Si quieres saber cuántas mujeres hay en prisión actualmente, en qué condiciones viven y con qué servicios cuentan , los delitos por los que están presas, qué pasa con ellas cuando salen, cuántas son madres, etc. es como intentar armar un rompecabezas al que le faltan muchas piezas.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Población Privada de la Libertad (ENPOL) 2016 llevada a cabo por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el 5% de la población privada de la libertad de 18 años y más en centros penitenciarios municipales, estatales y federales fueron mujeres.
El asunto es que, de acuerdo con la organización EQUIS Justicia para las Mujeres, en los años recientes la tasa de crecimiento de mujeres presas lleva una tendencia de aceleración y esa es solo una de las causas con las que empiezan las desigualdades de condiciones entre internos e internas.
Para empezar, especialmente en los estados, hay muy pocos centros penitenciarios femeninos. Cuando una mujer es sentenciada por algún delito tiene de dos: ir a una cárcel mixta o ir a una cárcel exclusiva de mujeres, que la mayoría de las veces está demasiado alejada de sus comunidades, situación que complica las visitas y demás.
Pero estas dificultades y diferencias que enfrentan las mujeres en prisión son sólo la punta del iceberg.
Ser madre en prisión
En 2016 la organización Reinserta presentó de la mano de INMUJERES un estudio que revelaba que, hasta ese momento, más del 80% de las mujeres presas son madres y que existían alrededor de 500 niños y niñas viviendo con ellas en prisión.
Años después, Reinserta publicó otro estudio de maternidad y paternidad en prisión en el que se incluyó a 2 mil 823 madres y padres presos en 10 estados del país: Ciudad de México, Estado de México, Quintana Roo, Tamaulipas, Nuevo León, Baja California Sur, Puebla, Sinaloa, Tabasco y Guerrero.
Del total de la población penitenciaria en México, según el INEGI hasta 2017, el 64.1% tiene hijos que dependen de ellos o ellas y el 61.5% tiene hijos menores de edad.
Está de más mencionar que las leyes mexicanas y los acuerdos internacionales que las mujeres en prisión deben contar con instalaciones apropiadas para ellas, artículos necesarios para satisfacer sus necesidades de higiene personal, servicios de atención médica, acceso a una alimentación apropiada, servicios e instalaciones para vivir con sus hijos (cuando es el caso), perspectiva de género que permita garantizar sus derechos y evitar tratos indebidos.
Es más, el sistema penitenciario está obligado a responder con flexibilidad en pro de las mujeres embarazadas, lactantes y madres con hijos e hijas al interior.
Pero la realidad es otra.
El estudio de Reinserta revela que de las encuestadas, 5 de cada 10 mujeres se sienten inseguras dentro del penal y en el 90% de los casos no se les proporcionan productos para cubrir las necesidades básicas de las y los niños al interior.
Además, que el 52% no cuentan con métodos anticonceptivos en el centro donde están recluidas y 5 de cada 10 mujeres no tienen acceso a atención ginecológica.
El estudio expone que en el sistema penitenciario mexicano no existe ni una sola cárcel que ofrezca programas y condiciones dignas para que las niñas y niños que visitan a sus madres y padres en prisión.
Hola, mi nombre es Carlos, pero todos me dicen Carlitos (y la verdad me gusta más). Tengo 6 años, y hace unos meses, salí del Centro Femenil de Reinserción Social “Santa Martha Acatitla”, de cariño: Santa Martha. #ReinsertaRelata (hilo)
— Reinserta (@Reinserta) May 8, 2020
El 13.9% afirma que no tiene acceso a actividades educativas, mientras que el 15.3% no tiene acceso al deporte.
En cuanto a la atención médica, menos del 50% de mujeres tienen acceso a servicios médicos especializados para su sexo y dirigidos al cuidado nutricional. Desafortunadamente, al menos 3 de cada 10 mujeres madres privadas de la libertad no cuentan con oportunidades laborales al interior del centro.
Y las cifras se ponen aún peores
Un informe especial de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) sobre las mujeres internas, de 2015, revela la mayoría de internas de 33 penales de México denunciaron ser objeto de amenazas por parte del personal del centro, haber sufrido algún tipo de humillación y, en el peor de los casos, haber sido abusadas sexualmente.
En cuanto a las instalaciones, hay fallas en el suministro de agua para el aseo de las internas y las estancias, las cocinas presentan deficiencias en los equipos, utensilios y alimentos, no hay suficiente ventilación e iluminación, hay cucarachas, ratas o moscas, etc.
El INEGI revela que:
- 33% no tienen agua potable en el centro penitenciario ni regaderas
- 12% no cuenta con servicios médicos.
- 22% pasa de 19 a 24 horas por día dentro de su celda
- 45% sólo realiza una o dos llamadas a la semana
- 8% ha sido víctima de delitos sexuales dentro del penal
- 34% de las mujeres que han sido violentadas sexualmente en la cárcel han pasado por lo mismo más de tres veces
¿Por qué las mujeres llegan a prisión?
Si el perfil socioeconómico es distinto para mujeres y para hombres, los delitos por las que son presas también lo son. Varias organizaciones en México (como EQUIS Justicia, Reinserta, Intersecta y demás) han puesto sobre la mesa es el altísimo nivel de impunidad que existe a la hora de acusar a una mujer de un delito.
Resulta que en la mayoría de los casos, las mujeres en prisión llegan ahí acusadas por delitos relacionados con las drogas o el narcotráfico. En estos ámbitos, las mujeres sirven como mulas para traficar droga, como sicarias que son fácilmente detenidas o asesinadas, como esclavas sexuales, etc.
Además durante el proceso en su contra se enfrentan a situaciones de acoso y hostigamiento, no se lleva a cabo el “debido proceso”.
Es en las comunidades marginadas donde se registran muchas más violaciones a sus derechos: en ocasiones las mujeres no hablan español, no entienden lo que pasa, no tienen acceso a un abogado o son recluidas en espera de sentencia por años.
El COVID-19
Si la situación era mala para las mujeres en prisión, con la pandemia de COVID-19 se puso mucho peor. La suspensión de visitas de sus familiares, en las que muchas veces veían a sus hijos, es el menor de los problemas. En las prisiones femeniles y mixtas, como en las de hombres, existe un crónico problema de hacinamiento y sobrepoblación.
Unas de las recomendaciones de las autoridades sanitarias en el mundo es mantener la sana distancia, usar cubrebocas, lavarse las manos frecuentemente. Pero en estas condiciones muchas veces es prácticamente imposible.
La organización Intersecta subraya que las mujeres en prisión son tan invisibles que ni siquiera sabemos cuántas han muerto por COVID-19 en prisión (ni tampoco en el caso de hombres). El riesgo de contagiarse de coronavirus y morir es mucho mayor en prisiones con más prisioneros.
Si a eso le agregamos las pésimas condiciones de las instalaciones, los pocos servicios médicos y la escasez de medicamentos y de productos de higiene y protección personal, la situación es peor.
La organización apunta a que lejos de estar despresurizando las prisiones, el año pasado se observó un incremento en el número de personas presas, que afectó de manera desproporcionada a las mujeres.
Tan solo de enero a julio se registró un aumento del 8.7% en la cantidad de mujeres presas, el doble que en el caso de los hombres (4.5%).
Urgen medidas de atención ante el coronavirus para mujeres encarceladas en Latinoamérica
La pregunta entonces es: una mujer presa ¿no tiene derechos humanos?