Por: Médicos Sin Fronteras

De África o Haití a México: una ruta invisible por varios países del continente americano en la que migrantes extracontinentales sufren violencia desde hace años, sin perder la esperanza de encontrar un un lugar seguro para vivir

A Reynosa llegan migrantes provenientes de África Central, del Oeste y Haití. Entre enero y marzo de este año, la organización médico-humanitaria Médicos Sin Frontera (MSF) registró al menos 150 personas en el albergue Senda de Vida, donde proporciona servicios integrales de salud primaria y salud mental.

La llegada de estas personas comenzó en febrero de 2020, cuando aumentó el flujo de grupos que, por razones de extrema violencia política, en la que sus vidas corrían peligro, tuvieron que huir de países como Costa de Marfil, Guinea, Camerún, Burundi o Congo. Cruzaron el Atlántico hacia países como Brasil, Chile o Ecuador. De allí, expuestas a mayores riesgos, atravesaron el continente por bus o a pie, hasta la frontera norte, específicamente a la insegura ciudad de Reynosa. Más de un año después, estas personas, solicitantes de asilo, continuaban hacinadas esperando una respuesta sobre su proceso migratorio. Sin embargo, bajo la excusa de la pandemia de COVID-19, los gobiernos de Estados Unidos y México congelaron las solicitudes.

Foto: Sergio Ortiz / MSF

Por desesperación, muchas de estas personas ya han salido de Reynosa, quedando de nuevo a merced del peligro. Buscan otras formar de cruzar para reencontrarse con familiares, estar en un lugar seguro y seguir con sus vidas. Algunas, provenientes de Haití, ya han sido deportadas bajo el Título 42, que consiste en la expulsión exprés de toda persona que haya ingresado al territorio estadounidense de manera irregular, incluyendo a los y las solicitantes de protección internacional.

Jean Pierre*, Claire* y Paul* esperaron una respuesta durante más de un año en Reynosa, pero nunca llegó. Sus historias, contadas a continuación, representan las de cientos de migrantes que aún hoy siguen atrapados y atrapadas en varios puntos fronterizos del continente, como la frontera sur en Honduras, invisibles, expuestos a más violencia, en malas condiciones y sin acceso a la salud.

Jean Pierre, África del Oeste

Jean Pierre se vio obligado a salir de su país natal porque su vida corría peligro. Lo amenazaron por razones políticas, después de tratar de llamar la atención sobre una situación de corrupción que ocurrió durante unas elecciones locales. Llegó directamente a Quito, Ecuador, hasta alcanzar México, caminando y por bus, enfrentando diferentes tipos de violencia en cada uno de los países que tuvo que cruzar. “Saliendo de Colombia nos atacaron hombres armados, se quedaron con todo lo que traíamos hasta nuestra ropa, pero logramos salir de esa situación con vida y llegar a Panamá, donde estuvimos viviendo en tres campamentos. Cinco meses después pude llegar hasta la frontera con Estados Unidos, y llevo más de un año esperando para obtener asilo. Solo quiero sentirme seguro”, cuenta Jean Pierre.

Jean Pierre // Foto: César Delgado/MSF

Este joven se acercó a MSF después de contraer una extraña enfermedad en el albergue Senda de Vida, en Reynosa. Por medio de los servicios médicos y de trabajo social se pudo conectar con especialistas, pero debido a la pandemia sus exámenes no concluyeron. “Ahora solo pienso en mi familia, quiero llegar a un lugar que no ponga en riesgo mi vida para poder traerlos conmigo”, dice Jean.

Claire, Haití

Al salir de Haití, Claire y su familia, llegaron a Chile. Tuvieron que salir de su país natal por protestar contra el gobierno actual. Ella fue directamente amenazada por policías, que la amenazaron con matar a sus hijos si no terminaba con los actos en contra del gobierno, también fue golpeada por policías, que le dejaron graves cicatrices en sus piernas. Como el hostigamiento se incrementó cada vez más, decidió salir con su familia, tan pronto como pudo.

Al llegar a Chile, pensó que lo mejor era atravesar el continente para llegar a Estados Unidos y vivir una vida tranquila. Tuvo que pasar por Perú y Colombia. Caminó kilómetros hasta llegar a Tapachula, en el sur de México.

Claire // Foto: César Delgado/MSF

Cuando llegó a Reynosa se instaló en el albergue donde el personal médico de MSF la revisaba regularmente, desde su llegada en febrero de 2020. “Me detuvieron, me agredieron, y aun así resistí para poder seguir mi camino hasta llegar aquí. En el albergue me siento un poco más segura pero tanto tiempo de espera solo nos hace perder la paciencia porque esto parece eterno”, contó Claire.

Paul, Burundi

En Burundi fue encarcelado sin juicio. Logró huir a Ruanda y de allí a Brasil. Subió por Perú y quedó varado en Panamá. Luego de dos meses, llegó a Nicaragua y subió hasta Tapachula. Esa fue la huida que tuvo que atravesar Paul desde su país natal, después de que militares allanaron su casa y violaran a su hermana. Cuando Paul terminó la universidad, trabajó en oficinas de administración de ONGs y de un hospital. Vivía con su familia y sus dos hijos.

“Yo quiero volver a ver a mi familia y trabajar allá, pero siempre que me comunico a casa me siguen buscando para hacerme daño.Tengo miedo por mí y por mis hijos, por eso quiero pasar legalmente a Estados Unidos”.

Paul // Foto: César Delgado/MSF

Con MSF, Paul ha encontrado apoyo, a lo largo de un año, en el servicio de salud mental. Ante esa larga espera, al igual que él, muchos migrantes desarrollan síntomas de ansiedad, estrés y depresión que se han agudizado con el paso del tiempo. “Quiero volver a tener una vida normal, volver a trabajar. Aquí no me siento en casa”, dijo Paul.

De enero a marzo de 2021, MSF realizó 364 consultas médicas y 83 de salud mental a personas migrantes en Reynosa.

*Los nombres fueron cambiados para preservar la identidad de las personas.

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