Por Diego Castañeda

Hace algunos meses discutimos sobre cómo la guerra comercial entre China y Estados Unidos de forma un tanto inesperada estaría abriendo oportunidades comerciales para México. Conforme el acceso de productos chinos se viera restringido por los aranceles, la economía de Estados Unidos tendría que sustituir parte de ese comercio con sus otros socios y en este caso, dadas las características de la economía mexicana, ésta se encuentra lista para ser de las más beneficiadas.

Al final terminó pasando justo lo que se esperaba: durante los primeros dos meses de 2019, México se transformó en el principal socio comercial de los Estados Unidos, representando aproximadamente 15 por ciento del volumen total de comercio, un poco por arriba de los 97 mil millones de dólares.

Si revisamos qué es lo que le estamos vendiendo a Estados Unidos, son la industria automotriz, la metalmecánica y la electrónica las que representan más del 50 por ciento de nuestras exportaciones. De continuar el conflicto comercial con China, y siempre que el gobierno de Estados Unidos no decida (como en el pasado) imponer aranceles al acero o semejantes a los productos mexicanos, es muy factible que esta tendencia continúe. Aunque el valor agregado mexicano es bajo en sus exportaciones y representa uno de los problemas que explican la paradoja de nuestro éxito comercial y nuestra falta de crecimiento, un pequeño boom de exportaciones de manufacturas como éste impactará positivamente aunque sea de manera mínima en el crecimiento económico del país.

Pensando en el futuro, este tipo de sucesos deberían mandar una señal muy clara sobre la necesidad de ejecutar una política industrial activa en el país y explotar estas ventajas que son ventanas de oportunidad temporales. Si recordamos, hace casi dos décadas, antes de que China entrara a la OMC, el comercio mexicano con Estados Unidos tenía mucho más impacto en crecimiento; con la entrada de China a la OMC la competencia México-China duró poco tiempo y rápidamente nos vimos desplazados en el mercado estadounidense, desde entonces el comercio mexicano ha dejado de ser un motor primario del crecimiento.

Crecimiento México y China
Imagen: Shutterstock

La guerra comercial entre China y Estados Unidos es poco probable que se vuelva una situación duradera, no está en el mejor interés de ninguna de las dos economías que continúe y eventualmente tendrá que ser resuelta. Lo que vemos hoy en día es un suceso que debería ser temporal; no obstante, es una oportunidad que México debe aprovechar para generar más valor agregado y utilizar el contexto de la firma del T-MEC para revivir el comercio como un motor de crecimiento.

La nueva administración parece tener un mejor entendimiento de esto que administraciones pasadas y tiene la intención de ejecutar una política industrial activa. La famosa zona franca en la franja fronteriza, que en concepto no es la forma más fácil de manejar para una zona económica especial, podría ser de gran importancia si además de iniciativas como la de mejorar el salario mínimo también se vuelve una zona que capte mayor inversión e impulse más tipos de manufactura relacionadas a las industrias automotriz, aeroespacial, metalmecánica y electrónica.

La política industrial dentro de la nueva administración es una área que recibe poca atención en la cobertura de temas económicos en el país; sin embargo, es una de las más importantes y las condiciones de la economía internacional, al menos por el momento, deberían hacer que pongamos mucho más atención en ella.

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Diego Castañeda es economista por la University of London.

Twitter: @diegocastaneda

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