Hace 29 años apareció un álbum que sería el emblema de la juventud enfurecida en la sociedad plastificada y superficial de los años 80. La banda responsable de ello lleva por nombre Metallica y el trabajo referido es su tercera placa: Master of Puppets.
Para entender a fondo el impacto y legado de Master of Puppets, habría que contextualizarlo. A finales de la década de los 70 había muchos motivos por los cuales estar optimistas en la década que comenzaría. The Damned y los Stiff Little Fingers aún hacían buenos álbumes, el Post-Punk comenzaba a cobrar forma de la mano de Gang Of Four, Talking Heads, Television y PIL, y Motörhead arrancaba su carrera con gran fuerza.
Sin embargo todo ello era una ilusión. Si bien 1980 se podría considerar “el año del Metal” con extraordinarios álbumes por parte de Iron Maiden, Judas Priest, Black Sabbath y Motörhead entre otros, a partir de entonces llegaría una imparable oleada de ritmos bailables, Rock inofensivo de adulto (el llamado AOR = Adult Oriented Rock) y estrellas prefabricadas que sembrarían las primeras semillas del odio que germinarían años más tarde.
Los primeros en reaccionar ante ello fueron los Punks, quienes se dividieron en dos bandos: los que se fueron hacia la vertiente suave del New Wave, y los que se nutrieron de su enojo y mutaron hacia un estilo más rápido y agresivo: el Hardcore.
Otro movimiento importante de este periodo 79-80 fue la llamada New Wave Of British Heavy Metal (NWOBHM), esta nueva ola de Metal británico encabezada por Iron Maiden, Diamond Head, Budgie, Angel Witch, Tygers of Pan Tang, Satan, Blitzkrieg, Sweet Savage, Venom, Witchfinder General y Saxon entre otros, gozaban de buena reputación en su natal Inglaterra hasta que un jovencito de Dinamarca trajo su música a este lado del mundo, y la propagó específicamente en California, ese hombre es Lars Ulrich.
Avecindado en Los Angeles, Lars combinó en su mente las proezas musicales de las bandas de la NWOBHM con la agresividad del Hardcore y mucho de Motörhead para configurar su propia banda a la que bautizaría como Metallica en Octubre de 1981. De paso se encargó de contagiar con este nuevo virus mutante a sus compañeros de banda: James Hetfield, Ron McGovney y Dave Mustaine.
Un nuevo género estaba emergiendo: el Thrash Metal. Sin embargo Los Ángeles estaba siendo invadida por otro tipo de fauna, más estilizada y que tenía algunos lazos con el mundo del Pop musical y visualmente: el Glam Metal. La salida de McGovney y la llegada de su reemplazo Cliff Burton fue un movimiento clave para el grupo, pues el bajista no sólo llegó a aportar nuevos lineamientos musicales, sino que su permanencia estaba condicionada a que la banda tuviera que mudarse a la otrora capital hippie: San Francisco, en donde parecía confluir toda la gente que pensaba como ellos. Trauma, The Legacy, Possessed y Exodus eran algunas de las bandas que también comenzaron a darle forma a este nuevo modo de hacer Heavy Metal. Si bien las letras del Hardcore estaban reservadas para temas sociales y de lucha de clases, el Thrash Metal también tocaba temas sobre religión, agresión, guerras y algunas fantasías, además que tuvo en su mira a un nuevo enemigo: la religión, ahora propagada por toda Norteamérica gracias a la moda de los “televangelistas” que predicaban mediante la caja idiota en todos los hogares gringos.
La frustración del público y los músicos en este panorama social y musical, sirvió de combustible para aumentar la velocidad de la música y los niveles de agresión. Para entonces Dave Mustaine, había sido despedido de Metallica y su propia lucha interna y sed de venganza contra sus ex-compañeros lo hizo crear un nuevo prodigio del Thrash: Megadeth. Mientras Kirk Hammett dejaba las filas de Exodus para integrarse a Metallica, nuevos adeptos comenzaban a emerger en distintas latitudes: en Nueva Jersey estaba Overkill, en Nueva York operaba Anthrax, en el área de Huntington Park se gestó Slayer, cruzando el Atlántico, en Alemania nacían Destruction y Sodom, en Canadá hacían lo propio Voivod, Sacrifice y Exciter. Motörhead, Raven y Anvil, veteranos relacionados de alguna forma con el género, comenzaron a tener más presencia en la nueva escena.
Así, subsistiendo en el subterráneo musical, estas bandas pronto comenzaron a crear una gran legión de seguidores alrededor del mundo, mismas que apoyadas únicamente por la radio colegial pronto comenzaron a sacudir al ámbito musical con una fuerza que ya no podía ser ignorada, al grado tal que la transnacional Elektra Records lanzó el segundo álbum de Metallica, Ride The Lightning.
