La Línea 7 de Metrobús se ha enfrentado con un chorrotal de trabas y complicaciones desde su concepción. Sus detractores dicen que el transporte afeará la zona, atentará contra el patrimonio cultural e histórico de avenida Paseo de la Reforma y que provocará más problemas de tránsito y hasta de medio ambiente. Los vecinos de la zona, descontentos con el diseño de la ruta, interpusieron diversos amparos para detener las obras y propusieron la modificación del trazo. La construcción de la Línea 7 se paró unas semanas, aunque después consiguió el visto bueno por parte del INAH para seguir con sus actividades. Tras todos los dimes y diretes, el Metrobús quedará listo y entrará en funciones en octubre, un mes después de lo previsto originalmente.
Otra polémica surgió luego de que presentaran los famosos double deckers que se utilizarán en la nueva ruta: los usuarios denunciaron que el techo del segundo piso estaba muy chaparro, que los autobuses que compró el Gobierno de la Ciudad de México eran “chatarra” que ya no usarían en el Reino Unido, que estos camiones no contarían con la cacareada tecnología que reduce emisiones contaminantes y además eran incómodos. Los opositores indicaron, a finales de julio, que la Línea 7 era un “negocio para empresarios y exgobernadores”. El ridículo total llegó apenas unos días después cuando, con el afán de presumir los nuevos camiones, nuestras autoridades le dieron un estrenón a uno de estos vehículos después de intentar que pasara por una estación para la cual no estaba diseñado.
Estos camiones fueron comprados a la armadora escocesa Alexander Dennis Limited por un costo de 11 millones de pesos por vehículo y llegaron a la Ciudad de México entre julio y agosto. Entre sus especificaciones, encontramos que tienen capacidad para 130 pasajeros, de los cuales 86 pueden ir sentados (57 en la parte de arriba y 29 en la parte inferior), cuentan con ocho cámaras de seguridad y que —supuestamente— su límite de emisiones es el más bajo que existe.
La Comisión Permanente de la Cámara de Senadores solicitó un informe al respecto a las autoridades de la CDMX. Los legisladores señalaron que la adquisición de esta flota de 90 autobuses de doble piso va en contra del acuerdo firmado por Miguel Ángel Mancera Espinosa en la Cumbre de Alcaldes C40. Según la Comisión del Senado, la compra de los camiones —para la cual se invirtieron 990 millones de pesos— no fue planeada, ya que las características de estos vehículos no corresponden con los que recorren las diferentes líneas del Metrobús. “Son chatarra que ya no usarán en el Reino Unido y, por ello, la empresa inglesa se los vendió a México, pues además de incómodos en el segundo piso, tampoco cuentan con la tecnología que reduce las emisiones contaminantes”, sentenciaron los legisladores a través de un comunicado.
De acuerdo con los senadores, los double deckers utilizan diésel de Ultra Bajo Azufre (UBA), un componente que emitiría “80% más óxido de nitrógeno que un vehículo a gas natural”; aunque este transporte puede llevar a 30 pasajeros más por unidad que los camiones de otras líneas del Metrobús, los senadores aseguran que esto no sirve de nada porque también contaminan más que una de las otras unidades. La Comisión Permanente consideró que los tiempos de traslado tampoco se reducirán, ya que los tiempos de ascenso y descenso se incrementaran debido al doble piso y a la gran demanda del servicio que existirá en Paseo de la Reforma.