Hoy se cumplen 100 años de que nació la Doña, y aunque el periódico Reforma nos quiera deprimir con la noticia de que probablemente no sea así (el pintor Antoine Tzapoff, su última pareja, dijo que vio en su pasaporte que había nacido en 1920) a nosotros nos gustaría creer que sí, y utilizaremos este día para recordar un poco a María Felix, esa figura que ganó tantos odios y crítica, pero que también fascinó e inspiró a tantos genios del siglo pasado.
Octavio Paz alguna vez dijo que María Félix había nacido dos veces (y no, no nos referimos a la confusión sobre su año de nacimiento):
«María Félix nació dos veces: sus padres la engendraron y ella, después, se inventó a sí misma… la gran creación de María Félix es ella misma»
Nosotros no queremos contar la vida de María Félix, su infancia en Sonora, su enamoramiento incestuoso (con su hermano Pablo), el robo de su hijo por su primer marido (ella le dijo que algún día sería más influyente que él y se lo quitaría, cosa que le cumplió), su descubrimiento casual por el director Fernando Palacios, mientras ella veía escaparates en el Centro Histórico de la Ciudad de México, o su salto a la fama después de filmar El peñón de las ánimas y cómo se ganó su mote gracias a su participación en Doña Bárbara (y se ganaría esta imagen de ser un hueso muy duro de roer).
Félix no era solo una mujer, o una actriz, Félix era una figura, un símbolo, ella inspiraba odios, miedo, y deleitaba con su belleza y su personalidad a cualquiera que se le atravesará en su camino.
«Ayer te vi rodeada por la tarde, ibas como un cuchillo desafiando el aire…»
Así le escribiría Pita Amor, la onceava musa y «dueña de la tinta Americana», quien, al tiempo que quedaba intrigada por la Doña, se paraba a su lado y le decía al mundo: ¿verdad que soy más bonita? (cosa que no creemos que le haya caído muy bien a la Doña).
Félix se movió en un momento en el que México era un refugió para los perseguidos políticos, y en el que la capital se había convertido en uno de los centros culturales más importantes del mundo.
Los intelectuales mexicanos se codeaban con las grandes figuras mundiales, Diego Rivera y Frida Kahlo recibían a León Trotsky y André Breton, Luis Buñuel ya grababa en México y Tina Modotti lo fotografiaba.
Del lado del cine mexicano, Emilio, el Indio, Fernández, sería el astro que llevaría a todas partes las producciones nacionales. Cuentan que tenía un carácter terrible, y que la única que podía aguantarlo era, precisamente, la Doña.
Aquí la podemos ver con Pedro Armendáriz, dándole una buena sangoloteada:
En fin, nombres y nombres, en uno de los periodos más gloriosos para la cultura mexicana que daría como fruto: poetas (Salvador Novo, Pellicer, Sabines), escritores (Fuentes, Rulfo, Paz), filósofos (Caso, Ramos, Vasconcelos, Graciela Hierro, Leopoldo Zea), fotógrafos (Nacho López, Elsa Medina, Manuel Álvarez Bravo), actrices y actores (Dolores del Río, Jorge Negrete, Pedro Armendáriz), compositores (Consuelo Velázquez, Silvestre Revueltas, Agustin Lara), pintores (Doctor Atl, Orozco, María Izquierdo), arquitectos (Luis Barragán, O’Gorman), etcétera… Y todos conocían a la Doña.
Pintores de la talla de José Clemente Orozco y Diego Rivera retrataron a esta mujer, así como Leonor Fini o las deliciosas surrealistas, Leonora Carrington y Remedios Varo.
En alguna ocasión, La Doña le dijo a Rivera:
«¡Ateo!»
A lo que respondió el pintor:
«¡Ya no, pues estoy viendo a una diosa!»
Escritores le dedicaron ríos de tinta. Entre ellos, figuran Renato Leduc, Xavier Villaurrutia, Salvador Novo, Pita Amor, Carlos Fuentes, Carlos Monsivais y el nobel Octavio Paz.
Además, varios compositores le dedicarían canciones, tal fue el caso de Cuco Sánchez, José Alfredo Jiménez, Juan Gabriel y uno de sus amores queridos, el Flaco de Oro, Agustín Lara, quien compondría María Bonita que sería tocada en cada restaurante y lugar al que fuera Félix (lo que con seguridad hartó su intolerante carácter).
