Hace 100 años como ahora, México tenía sus propios problemas como para andarse metiendo en ajenos. Durante la Primera Guerra Mundial, comenzada en los primeros años del siglo XX, la nación estrenaba nuevo gobierno después la dictadura de Porfirio Díaz.
Suficiente razón para no participar en un conflicto bélico de las dimensiones de la también llamada Gran Guerra… y, sin embargo, estuvo a punto de hacerlo. ¿Se la sabían?
En 1914, año en que comenzó el gran conflicto entre la Triple Alianza y la Triple Entente, en nuestro país la cosa estaba caliente. No era para menos, un año antes murió asesinado el presidente Francisco I. Madero, nada menos que el líder del movimiento que terminó con 30 años de dictadura porfirista. Como mandatario en el momento en que estalló el conflicto internacional estaba, entonces, uno más de los villanos que tiene nuestra historia: Victoriano Huerta, el artífice del golpe que significó la caída de Madero y del vicepresidente José María Pino Suárez.
Pero bueno, regresando con el año en el que el mundo estaba al pendiente de cómo se dirimían sus diferencias las grandes potencias del globo, en marzo de 1914 se suscribió el Plan de Guadalupe cuyo objetivo fundamental era el desconocimiento de la presidencia de Huerta y de los gobiernos que avalaran su mandato.
Como jefe del Ejército Constitucionalista que se encargaría de hacer cumplir lo establecido en este acuerdo quedó el entonces gobernador de Coahuila, Venustiano Carranza quien, a la postre, se convertiría en presidente de México.
Así, de febrero a julio de 1914, cuatro frentes militares constitucionalistas avanzaron hacia la Ciudad de México: al occidente, el de Álvaro Obregón; en el sur, Emiliano Zapata; por el oriente, Pablo González y, en el norte, Francisco Villa con su División del Norte. De hecho, este último consiguió una de las victorias más significativa para obligar la renuncia de Huerta: la toma de Zacatecas, en junio de ese año.
¿Y ya todo tranquilo? Pfff, para nada. Las diferencias entre los líderes se hicieron notorias con la celebración de la Convención de Aguascalientes, cuya foto seguro todo mundo reconoce (aún cuando ni sabe a qué evento se refiere). El principal choque se dio entre Carranza y Villa, ambos deseosos de gobernar a la nación. Total, que como presidente interino quedó Eulalio Gutiérrez quien no hizo gran cosa (y cómo si estaba presionado por Villa y Zapata), así que mejor dejó el changarro a Roque González Garza (aunque sólo como delegado de la Convención), esto ya en 1915.
El 1915 fue un año no muy diferente al anterior. No podía ser de otra forma. México estaba en plena revolución y, así, fue escenario de diversas batallas y ocupaciones. Por ejemplo, Villa ocupó Guadalajara y de ahí partió para Nuevo León y Tamaulipas; los carrancistas ocuparon la capital dirigidos por Obregón y no la soltaron sino hasta que hicieron su aparición las fuerzas zapatistas.
Cabe señalar que durante este periodo la capital sufrió una seria escasez de agua y comida.
El inestable gobierno que surgió de la convención de Aguascalientes vio su fin en junio de 1915 cuando los zapatistas depusieron a González Garza y dejaron en su lugar a Francisco Lagos Cházaro, quien comenzó despachando en Toluca, pero tuvo que ir hacia el norte, debido a la persecución de Carranza.
En fin… también ocurrieron eventos que son merecedores de recordar. Por ejemplo, la publicación de la primera novela revolucionaria (tenía que ser): Los de Abajo, de Mariano Azuela. Además, en este año nació una de las leyendas de la comedia mexicana: Germán Valdez, Tin Tán… en una fecha que seguro todos recuerdan, aunque por diferente razón, el 19 de septiembre.
Claro, dentro de todos los cambios y enfrentamientos que se dieron en el país, Estados Unidos no quedó fuera y, en octubre de 1915, reconoció el gobierno de Venustiano Carranza, un acto que evidentemente no cayó en gracia de Villa… así que no tuvo empacho en echarse de enemigo a los gringos, haciendo ejecutar a varios ingenieros estadounidenses que se encontró en Santa Isabel. Eso y su legendaria incursión en Columbus (El de Nuevo México… no el de Ohio), el 19 de marzo de 1916, seguida de una persecución de antología comandada por John J. Pershing.
