El COVID-19, no solo ha puesto en peligro a la humanidad, indirectamente, los animales que viven en cautiverio se han visto seriamente afectados. Sobre todo en Tailandia, donde durante siglos los paquidermos han sido proclamados como símbolo nacional, pero ahora que los aeropuertos permanecen cerrados, la falta de turistas ha puesto en jaque a miles de cuidadores, que apenas si tienen para comer ellos y ahora, buscan la forma de alimentar a los más de cuatro mil elefantes hambrientos que hay en el país.
Al día de hoy, las leyes para proteger y preservar a los elefantes, siguen siendo las mismas que en el año 1939, aún hay personas que los utilizan como herramienta de trabajo para tala clandestina, pero la gran mayoría de paquidermos, se han convertido en las principales estrellas de zoológicos, parques y santuarios del país asiático, que sirven como gancho para atraer a millones de turistas que gozan verlos en dos patas.
Con el turismo detenido por la pandemia mundial por COVID-19, los pobres elefantes no solamente tienen que lidiar con la explotación, sino también tienen que vivir o sobrevivir hambrientos y desnutridos. Actualmente, se reportan más de mil elefantes que padecen de hambre. De tal manera que en caso de que sus cuidadores no encuentren la fuente de ingresos para alimentarlos, su muerte será inevitable.
Lek Chailert, fundador de la Fundación ‘Elephant Nature Park, escribió en un pst de Facebook que “Si no hay apoyo para mantenerlos a salvo, estos elefantes, algunos de los cuales están embarazadas, morirán de hambre o serán expulsados a las calles. Es una perspectiva muy sombría a menos que se reciba ayuda financiera de inmediato”. Mientras que los activistas, argumentan que lo mejor sería liberarlos a su hábitat, pero tampoco quedan ya los suficientes bosques para hacerlo.
Lo peor, es que el futuro es desolador para ambas partes. La asociación World Animal Protection (WAP), señala que al menos 85 campamentos en el norte de Tailandia han tenido que despedir personal y cerrar sus puertas. Aquellos que no lo han hecho, están luchando para mantener a sus elefantes alimentados y atendidos, recurriendo a la recolección de malezas y forraje para que los animales coman, pero también tienen que alimentar a sus familias.
Pero, estamos de acuerdo que a un elefante no le bastará un puño de cacahuates. Cada uno de los paquidermos, suelen alimentarse de 200 a 400 kilogramos de pasto, ramas de árboles, otro tipo de follaje y frutas diariamente, lo que en una semana puede llegar a convertirse en más de 118 dólares por cabeza, más aparte los gastos veterinarios.
Kerri McCrae, dijo a la BBC que los elefantes generalmente balancean sus colas o agitan sus orejas o incluso se dan baños de polvo para mantenerse frescos. Pero, se deprimen cuando tienen hambre. Añadiendo que “En el peor de los casos es que los propietarios tendrán que elegir entre ellos y sus elefantes. La gente aquí no tiene mucho, pero están haciendo lo necesario para mantener vivos a los elefantes por ahora”.
Mientras que por su parte, Chailert, advierte que no todo está perdido. Argumentando que “Durante esta crisis de Covid, el que tiene el problema financiero es el dueño del elefante, porque conservan el deber de su elefante para cuidarlos y alimentarlos en un momento sin ingresos. Durante el último mes hemos ayudado a encontrar habitación y comida para más de veinte elefantes que se les exigía mudarse de su lugar de empleo”. Pero, aún faltan 8 elefantes de colocar.
Esta historia sí es más triste que Dumbo y Bambi juntas, pero todos podemos ayudar. Elephant Nature Park ha puesto en marcha un programa de donaciones a través de su página web, sin embargo, no es la única fundación que está en marcha. Además, el Fondo Mundial para la Naturaleza, (WWF) en sus siglas en inglés, tiene diferentes programas de apoyo para ayudar directamente a estos tiernos animalitos.