Dolores del Río triunfó en Hollywood y se volvió una diva a lado de figuras como las de Greta Garbo o Marlene Dietrich. Mientras, Félix tendría presencia en Europa, filmando películas italianas, francesas y españolas. Sería tan popular, que el mismo diseñador Christian Dior le haría ropa especialmente a ella y Cartier le crearía las afamadas joyas que tanto la caracterizaron (la llegaron a vestir también Jean Desses, Coco Chanel, Givenchy, Yves Saint Lauren, Balenciaga, entre muchas otras casas diseñadoras, la propia Cámara Nacional de la Moda Italiana, junto a la Federación Francesa de la Costura la nombró, en 1984, una de las mujeres mejor vestidas del mundo).
Félix era una mujer de mundo, siempre rodeada de intelectuales. Alguna vez María Félix expresaría al respecto:
«Yo siempre envidié, y mira que yo nunca envidié nada, pues tuve el dinero que quise y el amor de los hombres que quise también… siempre envidié a la gente culta e inteligente, yo conocí muchísima y siempre quise tener ese brillo en el entendimiento, esa vivacidad al hablar»
Alguna vez dijo que cuando logró ser actriz, lo primero que pensó fue en estudiar. No quería ser tonta, pues la imagen que daría no sería solo física (si así pensara la gente en el medio del espectáculo, la vida sería tan distinta).
Pero Félix también sentía admiración por otras mujeres:
«Conocí a una [mujer] que a mí me pareció que era diva, esa sí, que se llamó María Callas… María Callas tenía eso que una diva debe tener, la fascinación»
Los personajes de Félix eran mujeres a las que el pueblo mexicano no estaba acostumbrado a observar: mujeres fuertes, aguerridas, luchadoras, con el don de mando (prácticamente eran una combinación de la Femme Fatale y un macho mexicano). Ella misma lo dijo alguna vez:
«De algún modo seduje a la gente, incluso a la que reprobaba la conducta de mis personajes. Empezaba a forjarse mi leyenda sin que yo moviera un dedo. La imaginación del público hizo todo por mí».
Claro que ella ayudó, era la única mujer que podía retar a un presidente en los tiempos terribles del PRI (quizá no tan lejanos). Una vez, el presidente De la Madrid (ese que no nos ayudó cuando se cayó la ciudad en el sismo del 85) fue a ver a la Doña para que le firmara uno de sus libros. Ella volteó a ver al presidente y le dijo:
«¿Cuál es su nombre?»
La boda del siglo
El actor Jorge Negrete la odió cuando trabajaron juntos por primera vez, pero con el paso del tiempo el odio fue convirtiéndose en un amor que culminó en La boda del siglo.
Fue en 1952, en la primer boda televisada del país, se casaron el Charro Cantor, Jorge Negrete, y La Doña, Maria Félix. La Boda se realizó en Tlalpan, en la hacienda de la actriz.
Todo el mundo importante en la época fue invitado. ¿Imaginan la mesa para servirse los aperitivos?
«Oiga, don Nalgador Sovo, digo…Salvador Novo, páseme la sal»
«¿Alguien sabe a dónde fueron Frida Kahlo y Chavela Vargas?»
Las frases de una diva
Así se inventó Félix (y por eso era una chingona):
«La belleza te lo da todo, pero no es todo».
«A mí nadie me impresiona con el precio, pero sí con los resultados».
«A una actriz no se la investiga, se la inventa».
«Solo he sido una mujer con corazón de hombre».
«No me gusta que me ayuden, puedo equivocarme sola».
«Los diamantes no son la felicidad, ¡ah!, pero cómo calman los nervios».
Una vez un reportero le preguntó si era lesbiana, ella contestó:
«Si todos los hombres fueran como usted, tendría que serlo».
«La mejor manera de amar a alguien es aceptarlo como es, eso es lo que yo hago con Antoine. No es fácil pero sólo amar a los pendejos es fácil».
«Yo fui la primera que dijo que el TLC no nos serviría, sino para ponernos encima la bota de los gringos. Ahora los mexicanos sólo servimos para vender tacos y fritangas en las esquinas de nuestra bella ciudad».
«Yo nunca he criticado a las lesbianas ni a los gays. Lo que hacen las gentes de la cintura para abajo son sus historias, no las mías».
Cuando Negrete la odiaba, le preguntó con quién se había acostado para lograr su papel en El peñon de las ánimas. La Doña le respondió:
«Usted tiene más tiempo en este negocio; así que debe saber con quién… ».
Una vez Paco Malgesto le preguntó que si se creía la «divina garza», a lo que ella respondió:
«Yo no me creo la divina garza… ¡Yo soy la divina garza!».
«Me parece un poco difícil hablar de mí, el hablar de mí es muy severo, porque soy mucho mejor de lo que parezco».
Y una frase matadora a la hora de cortar:
«Yo seré para ti una mujer más en tu vida, pero tú será un hombre menos en la mía».