Este martes 8 de agosto falleció el legendario historietista, caricaturista y escritor Eduardo del Río García Rius a la edad de 83 años. El autor de Cuba para principiantes, ABChé, Cristo de carne y hueso, Marx para principiantes, La Biblia, esa linda tontería, El manual del perfecto ateo, entre otros títulos, murió durante las primeras horas del día de hoy en Tepoztlán, Morelos, informó Graco Ramírez, gobernador de la entidad. “Triste noticia falleció Eduardo del Río ilustre michoacano de nacimiento y Morelense de adopción. Rius hizo la mejor caricatura política”, escribió el mandatario en sus redes sociales. Eduardo del Río cuenta con más de 100 libros en su haber y fue galardonado con el Premio Nacional de Periodismo en un par de ocasiones, dentro de la categoría de caricatura. También fue el primer artista en recibir el Reconocimiento de Caricatura Gabriel Vargas, en 2016.
Rius colaboró en una infinidad de medios, de todos sabores y todas las tendencias, entre los que se encuentra El Universal, La Jornada, Proceso, La Prensa, El Chamuco, Los Hijos del Averno, Siempre! y El Chahuistle. Eduardo del Río se caracterizó por su punzante sentido del humor, por hacer historieta con una fuerte carga política, por enarbolar un discurso siempre de izquierda, por su trazo inconfundible, su lenguaje coloquial y por aterrizar y hacer comprensible la historia, la filosofía, la religión y la política para un montonal de personas. En su talante de iconoclasta, el caricaturista se definió abiertamente como “ateo” y “anticlerical” en una entrevista con el periódico La Jornada:
Le tengo que agradecer a Dios que me volvió ateo, y a la Iglesia católica que me volvió anticlerical. Pero más que a esas dos instituciones nefastas, debo mi ateísmo a los libros (…) Los que creen en dioses les echan la culpa de todo –lo bueno y lo malo– a esos fantasiosos seres. Yo conozco a varios amigos y amigas que se las truenan, o se recetan sus honguitos, dizque “para ver a Dios”. Otros lo hacen con fines distintos, como para acrecentar y disfrutar más del sexo o para descansar o echar un viajecito por mundos psicodélicos. Claro que los ateos también disfrutamos del derecho de ponernos hasta atrás con un buen mezcal o un pulquito, o de surtirnos un buen porro de vez en cuando. Y sospecho que lo mismo hacen muchos de los que sí creen en esos “divinos” seres. Finalmente, no hay que olvidar que el hombre hizo a Dios y no al revés. Y si quieren conocer las opiniones de muy insignes escritores ateos, los remito a mis dos libros de citas, aforismos y demás, Herejes, ateos y malpensados.
Este martes se nos fue Rius: un autor inteligente, incisivo, controvertido, crítico, provocativo, genial y necesario para entender —¿y por qué no? Reírnos— de lo que acontece en este valle de lágrimas. Eduardo del Río era un melómano en toda la extensión de la palabra: era un enfermo del jazz, un conocedor de la “mal llamada música clásica”, aunque también le entraba a los boleros, las rancheras, la música tropical, cubana o puertorriqueña, las canciones de protesta, los tangos—”pero arreglados por Piazzola”—, las norteñas de endenantes y a la música de Óscar Chávez —uno de sus favoritos— a quien le hizo innumerables portadas de discos y afiches de conciertos. A pesar de todo esto, y según una entrevista que ofreció a Proceso, Rius no era un gran seguidor del rock; la única banda que disfrutaba era a The Beatles.
La genialidad de Rius en sus frases
Sobre la lectura:
Leer sirve para viajar, para echar a volar la imaginación, para llegarle a la masturbación (gulp), para adquirir un chorro de conocimientos, para evadirse de la realidad que a veces es muy canija, para divertirse y pasar un buen rato, para tener buenos argumentos para las discusiones; en fin, que sirve para mucho más de lo que uno cree. Añadiría que me gusta leer porque, además, es apasionante y terapéutico.
Sobre el humorismo como rama menospreciada de la filosofía:
Los grandes filósofos son muy serios; a veces cuesta trabajo entender todo lo que exponen o dicen. En cambio, el humor es lo que hace reír a la gente, y eso le da mucha envidia a los filósofos, similar a lo que ocurre con los pintores hacia los caricaturista (…) el humorismo, a mi modo de ver, consiste, en buena parte, en burlarse de la gente, de los defectos de la sociedad, la metida de pata de los gobernantes. Por ejemplo, los caricaturistas tenemos el privilegio de poder burlarnos casi impunemente del Papa para abajo y para arriba; igual hacemos chistes sobre Dios y el Espíritu Santo o las vírgenes que sobre los presidentes de la República, que además cada vez dan más material.
Los humoristas tenemos fama de ser muy pesimistas, porque nuestro trabajo no se basa en la ilusión ni en la esperanza, sino en la realidad, y ésta es muy cabrona, dura. Nos nutrimos de eso, no de una cosa abstracta, sino de lo que está ocurriendo; la vida es terrible.
Reflexiones sobre la vida, el trabajo y la muerte
Ya tengo 80 años, estoy en edad de retirarme, pero nosotros no tenemos manera de que alguien nos pague la jubilación y tenemos que seguir trabajando, aunque intento hacerlo a gusto y sin la presión del tiempo por parte de los editores, como que me quiero retirar. Pero no puedo (…) Total, si llega la calaca cuando esté trabajando, qué bueno. Mi muerte no me preocupa. Me preocupa la de los míos. Yo esperaría morir antes que todos ellos, pero eso no lo puedo arreglar de ninguna manera.