De entre los países que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, México fue el que reportó la mayor caída en el ingreso familiar, según un estudio divulgado este martes.
Tan solo en 3 años, las familias del país fueron afectadas con un descenso de 5% en su ingreso. Según el estudio ¿Cómo es la vida? 2013. Medición del bienestar, esta representa “una de las caídas más pronunciadas entre los países de la OCDE”.
El estudio confirmó la continuidad de condiciones de años anteriores: México es el país miembro con las jornadas de trabajo más largas y menos productivas. A su vez, en uno de cada 5 hogares mexicanos con al menos uno de sus miembros empleados “se dieron condiciones pobreza entre los ocupantes” y una de cada 10 familias en las que todos los adultos trabajan, estaban también en situación de pobreza. En ambos campos, México es también el que tiene la situación más grave de la OCDE.
Así mismo, nuestro país es uno de los más desiguales en el campo de la distribución del ingreso. En promedio, la clase alta de los países miembros gana 9 veces más que los pobres, mientras que en México, esa cifra se triplica.
Por su parte, Gabriela Ramos, coordinadora de gabinete y representante de la OCDE ante el Grupo de los 20 (G20), en que se reúnen países con economías industrializadas y emergentes, señaló:
“En producción y bienestar, México se encuentra en los niveles más bajos de la OCDE […] Si en la mayoría de indicadores de bienestar social México se ubica por debajo de la OCDE, en cuestiones relacionadas con el bienestar subjetivo está mejor, lo que quiere decir que los mexicanos se sienten bien con su vida.”
En efecto, el estudio periódico recopila y reporta información a partir de 11 indicadores, entre los que se cuentan ingreso, empleo, salud, educación, locación, seguridad y “satisfacción con la vida”. En esta última, es tradición mexicana salir particularmente alto, mientras que en el resto, las mediciones dejan cada vez más que desear.
Las posibles conclusiones a partir de los datos anteriores son diversas. Si bien, resulta irónico que el mexicano promedio se sienta satisfecho viviendo bajo algunas de las condiciones más precarias de las organización, el modo en que deberíamos reaccionar ante tal ironía no es claro. Una cosa es segura: México necesita cambiar. Ahí donde quepa la posibilidad de atender la urgencia de la tendencia económica del país sin caer en la tentación de hundirnos en el descontento, debe aprender a usarse el optimismo como motor de cambio. Y a su vez: cuando no quepa reacción alguna sino la indignación (como bien podría ser el caso del estado actual de las cosas en el país), tenemos que recordar que este sentimiento es una consecuencia de las condiciones que necesitan cambiar, y no un estado de ánimo que debamos cultivar.
En otras palabras, en la contradicción que representa el estar feliz bajo condiciones indeseables, lo que debe cambiar con toda prontitud y eficiencia son esas condiciones, y no necesariamente la felicidad. Estar satisfecho con la vida en un país con problemas tan serios no es una muestra de mediocridad. Lo alarmante es que sigamos permitiendo que existan esos problemas. Hay una sutil pero decisiva diferencia.