Por si faltaran razones para señalar que la política migratoria de Trump es inhumana, de acuerdo con documentos de una demanda en curso, personal de centros de detención contratados por la Oficina de Reinstalación de Refugiados (ORR), droga con regularidad a los menores migrantes que llegan a sus instalaciones. Claro, sin consentimiento de los padres.
De acuerdo con The Huffington Post, una demanda presentada en abril pasado y que defiende el llamado Acuerdo Flores (el cual prohíbe al gobierno mantener a niños en detención migratoria, aún si están con sus padres) acusa que en los centros de detención contratados por la ORR se llevan a cabo toda una serie de irregularidades. Quizás una de las inquietantes es la medicación forzada de menores.
En uno de los documentos que forma parte de la mencionada demanda, se acusa que personal que trabaja en nombre de la ORR administra a los niños, de forma rutinaria, medicamentos psicotrópicos sin la autorización de sus padres. Para lavarse las manos, el personal de los centros de detención firma los formularios de “consentimiento”, ungiéndose a sí mismos con la autoridad.
¿Una pastillita a nadie le hace daño? Bueno, según uno de los testimonios recogidos para la demanda, un niño llegó a tomar nueve píldoras por la mañana y otras siete por la noche… sin siquiera ser informado de qué es lo que se le daba. “”Cuando los jóvenes se oponen a tomar tales medicamentos, ORR los obliga. ORR no requiere ni pide el consentimiento de un padre antes de medicar a un niño, ni busca la autoridad legal para consentir en lugar de los padres”, indica un memorándum presentado en la demanda.
Aunque se sabe que los menores son drogados en diversos centros de detención, la mayoría de las denuncias provienen de casos ocurridos en el centro de Manvel, Texas. En una de las acusaciones, se indica que personal de este centro tiró al suelo a un niño que se negó a tomar los medicamentos y, por la fuerza, lo obligó a tragar una pastilla. “Me dijeron que si no tomaba el medicamento no podía irme”, recuerda el niño identificado como Julio Z… quien acusa que no sólo se trataba de pastillas: también le aplicaban inyecciones por la fuerza. En sólo dos meses, Julio subió casi 20 kilos. Dato que pone en evidencia los efectos secundarios de la medicación forzada.
¿Pues qué les dan a los niños? Según los documentos judiciales, se ha identificado el suministro de Clonazepam, Duloxetina, Guanfacina, Geodon, Olanzapina, Latuda y Divalproex. Los medicamentos inyectados no fueron identificados.
El centro Shiloh, al que hace referencia el artículo de The Huffington Post, da albergue a niños migrantes y se encarga de que los menores no acompañados estén bajo custodia federal, mientras se busca la mejor manera de dejarlos en libertad. Una de las opciones es buscar un tutor para ellos. Sin embargo, según acusa Lorilei Williams, abogada que trabajó con niños encerrados en Shiloh, el sistema de la ORR para dejar a los niños fuera de centros de detención, tratamiento residencial o instalaciones seguras es a menudo opaco.
Las acusaciones contra estos centros en los que se mantiene a menores no son nuevas. De hecho, en 2011 uno de ellos cerró luego que un niño muriera mientras estaba encerrado en un armario. Pero Shiloh continúa en operaciones, albergando a menores que pertenecen a grupos refugiados, asilados, víctimas de tráfico de humanos, niños extranjeros no acompañados, sobrevivientes de tortura, así como menores cubanos y haitianos que ingresan a los Estados Unidos.