En las últimas semanas, Europa se ha hundido en una crisis migratoria de la cual no se ve una salida pronta. Cientos de miles de refugiados de Medio Oriente, principalmente de Siria e Irak, han atravesado el Mar Mediterráneo y las fronteras, huyendo de la incesante guerra en la que viven. Si bien todas estas personas están ‘migrando’ de un país a otro, en casos tan extremos como éste, no es una migración por placer, es una necesidad de sobrevivencia, estas personas son ‘refugiadas’ de guerra.
En los primeros 7 meses del año, los 28 países de la Unión Europea, que son de los más ricos del mundo, han recibido 338.000 refugiados, pero la cantidad de gente que pretende entrar sigue aumentando y las autoridades europeas no se han puesto de acuerdo en su postura ante la grave situación.
Hungría es uno de los países que ha negado su ayuda; la policía ha cerrado la estación de trenes de Budapest dejando a miles de sirios, que pretendían llegar a Alemania, varados en las calles.
La situación se está volviendo caótica en el país del este, donde la mayoría de los refugiados no hablan otro idioma más que el suyo y las condiciones en las que están viviendo son bastante precarias ya que se encuentran en las calles, con poca comida y facilidades.
Hoy en la mañana, pareció por unos momentos que la situación iba a mejorar cuando la policía abandonó la estación de trenes y los refugiados se abalanzaron contra el primer tren que iba a salir, algunos incluso aventaban a sus hijos por las ventanas para que pudieran partir. Pero sólo un tren logró salir de Budapest, y paró al poco tiempo en una ciudad cercana donde bajaron a todos los pasajeros.
Esta crisis humanitaria en Europa es una situación extraordinaria que no se veía desde la Segunda Guerra Mundial y por lo cual se deberían estar tomando medidas igual de extraordinarias para asistir a todas estas personas. Pero ante la inactividad de los gobiernos, pareciera que el pueblo es el más dispuesto a cooperar y solidarizarse, borrando un poco la imagen xenófoba que se empieza a generar de Europa.
En Alemania la gente apoya a la canciller Angela Merkel en su decisión de abrir las fronteras para recibir a los refugiados, que se calcula, a final de este año podrían sumar 800 mil. Incluso hay un portal estilo Airbnb (página de renta de casas) donde los alemanes se han inscrito voluntariamente para recibir a refugiados en sus casas. Así mismo, equipos como el Bayern Munich y Borussia Dortmund han abierto fondos específicos de recaudación para ayudar a los refugiados en este país y, en varios estadios de la Bundesliga, ha habido pancartas con las palabras ‘Welcome Refugees’ (‘Bienvenidos, refugiados’).
También en Inglaterra, por más que el gobierno ha declarado que no recibirá a más de 1000 refugiados, los ciudadanos organizados, junto con algunas instituciones, están creado un programa para recibir a más refugiados, donde hasta el momento 2500 voluntarios se han inscrito para ayudar.
Islandia no se queda atrás; más de 11 mil personas han abierto los brazos a recibir a migrantes para compartirles un poco de lo que varios estudios afirman es “la mejor calidad de vida del mundo”.
Annette Groth de la Comisión Migración del Consejo de Europa, opinó sobre la forma en la que las autoridades están respondiendo:
Es absolutamente contraria a las medidas humanitarias internacionales y contra el protocolo de Ginebra; la gente que huye del terrorismo y la guerra tiene derecho a ser protegida.
El día de ayer una impactante foto se hizo viral y conmovió al mundo. Se trata del cuerpo sin vida de un niño que trataba de huir de la guerra siria y acabó en las orillas del mar de Turquía. Esta imagen se ha vuelto la bandera de las tragedias que están sucediendo en Europa y que no parecen tener un efecto tan inmediato como deberían en las políticas correspondientes.
El conflicto en Medio Oriente no es nuevo, lleva mucho tiempo intensificándose uno de los crímenes más graves contra la humanidad en nuestra época, mientras el mundo es testigo sin hacer nada. Hasta este momento, donde una crisis migratoria es desatada, las políticas europeas no parecían atender los intereses de los pueblos que sufrían de una violenta guerra y de una violación recurrente de sus derechos. Tal vez el problema, más allá de estar en las fronteras y las visas, de fondo está en la coyuntura que ha llevado a tantas personas a abandonar su hogar.
Por: Valentina Winocur