Lo anterior no acabó bien. Pese a que los gringos andaban tras su enemigo, Carranza no toleró que estos entraran a territorio nacional (Pershing ingresó a Chihuahua el 14 de marzo) y mandó tropas a repeler la incursión, además de exigir al presidente Wilson que pusiera mayor atención en lo que pasaba en su frontera (tssss, qué tiempos aquellos). Total, el de Chihuahua consiguió que los 15 mil efectivos norteamericanos salieran de nuestro país en febrero de 1917… justo a tiempo para la promulgación de la Constitución que nos rige hasta nuestros días.
La convocatoria para los constituyentes la hizo Venustiano Carranza, poniendo como sede a la ciudad de Querétaro, declarada capital de la República el 20 de noviembre de 1916. Los trabajos de los legisladores iniciaron en diciembre de ese año y concluyeron el 31 de enero de 1917. Así, la Constitución fue promulgada el 5 de febrero de 1917.
¿Y ahora sí, todo en –relativa– paz? Pues bueno, se realizaron elecciones el 11 de marzo, con las cuales el 1 de mayo Venustiano Carranza tomó el poder como presidente constitucional. ¿Otra vez?, ¿pues cuántas veces fue presidente? Sólo una… sólo que tuvo diversos nombramientos como mero, mero de la situación: primero fue jefe del Ejército Constitucionalista (1913-1914), luego encargado del Poder Ejecutivo (1914-1916) y como presidente, del 1 de mayo de 1917 al 21 de mayo de 1920, cuando fue asesinado.
Pero no… nada en paz. Como presidente, Carranza se lanzó duro contra Emiliano Zapata a quien consiguió darle cuello en 1919, en Chinameca. Por otra parte, en el norte del país seguía causándole agruras Francisco Villa… mientras que en la Huasteca se las veía negras con el no tan conocido, pero no menos aguerrido Manuel Peláez, agente de compañías petroleras que acabó siendo uno de los motivadores del asesinato de Carranza.
Así tenía el panorama don Venus. Eso en el interior. En el exterior la cosa no estaba tan bien con Estados Unidos… precisamente la situación con el vecino del norte fue el elemento que otro poquito nos metía a la Primera Guerra Mundial… del lado alemán. Pero eso, en la siguiente entrega.
Nahh… De una vez. Pues resulta que en enero de 1917 el ministro de Asuntos Exteriores del Imperio Alemán, Arthur Zimmermann, envió un telegrama al embajador teutón en México, el conde Heinrich von Eckardt, en el que le pedía hacer los acercamientos necesarios para convencer al gobierno de nuestro país de entrarle al conflicto internacional… todo con el objetivo de darle duro a Estados Unidos.
La alianza con los alemanes no se logró, debido a que el telegrama fue interceptado por los servicios británicos que, luego de hablarle al de Una Mente Brillante, consiguieron descifrar que el mensaje proponía a los aztecas la destrucción de pozos petroleros. Así, si los EEUU no tenían petróleo no se involucrarían en la guerra y los ingleses se quedaban sin suministros. La ayuda mexicana no sería gratis, a cambio, los ancestros de Merkel ofrecían apoyo económico y ayudar a recuperar el territorio perdido en 1847. Pero bueno, Carranza no tuvo ni chance de rascarse la barba y pensarlo. El telegrama no llegó a sus manos, porque si no…
Y bueno, para rematar, en 1918 México fue uno de los países que fue azotado por la gran pandemia de influenza, la cual —debido a que las arcas estatales estaban desgastadas por el largo conflicto armado— superó a las autoridades. “El número de muertos se contaban por miles. La India habría perdido 12 millones, Estados Unidos 675 mil, México 400 mil”, señala el especialista Miguel Ángel Cuenya en su estudio “México ante la pandemia de influenza de 1918: encuentros y desencuentros en torno a una política sanitaria”.
Así, a grandes rasgos, le fue a México durante los cuatro años que duró la Primera Guerra Mundial.