¿Cuántos de ustedes o de sus conocidos compran diario su botellita de agua y la traen para todos lados? En parte, esto explica el México sea el mayor consumidor de agua embotellada del mundo, sin embargo, hay otros motivos que nos llevan a ocupar esta posición.

Según un artículo publicado el día de ayer por The New York Times, esto se debe a que los mexicanos empleamos el agua embotellada no sólo para beber, sino también para cocinar o incluso para asearnos.

La publicación comienza haciendo referencia a la situación que día a día viven un habitante de la Ciudad de México para poder acceder a este ‘vital liquido’ (como le dicen en los noticiarios de cache). Pone como ejemplo a David Montero, habitante de un departamento en Iztapalapa que cada semana recorre tres horas en auto para llenar cinco garrafones con 20 litros de agua limpia. En su caso, usa este líquido para mezclarlo con los jugos que vende en un puesto callejero. Por su parte, su esposa Cecilia Silva compra hasta 8 botellones (de cinco galones cada uno) para beber y cocinarle a su familia.

David recuerda que desde que nació en un barrio sobre poblado al oriente de la ciudad, así ha sido su relación con el líquido. Y es que, a pesar de que actualmente tiene acceso al suministro de agua, reportan que esta sale de la llave con un color amarillento y con un olor desagradable. Otros habitantes de la capital se han quejado de que el agua trasporta tierra e insectos.

El año pasado el Banco de Desarrollo Interamericano publicó un estudio en el que revela que cada mexicano usa/consume 480 litros de agua embotellada al año, cifra cuatro veces mayor a Estados Unidos, y más que cualquier otra nación que haya sido analizada en cuanto a este tema.

“La gente usa esta agua para cocinar, para bañar a sus bebés”, comentó Federico Basañes, director de la Iniciativa de Agua y Saneamiento del Banco de Desarrollo, quien también señaló que hay una tendencia similar en países como China, Indonesia o Tailandia. De hecho, ese mismo estudio cuestiona si en su intento por llevar agua potable a la mayor cantidad de ciudadanos, los gobiernos dejan de prestarle suficiente atención a la calidad del líquido.

Basañes no pasó por alto el impacto que este consumo de agua embotellada tiene para las familias, que gastan hasta el 10 por ciento de sus ingresos en agua, el doble de lo que deberían, según el Banco de Desarrollo.

Incluso, ante la demanda han surgido negocios independientes de purificación y envasado de agua, que por precios menores a los manejados por las grandes trasnacionales, transportan el líquido desde pozos y la purifican mediante filtros de carbón y arena, y luego con ionización de plata.

Pero bueno, no todas las noticias son malas. Al parecer las cosas han ido mejorando poco a poco. Jesús Rebollo, activista comunitario en Iztapalapa comentó que durante los últimos años se avanzó en cuanto a la calidad del agua, sin embargo la mayor parte de la población no lo cree.

Las autoridades de las plantas municipales garantizan que bombean agua limpia a la red de suministro, sin embargo, el escepticismo es generalizado, incluso cuando los políticos van (muchas veces con interés electoral), toman agua de la llave en público para demostrar que no hay por qué desconfiar.

 

¿Será?, ¿O de plano ya tenemos muy arraigada la costumbre de comprar agua? ¿La publicidad termina por hacernos consumir agua en lugar de tomarla de la llave?

Y eso que según Ramón Aguirre, director del Sistema de Aguas de la Ciudad de México, en los últimos seis años el Distrito Federal ha gastado unos 70 millones de dólares en plantas de purificación.

En su experiencia, ¿cómo ven el agua de la llave que reciben? ¿Ha mejorado?

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