1985 fue el año en el que un nuevo enemigo emergió con gran fuerza. Un grupo de esposas de congresistas norteamericanos, encabezado por Tipper Gore (esposa del señor Al Gore congresista y años después vicepresidente de Estados Unidos) escandalizadas ante las hordas de adolescentes descarriados que escuchaban a estas bandas atentando contra los valores familiares y la religión, decidieron crear el PMRC (Parents Music Resource Center). Este organismo pretendía ser una especia de guía para padres sobre lo que sus hijos no deberían escuchar, para ello, basados en criterios arbitrarios, enlistaron una serie de álbumes y canciones inapropiadas para la juventud divis tesoro que debían ser sepultadas a toda costa.
Sin embargo la medida tenía otras intenciones: censurar todo lo que éstas damas del orden consideraban ofensivo además de sacar del mercado este tipo de música que comenzaba a minar las ventas de la música de corte más familiar, inofensiva y moralmente aceptable propagada desde MTV y distribuída en cadenas comerciales como Wal-Mart, Sears, JC Penny y demás.
Fastidiados de la censura, Frank Zappa, John Denver y Dee Snider, integrante de Twisted Sister, le dieron una buena vapuleada al PMRC durante una audiencia en el Senado, aunque no lograron acabar con él. La radio y televisión no parecían ofrecer esperanza alguna, todo pintaba para seguir igual.
Sin embargo el 3 de Marzo de 1986 sería el comienzo de una nueva etapa de la mano de Metallica. El grupo ya traía mucho vuelo acumulado con sus dos primeros álbumes, por lo que las expectativas por su nueva placa era muy alta. Afortunadamente el contenido del disco estuvo a la altura de las mismas. Aunque en Ride the Lighting temas como “Escape”, “The Call of Ktulu” y “Fade to Black” parecían “suavizar” un poco las asperezas, con Master of Puppets no hubo lugar para tales sutilezas.
Master of Puppets es un disco mucho más oscuro, más pesado y técnicamente mucho más avanzado, en gran parte gracias la producción de Flemming Rasmussen y a las aportaciones de Cliff Burton, no sólo en el terreno de la ejecución, sino en la “educación” de sus compañeros de banda, sometiéndolos a extensas sesiones de los más diversos tipos de música, mismos que de alguna forma se ven reflejados a lo largo de los ocho tracks del álbum.
“Battery”, “Disposable Heroes” y “Damage Inc.” mantienen el vínculo con el Thrash Metal que crearon desde su primera placa. Sin embargo el track que da nombre al disco es una cosa aparte: una canción multimodal, con complejos cambios de ritmo y un extenso intermedio melódico de guitarras gemelas. “Leper Messiah” tiene algunas de estas características variando la parte media con un aumento de velocidad. “Orion” la obra cumbre de Cliff Burton es el equivalente metalero de la psicodelia sesentera con un distorsionado viaje interestelar. “The Thing That Should Not Be” luce una afinación modificada, más grave para enmarcar la historia Lovecraftiana de la letra. “Welcome Home (Sanitarium)” no es una balada de depresión juvenil como “Fade To Black”, es un canto de desolación del individuo atrapado en una institución mental y su violenta fuga posterior. Las letras de James Hetfield (y su aún poderosa voz) desatan toda suerte de injurias, señalamientos e historias oscuras contra la religión, el infierno de las drogas, la guerra (militar e interna) y la industria discográfica.
Esta pieza fundamental de la historia del Metal fue ignorada olímpicamente por los medios masivos. Sin embargo, con el apoyo de la radio colegial y la legión de seguidores que habían conseguido, las ventas del álbum se catapultaron a niveles exhorbitantes, tanto que el ojo del gran público y la industria musical no pudo hacerse más de la vista gorda. Metallica derribó barreras y prejuicios de que una banda subterránea podía ser exitosa sin perder su integridad.
Master Of Puppets es un disco puro, nada en él está prefabricado para ser exitoso, es simplemente la expresión de millones de jóvenes que estuvieron conectados por el poder de la música y las letras de una banda que entonces representaba el hartazgo, la furia y la honestidad brutal para decir las cosas sin censura ni pretenciones. Este disco logró dar una herida mortal al Glam Metal y el Pop prefabricado, vertientes que el Grunge se encargaría de aniquilar en los 90 y de paso devolvió al Metal a su caverna subterránea (con excepción de Metallica y Pantera).
Al pasar el tiempo perderían trágicamente a Burton, pero la bola de nieve había comenzado a rodar, poco a poco fueron dejando atrás a la vieja guardia. Raven y Ozzy Osbourne pasaron serias dificultades llevándolos de abridores pues en la mayoría de las ocasiones se robaron el show. Lo mismo durante su presentación en el festival Monsters Of Rock en 1988, al lado de veteranos como Dokken, Scorpions y Van Halen, el público se quedó con Metallica, cambiaron sus vidas y lo demás fue simple música de fondo.
…And Justice For All fue un digno heredero de este álbum, aunque el exceso de piruetas musicales fue demasiado para muchos, Metallica y Load marcarían el comienzo de etapas muy diferentes en la historia de la banda. Los tres álbumes tienen buenos momentos pero ninguno de ellos logra la cohesión perfecta (incluso en el orden de las canciones) que tiene Master of Puppets.
Escúchenlo en todo su furioso y oscuro esplendor.