la calidad de vida de los docentes.

EGP: No, definitivamente. Por ejemplo, antes podías acceder a una plaza incluso sin tener todavía un doctorado (muchos en ese caso tardaron entre seis y diez años en graduarse). Hoy eso es impensable. Y eso sin mencionar el resto de requisitos que hoy son obligatorios: publicaciones en revistas indexadas, experiencia docente, etc.

¿Cuál son algunas de las ventajas de trabajar en la academia?

WD: Es un espacio propicio para la investigación y la enseñanza, siempre y cuando se tengan objetivos bien definidos.

RCA: La primera, por ingenuo que suene, es la posibilidad de dedicarse a lo que uno disfruta (si disfruta la docencia y la investigación, claro); también la posibilidad de recibir un salario por pensar y por leer de manera profesional.

ANL: Un trabajo relativamente estable y con prestaciones; además, la oportunidad de poder incidir en el área social y en la comunidad.

OZ: A diferencia de un trabajo físico o de oficina que requiere cumplir con un horario laboral establecido, la academia brinda mayores comodidades en la disposición del tiempo. La mayor ventaja, a mi parecer, es poder hacer de una pasión personal un estilo de vida. Hacer de tus inclinaciones, obsesiones y gustos personales y/o académicos una forma de ganarte la vida.

EGP: La academia no es ninguna panacea, ahí operan, como en todo ámbito humano, relaciones de poder, disputas, injusticias, etc. Sin embargo, y a riesgo de sonar ingenua, todavía hay ciertos resquicios ahí donde se pueden hacer cosas de valor siempre que se hagan con base en la ética: la docencia, la investigación de problemas apremiantes para proponer soluciones o ayudar a su comprensión, la libertad para pensar.

¿Recomendarías a un estudiante continuar sus estudios de posgrado en humanidades/ciencias sociales? ¿Por qué sí o por qué no?

WD: Lo haría sin titubear. Me parece que estudiar una maestría o un doctorado en humanidades o ciencias sociales es un objetivo en sí mismo. Lo recomendaría a quienes tienen aptitudes y vocación.

RCA: Lo haría siempre y cuando se mantengan las mínimas condiciones de remuneración durante el periodo de estudio, sin beca o trabajo docente, difícilmente puede uno dedicarse a un posgrado con el nivel de compromiso que ello requiere. Creo que el posgrado es un momento de exigencia y rigor con uno mismo y su disciplina, pero ello no debe traducirse en sacrificio ni en sufrimiento, no son lo mismo.

ANL: Recomiendo la interdisciplinariedad desde un eje transversal para no correr el riesgo de perder el foco. Considero que la sobre especialización hacia donde se mueve la academia global, aleja a profesoras/es y alumnas/os de la comunidad, y les reduce las oportunidades en el mercado laboral.

OZ: Sí. Independientemente de la especialidad o disciplina que se trate, del precario futuro laboral que podría esperarse, las humanidades parten de la premisa de que es posible un mundo más “vivible”. Las humanidades educan ciudadanos que desde sus respectivas trincheras brindan una crítica de la cultura y de la manera en que se propaga en nuestras sociedades e instituciones.

EGP: Lo recomendaría siempre que no sea una vía para paliar el desempleo. Tal vez suena mal que lo diga, pero además de que es importante salir a conocer el mundo, adquirir experiencia fuera de los libros te hace madurar intelectualmente. No considero ético que ocupes un espacio privilegiado si no estás realmente convencido, si no tienes pasión por investigar.

¿Crees que las humanidades están decadencia dentro de las universidades? ¿Sí? ¿No? ¿Cuáles son las razones?

WD: Hay menos presupuesto, pero no en todas las universidades. En todo caso, no me parece que eso sea equivalente a que estén en decadencia. En algunas instituciones están en desventaja y no son prioridad. Ése sería el caso de UTEP (Universidad de Texas en El Paso), pero otras universidades, como UCLA, a pesar de que las ciencias duras tienen más presupuestos, las humanidades y las ciencias sociales tienen bastantes recursos para financiar investigaciones, programas de intercambio, tanto en la enseñanza como en la investigación.

