Por Sofía Mosqueda
Octubre es el mes en el que todas las dependencias de gobierno se pintan de rosa, en el que todos los avatares oficiales salen con un moñito del mismo color, y en el que se trata de crear conciencia sobre una de las enfermedades cuya mortalidad continúa a la alza. El 19 de octubre es el día internacional de la lucha contra el cáncer de mama.
¿Por qué? Porque es un problema de salud pública que afecta gravemente a las mujeres (y al 1% de los hombres) del mundo. El cáncer de mama representa, actualmente, el 25% del cáncer que sufren las mujeres en todo el mundo, con aproximadamente 1.67 millones de casos detectados cada año. En Latinoamérica es la principal causa de muerte por un tumor maligno en las mujeres, y en México es la principal causa de muerte por cáncer en las mujeres mayores de 25 años.
Por ser un problema de salud pública es responsabilidad del Estado atenderlo y prevenir que, aun cuando se manifieste, éste sea causa de muerte. En nuestro país la incidencia es de, aproximadamente, 36 casos por 100,000 mujeres; sin embargo, para 2014, la tasa de defunciones era de 17.1 por cada 100,000 mujeres; lo que quiere decir que más de la mitad de las mujeres que son diagnosticadas con cáncer de mama mueren.
¿Qué llama la atención? Aun cuando la incidencia del cáncer de mama sea mayor en los países desarrollados (por ejemplo, de cada 100,000 mujeres en Europa 96 tienen cáncer de mama mientras que en África Central solamente lo tienen 27) es mayor causa de muerte en países en vías de desarrollo que en los desarrollados. ¿Por qué? Porque la probabilidad de detectarlo a tiempo y de tratarlo es más baja, la probabilidad de que todas las personas tengan acceso tanto a información como a tratamientos es más baja. La actuación del Estado para resolverlo es más baja.
El cáncer de mama, detectado a tiempo, es tratable y curable. Sin embargo, en nuestro país la cultura de la prevención no existe, y la atención en el Seguro Social es lenta y escasa. Eso desafortunadamente se traduce en que el cáncer sea detectado en etapas muy tardías, en las que no sólo la probabilidad de sobrevivir es más baja sino en las que el tratamiento es más caro.
Por poner un ejemplo: en México la proporción de mujeres de 40-49 años que se hicieron una mastografía en los últimos dos años era de 11.7% en 2012; de 50 a 69 años era de 21.2%. Considerando que esos son los grupos de edad con más riesgo, las cifras deberían ser mucho más altas para poder alcanzar una detección temprana y así disminuir la tasa de defunciones..
Otro de los datos relevantes para nuestro país, aunque no sorprendente, es que la mortalidad por cáncer de mama es más alta en mujeres derechohabientes (tasa de 20.4 frente a la de 15.3 en mujeres sin derechohabiencia). Esto sólo quiere decir que quienes tienen posibilidad de tratarse de manera privada tienen más probabilidad de sobrevivir que quienes dependen del Seguro Social.
¿Qué hace falta? Seguir capacitando a personal para aumentar las unidades de primer nivel para la detección y referencia inmediata; mejorar y aumentar la infraestructura y el personal especializado (actualmente hay solamente 6.3 mastógrafos por cada millón de habitantes en nuestro país); continuar con las estrategias de promoción y prevención; sobre todo, crear y fomentar todo tipo de herramientas contra la desigualdad social y la desigualdad de género en problemas de salud.
En México se programó al inicio del sexenio, desde la Secretaría de Salud, un Programa de Acción Específico para prevenir y controlar el cáncer en las mujeres en el periodo de 2013 a 2018 en el que se plantearon como objetivos: 1) Incrementar la corresponsabilidad de hombres y mujeres en la prevención y detección temprana del cáncer de mama (y cuello uterino), 2) Fortalecer la detección, seguimiento oportuno y de calidad en los casos de cáncer y 3) Contribuir a la convergencia de sistemas de información de cáncer entre las instituciones del Sistema Nacional de Salud. En realidad, como suele pasar con este tipo de programas, no es muy factible que una proyección a cinco años cambie significativamente las cifras, sobre todo cuando se trata de un problema en el que influyen tantos factores. Sin embargo, habrá que esperar a ver el balance y las cifras presentadas el año que entra por la Secretaría de Salud.
No hay forma de, desde lo individual, amortiguar las faltas del Estado en materia de salud; sin embargo, nunca está de más hacer lo que está en nuestras manos, sobre todo cuando se trata de nuestro cuerpo, y la autoexploración es la mejor forma de detectar tempranamente el cáncer de mama. Así que, morras, revísense periódicamente, no cuesta nada y puede prevenir mucho.
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Sofía Mosqueda estudió relaciones internacionales en El Colegio de San Luis y ciencia política en El Colegio de México. Es asesora legislativa.
Twitter: @moskeda