Armados con kalashnikov, a caballo y con los rostos cubiertos por pasamontañas, milicias armadas de Chad y Sudán recorren el parque nacional de Bouba N’djida, Camerún. Los cadáveres despedazados de elefantes delatan la ruta que han seguido.
Según las primeras versiones, las milicias cortan la cabeza de los animales, extraen los colmillos y reparten la carne de las bestias entre los habitantes de la zona.
Hasta hace unos días, fuentes oficiales del gobierno de Camerún estimaban el número de elefantes muertos en 50, organizaciones internacionales aventuran que son más de 300, casi la tercera parte del número de paquidermos que habitaban la reserva. Las cifras y la situación exacta de las manadas de elefantes en esta zona remota de Africa son tan inciertas como la incapacidad del gobierno del país de frenar la matanza.
Apenas el martes pasado, el gobierno de Camerún decidió hacer pública su incapacidad para terminar con la matanza al permitir que el Cameroon Tribune publicara un artículo sobre la tragedia. La ONG ecologista WWF ha sido la primera en denunciar internacionalmente la matanza, Según reportes de esta organización se tiene localizados por lo menos 75 cadáveres de elefantes con coordenadas de GPS.
El reaprto de carne entre los pobladores de la zona, ha dificultado las labores de la ONG`s y el gobierno, las milicias se han ganado el apoyo de los pobladores de la zona:
“Nadie puede saber cuántos han caído, porque todo es muy confuso… estos tipos van fuertemente armados y procuramos evitarlos”, ha comentado los representantes de la ONG que han preferido guardar el anonimato por temor a represalias de la milicia.
El año pasado se confiscaron 23 toneladas de colmillos de elefante, algo así como el equivalente a 2.500 paquidermos muertos.
