Por Diego Castañeda
Bajo la interminable serie de calamidades que ha plagado el país de forma continua y sin descanso durante los últimos días (semanas, meses, años…) y partiendo del entendimiento que muchas de ellas tienen un origen común hace más o menos tres décadas, en las que hemos mantenido un modelo económico errado de muchas formas, resulta casi imposible no preguntarnos: ¿cómo se vería México si hubiéramos recorrido el camino no tomado?
De acuerdo a los físicos Andrei Linde y Vitaly Vanchurin, de la universidad de Stanford, existen 10^500 universos paralelos en el multiverso (del tipo II, es decir, cada universo siendo como una “burbuja” dentro del hiperespacio). De entre ese gran número de posibilidades, hagamos un experimento mental. Digamos que existe en uno de esos 10^500 universos uno casi idéntico al nuestro, con la diferencia de que México tomó distintas decisiones de política económica y social desde hace unos 37 años.
Empecemos en la década de los años ochenta. México ha descubierto apenas hace unos años el yacimiento de Cantarell (1976), uno de los yacimientos de petróleo más grandes del mundo. En este universo, nuestros líderes electos en elecciones siempre limpias y democráticas decidieron administrar la abundancia. Para ello deciden crear un fondo soberano, donde todos los excedentes petroleros se concentran para ser ahorrados y financiar un fondo de pensiones para todos los habitantes, al mismo tiempo que invierten en ciencia y tecnología (como hizo Noruega, por ejemplo, en nuestro propio universo). En este mundo, México habría acumulado alrededor de 300% el PIB del país, suficiente para financiar una cómoda pensión, seguridad social y una eficiente transición energética con mucha inversión pública e, incluso, redistribución de la riqueza para la segunda década del siglo XXI (más o menos igual, de nuevo, que los noruegos en nuestro mundo).
En este mismo universo alterno, para enfrentar las crisis de deuda latinoamericana México no hubiera hecho caso al pie de la letra de los programas de ajuste estructural que se le querían imponer desde los organismos internacionales. En su lugar, México opta por hacer algunas modificaciones en su economía prestando atención a su propio contexto, sin recortar inversión pública y haciendo política industrial de forma más intensiva, para no generar una ola de informalidad por despidos masivos. De hecho, con el dinero del fondo soberano hubiera podido sobrellevar la crisis. El resultado para este país sería mayor crecimiento, menor pobreza y una economía más sólida.
Demos un brinco temporal (si tenemos universos paralelos, en este texto también podemos dar saltos en el tiempo). Ahora nos encontramos en la década de los noventa, el Ingeniero Cárdenas empieza su gobierno, enfrascado en las pláticas sobre un posible acuerdo de libre comercio con Estados Unidos y su presidente Michael Dukakis (el que compitió contra Bush padre y perdió en nuestro universo). En dicha negociación México, siguiendo los principios estratégicos bajo los cuales se negocian estos acuerdos, consigue la mayor apertura posible de Estados Unidos a cambio de una menor apertura de México, lo que permite garantizar un espacio para la implementación de política industrial (justo lo opuesto a lo que ocurrió en nuestro universo, donde el encargado de negociar el tratado decía que la mejor política industrial es la que no existe….).
En ese mismo periodo el gobierno mexicano se daría cuenta que comienza a tener señales de alerta por su bajo nivel de reservas internacionales y, prestando atención a un par de economistas (Dornbusch y Werner), devaluaría su moneda para evitar una serie de ataques especulativos y una eventual crisis de balanza de pagos. México atravesaría una ligera recesión, pero continuaría su trayecto de desarrollo.
A estas alturas, su PIB per cápita se encontraría aproximándose al de los países desarrollados, producto de más de 10 años de crecimiento robusto por arriba del 5 por ciento anual.
Al iniciar el siglo XXI, México sería la gran historia de desarrollo económico, el emblema de cómo se ve una economía que aprovecha la globalización, atiende los intereses de su población y, por consecuencia, crece (como Corea del Sur o Singapur en nuestro universo).
El boom petrolero del periodo 2004- 2012 se vuelve una oportunidad para que el país invierta profundamente en su ahora existente economía del conocimiento: México desarrolla algunos de los centros de innovación más importantes del mundo, los enormes recursos petroleros se aprovechan en el desarrollo de universidades que pronto se encuentran en la frontera del conocimiento y han producido un par de premios Nóbel de física y otro par de economía (ambos sumamente jóvenes y fanáticos de Star Wars). Los mismos recursos sirven para financiar el inicio de la transición demográfica o una reforma fiscal profunda que le asegure los recursos necesarios para continuar invirtiendo en su economía. Otras reformas han permitido una serie de cambios al mercado laboral que han hecho de México el primer país en el mundo en romper el “techo de cristal”: para 2006 en México hombres y mujeres ganan lo mismo por trabajos iguales.
Debido a que en este universo no existió una estúpida guerra contra las drogas, México pudo experimentar otros 10 años de crecimiento acelerado en una mejora continua de la calidad de vida y con un liderazgo internacional más fuerte (como China en nuestro universo). En 2016 este México se encuentra asumiendo su posición de liderazgo en el mundo en temas como el cambio climático y el comercio global, frente a los problemas en los que se encuentra la sociedad de Estados Unidos con la elección del presidente Donald Trump (en este universo también son un desastre). México es un país soberano en todo sentido y una economía dinámica que arrastra al crecimiento de la región frente a esta realidad, Estados Unidos no amenaza a México con el TLCAN, se ha vuelto tan dependiente de el ( ya que sus economías también tienen libre movilidad de personas, no solo de bienes) que para evitar problemas la administración Trump hace bullying a Canadá ( el país menos rico de Norteamérica). Para el año 2017 la Agencia Especial Mexicana ha enviado su primera misión exitosa a Marte en una prometedora serie de avances tecnológicos.
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Peeeeeeeroooooo…
…Volvamos a nuestro universo (éste, en el que están leyendo) es claro que a lo largo de los últimos 30 años hicimos muchas cosas mal. En muchos de los momentos torales de la historia tomamos decisiones incorrectas, adoptamos recetas de políticas públicas sin considerar nuestro contexto, dejamos de invertir en infraestructura y bienes públicos. Dejamos de hacer política industrial, despilfarramos nuestros recursos petroleros en corrupción y gasto corriente e iniciamos una guerra que terminó por costar más de 100 mil vidas y otros miles de desaparecidos y desplazados.
Hoy, México paga haber tomado decisiones incorrectas. Y, desafortunadamente, las estamos pagando, al mismo tiempo, con una pérdida de estabilidad macroeconómica, finanzas públicas frágiles, violencia y condiciones adversas en el exterior.
La lección que debemos aprender del camino no tomado es que la historia cuenta —y cuenta mucho—, que siempre es posible cambiar el modelo económico, pero, para hacerlo, necesitamos recuperar la consciencia de que se necesita un Estado fuerte y un modelo económico sensato con diagnósticos correctos de sus problemas y soluciones que atiendan su realidad y contexto especifico, más pensado en lo local sin abandonar la perspectiva nacional.
Seguramente nos gustaría vivir en el otro universo (donde además las precuelas de Star Wars fueron mejores); sin embargo, es posible que hagamos modificaciones en el que sí existimos.
El desarrollo económico es difícil. Está lleno de obstáculos y asuntos complejos. Y, la neta, ya se nos hizo tarde para apenas empezar a aprender estas lecciones.
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Diego Castañeda es economista por la University of London.
Twitter: @diegocastaneda