A quienes enarbolan su preferencia por los tacos sobre la artificial fast food proveniente del imperialismo yanqui sentimos decepcionarlos. De acuerdo un estudio encabezado por Elena Álvarez-Buylla Roces, investigadora del Instituto de Ecología (IE) y del Centro de Ciencias de la Complejidad (C3) de la UNAM, más del 90% de la tortilla que se consume en el país contiene secuencias transgénicas en el maíz con el que es elaborada. Lo mismo sucede con 82% de las tostadas, harinas, cereales y botanas elaboradas a partir del ancestral grano.
Además de tumbarnos la idea de que las garnachas son más naturalitas que una hamburguesa, la académica puso énfasis en un hecho legal: ¿de dónde sale tanto maíz transgénico? Si supuestamente ese tipo de maíz “no está permitido en México a campo abierto, pues está en proceso una demanda colectiva que lo impide desde 2013, año en que se aplicó una medida precautoria que prohibía su siembra mientras duraba el proceso legal”.
“Ahh, pues que igual y el estudio lo hicieron con pura tortilla de supermercado, ¿así cómo no?” Otra vez la investigadora nos calla la boca con este dato: las muestras con las que realizaron el estudio publicado en la revista Agroecology and Sustainable Food Systems fueron adquiridas tanto en tiendas de autoservicio, como en la tortillería de la esquina. Es más, hasta con la doña que hace sus tortillas a manotazo limpio, las cuales salieron un poco mejor libradas. “Los compararon con las tortillas aparentemente más artesanales, que son de maíz nativo y hechas por personas ligadas al campo. Estas últimas fueron positivas para transgenes con una frecuencia mucho menor, y no presentaron glifosato, que es el herbicida probablemente cancerígeno”.
De acuerdo con Álvarez-Buylla, si bien es cierto que desde hace tiempo nuestro país importa maíz proveniente de Estados Unidos (cuna de lo transgénico), éste no debería ser utilizado para consumo humano. El grano que se trae de Gringolandia es tolerante al glifosato, herbicida que se consigue penetrar en las planas y llegar a los granos. ¿Entonces para qué utilizar tanto maíz importando (10 millones al año)? Sólo como alimento de ganado y, cuando mucho, como insumo para alimentos altamente procesados… Pues al fin y al cabo, quienes se alimentan con churritos radioactivos ya saben a lo que le tiran, pero no los que se echan sólo su tortillita con sal, suponiendo que es más naturalito. “No pensábamos encontrarlo en nuestras tortillas y otros alimentos hechos con maíz”.