Por José Manuel Ruiz Ramírez

El fin de semana pasado terminaron, por fin, las precampañas electorales. En el cierre de esta primera gran etapa de la Fiesta de la Democracia (así, en mayúsculas) no faltó nada: los tíos conservadores discutiendo que en sus tiempos los liberales eran más liberales que ahora; el tío incómodo y fuera de lugar al que le encanta hacer comentarios racistas, o la tía religiosa que se pone a hablar sola. En medio de tantas discusiones y con ganas de no quedarse fuera, apareció Mikel Arriola gritando a los cuatro vientos que se opone al uso recreativo de la marihuana y a la adopción por parte de parejas del mismo sexo, a lo que la gente de la ciudad respondió con un “¿quién dijo qué?”.

El candidato del PRI, que de acuerdo con Consulta Mitofsky enfrenta un rechazo de 73.3% a su partido en la Ciudad de México, utilizó todo el tiempo de su precampaña para defender la idea de que la ciudad lleva 20 años empeorando –bueno, y para intentar levantar la campaña de su amigo Pepe Meade. En su discurso de cierre, Mikel cuestionó el problema de la inseguridad, la deficiencia en la prestación de servicios públicos, el tráfico (recientemente descubierto por él) que enfrentamos quienes vivimos en la ciudad y la corrupción en el gobierno –risas grabadas– de Miguel Ángel Mancera.

Todos estos problemas, que son reales y que se han agravado durante la gestión –risas grabadas, otra vez– de Mancera, requieren de la discusión de propuestas serias y dirigidas para aprovechar los avances de los gobiernos de izquierda en la ciudad y para corregir sus errores. En esto último radica lo patético de la campaña de Mikel: en vez de atender a su diagnóstico, Arriola optó por atacar los derechos de las familias de la ciudad y quedar expuesto como un candidato que aspira a gobernar un Distrito Federal obsoleto y que ya nada tiene que ver con aquellas cuestiones que han dado identidad a esta ciudad en los últimos años.

Un curso de historia para Mikel

Como parece que Mikel Arriola estuvo atrapado bajo una piedra los últimos años, un repaso rápido de la historia de los derechos en la ciudad no es mala idea. En su discurso de cierre, Mikel afirmó que los gobiernos de izquierda impusieron la ruptura del núcleo familiar y el desprecio a los valores –suponemos que a los suyos– en el otrora Distrito Federal.

La primera “imposición” para Mikel fue la interrupción legal del embarazo que fue aprobada por la Asamblea Legislativa en abril de 2007 y respaldada por el Jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard. La aprobación en la Asamblea se logró con 46 votos a favor, incluidos los votos de –pausa dramática– los diputados del PRI. Esta decisión fue impugnada por instrucciones del entonces Presidente de la República (a.k.a. el esposo de Margarita Zavala) ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación, y fue con 9 votos de las y los ministros que quedó reconocida la validez de la reforma, después de un proceso de audiencias públicas en el que se pronunciaron un gran número especialistas de diversas disciplinas y credos.

La segunda “imposición”, consistente en la aprobación del matrimonio igualitario, se logró en diciembre de 2009. La reforma al Código Civil se logró con el voto mayoritario de 39 diputados frente a 20 votos de una minoría opositora y con el respaldo, otra vez, del Jefe de Gobierno, Marcelo Ebrard. La reforma fue impugnada por el gobierno de Felipe Calderón ante la Suprema Corte, a lo que las y los ministros respondieron: 1) que no existe sólo un tipo de familia, sino que existen muchos tipos de familias y el gobierno está obligado a protegerlas a todas, y 2) que el argumento “ellos como quieran, pero ¿y las criaturas?” no tiene razón de ser, pues los factores que afectan la crianza de las y los niños no son si se tiene dos papás, una mamá, un papá y una mamá, o dos abuelos, sino el afecto, los cuidados, la educación, el amor y todas esas cosas que sí importan y que no tienen nada que ver con el género de las personas.

Este repaso no es otra cosa que una historia de discusiones en el órgano de representación de quienes habitamos en la ciudad, de participación de la sociedad civil, de actuación en la formulación de políticas públicas por parte del Jefe de Gobierno y de más debate en la Suprema Corte; es decir, donde Mikel Arriola ve una imposición, lo que existió fue la acción del gobierno para reconocer y garantizar derechos.

Amiga, date cuenta

La propuesta de Mikel Arriola de someter a consulta los derechos conquistados en la Ciudad de México preocupa, no porque sea realizable –en serio, literalmente la Constitución mexicana en su artículo 35, fracción VIII, párrafo 3o. dice expresamente: “No podrán ser objeto de consulta popular la restricción de los derechos humanos reconocidos por esta Constitución”– sino porque demuestra el populismo electorero con el que Mikel intenta conducir su campaña.

La falta de carisma, propuestas, credibilidad y conocimiento de la Ciudad no son pretexto para que Mikel Arriola improvise ataques a los derechos de las familias y de las mujeres para intentar que su campaña despegue. La mala administración –a falta de una mejor palabra– de Mancera exige que quienes busquen ocupar el cargo de la Jefatura de Gobierno tengan claridad de qué es lo bueno que se ha logrado en la Ciudad de México para seguir avanzando y qué es lo que requiere de acción de gobierno para mejorar.

En otras palabras: Mikel, date cuenta.

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José Manuel Ruiz Ramírez es abogado que intensea con derechos humanos, tribunales y temas LGBT.

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