“Caras bonitas, siluetas frágiles, a diario entregan la flor de su juventud y su salud. Nunca digan que las obreras son privilegiadas. Nunca se rían de sus pesares. Dense cuenta de que se necesita tener hambre para hacer este trabajo”, la crónica de la periodista y feminista francesa Marcelle Capy confrontó el discurso nacionalista de Francia, que desde el comienzo de la Primera Guerra Mundial reclutó a las mujeres para continuar con la industria, el campo y la producción de armamento.

Cien años han pasado desde el Armisticio de Compiègne —firmado el 11 de noviembre como la rendición de Alemania ante la Triple Entente y con el cual se finalizó la Primera Guerra Mundial (1914-1918)—, pero las batallas, los rostros y las historias de sufrimiento no sólo se dieron en los enfrentamientos bélicos, en los campos europeos o en los reclutamientos de soldados en las colonias europeas en África.

1917: un grupo de mujeres trabajando en una fábrica de municiones. Foto: Hulton Archive/Getty Images

La devastación y la miseria se instauró en las ciudades y los campos, en la vida de miles de mujeres —niñas, adolescentes y adultas— quienes tuvieron que sortear el mantenimiento de sus países en escenarios desiguales.

Apertura en el campo laboral

La Primera Guerra Mundial constituyó una apertura masiva del campo laboral para las mujeres. Una vez que los hombres fueron reclutados por el ejército en países como Francia, Gran Bretaña, Alemania o en el Imperio Austro-Húngaro, las mujeres ocuparon lugares en la banca, fábricas, en el sistema de transporte y comunicación y en escuelas masculinas —actividades de las que estaban excluidas por aquello del discurso sobre su “lugar en el hogar”—.

Por ejemplo, en este periodo la participación de las mujeres en el sector bancario creció de nueve mil 500 a 64 mil. Pero…

1916: cartel británico para el reclutamiento de las mujeres a las fábricas de armamento. Foto: Hulton Archive/Getty Images.

“Las municionistas”

“Al cabo de tres cuartos de hora me confesé vencida. Vi a mi compañera totalmente endeble, totalmente joven, seguir con su tarea. Está en la fábrica desde hace un año. 900, 000 granadas han pasado entre sus dedos. Por tanto ha levantado una carga de 7 millones de kilos”,  en la crónica de Marcelle Capy para La voz de las mujeres se pone el acento en la explotación y la desigualdad que imperaba.

A pesar de que las mujeres lograron participar en la industria, esto no significaba su emancipación. Lo único que había cambiado era el escenario: de la supresión del hogar, a la supresión en las fábricas.

“En cuanto al salario de las mujeres, la fórmula igual trabajo, igual salario se burla por todas partes. En una fábrica de obuses, un chico de 15 años recibe entre 12 y 15 francos y una madre de familia de 5 a 6.

¿Por qué?

Marcelle Capy explica que se trata de la percepción de los jefes y dueños de las fábricas. De un argumento que se basa en la participación esporádica de las obreras francesas, pues “las mujeres han sido llamadas a ocupar el lugar de los movilizados”.

Y es entonces cuando el doble discurso del Estado cobra la vida de cientos de mujeres, llamadas “municionistas” porque trabajan en fábricas donde se produce el armamento para el ejército —un flujo incesante de dinero que no llegó a manos de las obreras—.

El polvo y el humo tóxico hacía estragos en su salud, “desde el doloroso acné ocupacional que ocultaban con maquillaje hasta trastornos hepáticos en mujeres que trabajan con ácido pícrico“, de acuerdo con el documental Mujeres en la Guerra 1914-1918.

1916. Foto: Topical Press Agency/Getty Images

Mientras, en Alemania la movilización de las mujeres no fue exitosa debido a que no eran bien pagadas y perfilaron sus esfuerzos a las labores domésticas.

Mujeres en el campo de batalla

Y, ¿qué sucedió con las mujeres en el ejército? En realidad, en la mayoría de las naciones implicadas en la Primera Guerra Mundial, las mujeres ingresaron al campo de batalla en los grupos auxiliares del ejército.

Desempeñaban labores como conductoras de camiones, cocineras, mecánicas y enfermeras. En Reino Unido, más de 80 mil mujeres ingresaron al Women’s Army Auxiliary Corps (WAAC, por sus siglas en ingles), creados en 1917.

Septiembre 1915: Un grupo de enfermeras en Hamworth Hall, que sirve como hospital de la Cruz Roja. Foto: Topical Press Agency/Getty Images

Justo en ese año, Rusia abrió filas del ejército a las mujeres, ante la desmoralización de los soldados y tres años de lucha.

Así que antes de salir de la Gran Guerra para lidiar con la revolución bolchevique, Rusia reclutó a mujeres, quienes de manera voluntaria integraron las unidades de combate o “batallones de la muerte” —con la participación de dos mil voluntarias de entre 18 y 40 años de edad—.

Esta dinámica también la adoptó Estados Unidos —que entró el 6 de abril de 1917 a la Gran Guerra— al enviar batallones conformados por mujeres.

Espías y juzgadas

Pero en el espionaje, las mujeres eran bienvenidas.

Con el seudónimo de Alice Dubois, Louise Marie de Bettignies se desempeñó como agente secreta que tenía como misión robar información del ejército alemán o Margaretha Geertruida Zelle, conocida como Mata Hari, quien se desempeñaba como doble agente, pues compartía información tanto para el ejército francés como el alemán.

Gertrud Margarete Zelle, Mata Hari. Foto: Hulton Archive/Getty Images

El desenlace de ambas fue trágico, pues murieron a manos de su enemigo sin que las naciones para quienes trabajaron intercedieran por ellas.

El doble discurso 

La mano de obra era mal pagada, continuaban los tabúes sobre la participación de las mujeres en la industria y… en Francia por ejemplo se instalaron burdeles oficiales para dar servicio sexual a los soldados —la prostitución entonces se convirtió en una “profesión patriótica” para retribuirle a los soldados su desempeño en la guerra de trincheras, en la guerra de gas mostaza, en la guerra de cuatro años—.

1916: un cartel de reclutamiento británico que insta a las mujeres a unirse al Ejército de Tierras. Foto: Getty Images.

En este escenario, en algunos países se lograron avances en cuanto al reconocimiento de la participación democrática. Es decir, el voto.

En Gran Bretaña, por ejemplo, el 6 de febrero el Parlamento dio luz verde a la Ley sobre la representación popular, con la cual ocho millones de mujeres —con más de 30 años de edad— pudieron acceder al voto.

No obstante, el panorama laboral de las mujeres en Europa no tuvo grandes cambios. Una vez finalizada la Primera Guerra Mundial, las mujeres fueron llamadas a regresar a casa, a las actividades cotidianas: lavar, servir, procrear.

Trabajadoras de la Oficina de Control de Alimentos del Reino Unido clasifican las tarjetas de ración de azúcar para distribuirlas durante la Primera Guerra Mundial. Foto: Topical Press Agency/Getty Images.

Fue hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial que el paradigma tuvo cambios tangibles.

**Foto de portada: Getty Images.

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Hola, soy Lucy Sanabria. Desde 2018 redacto y reporteo para Sopitas.com, con especial entusiasmo en temas de derechos humanos y LGBT+. En 2021 fui parte de la generación de la beca de Periodismo Incluyente...

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