RCA: No lo creo, o no lo aseguraría, pero sí creo que hace falta replantear ciertos problemas y condiciones de las disciplinas. En las universidades públicas hay una inercia que impide o retarda los cambios; mientras que en las privadas parece haber más espacio de juego, pero con exigencias económicas desproporcionadas.

ANL: Sí. Las humanidades dentro de las universidades poco se esfuerzan por comunicarse con las culturas comunitarias. Las razones pueden ser varias, pero yo observo la misoginia, el clasismo y, sobre todo, el odio por los saberes populares.

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OZ: Sí. La razón es la extrapolación del modelo corporativista de negocios al ámbito universitario. Como las humanidades no necesariamente se traducen en recursos económicos cuantificables, se les considera obsoletas e improductivas. La universidad ha dejado de ser ese recinto que apreciaba, acumulaba y producía saber y ciencia para convertirse en un engranaje más de la lógica de producción capitalista.

EGP: Creo que tanto las humanidades como las ciencias sociales son las que más sufren los embates por el estigma que hay de que son “menores” a las ciencias “duras”. Pero también sé que las comunidades de estas áreas necesitan comprender que se requiere fortalecer los lazos con el mundo exterior. No digo que la investigación sólo se justifique si “sirve” (en un sentido utilitario), pero sí que es necesario comunicar la importancia y el valor que tienen las humanidades y las ciencias sociales para toda la sociedad.

¿Por qué piensas que muchos mexicanos prefieren estudiar sus posgrados en el extranjero, por ejemplo, en Estados Unidos?

WD: Creo que se debe a que hay más apoyo, tanto en la forma de becas como trabajo como TAs.

RCA: Por el reconocimiento que ello implica, parece ser un mercado laboral más abierto que el mexicano, menos tendiente a las camarillas endogámicas (aunque también lo padezca) y porque un posgrado en el extranjero a veces otorga credenciales y prestigio por encima de un posgrado nacional, incluso en universidades mexicanas (cierta infatuación por las metrópolis).

ANL: He visto que cuando deciden regresar a México, son lo que tienen las mejores oportunidades de ingresar a otros posgrados u ocupar las plazas públicas.

OZ: Por varias razones, menciono algunas. La calidad de vida de un estudiante de posgrado y su perspectiva laboral es mucho mejor. Los recursos son más numerosos, por tanto, la calidad de la investigación es en varias ocasiones superior. Una situación gremial más democrática y horizontal.

EGP: Creo que es parte de la tendencia neoliberal. Desde hace décadas se ha venido instalando la idea de que estudiar en el extranjero tiene más valor y ese discurso se justifica al ver que la alta clase política de este país (la tecnocracia) fue educada en Estados Unidos, sobre todo. Y también hay algo de pose y de aspiración: creer que estudiar fuera es más importante; una forma de (auto) desprecio, de malinchismo.

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Como podemos ver, la situación de cada entrevistado es muy particular de su lugar de residencia como de su situación personal. Sin embargo, si analizamos sus respuestas, vemos que las becas tanto en Estados Unidos como México son jugosas relativamente: algunas ofrecen mucho más dinero que otras. El caso de Willivaldo Delgadillo, por ejemplo, parecerá privilegiado (30 mil dólares al año), pero no hay que olvidar que vivía en Los Ángeles, una de las ciudades más caras de EU. El problema surge, como advertí al inicio, una vez que se gradúan: ninguno tiene trabajo de tiempo completo, algunos ejercen otro oficio o carrera y otros han optado por seguir un postdoctorado.

Hay mucho por reflexionar, pero esta columna ya se alargó demasiado. Nos vemos la próxima (tal vez la última de esta serie) y sean bienvenidos sus comentarios.

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Francisco Serratos es autor de Breve contrahistoria de la democracia  (Festina) y profesor de la Washington State University.

Twitter: @_libretista

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