La marcha #VibraMéxico fue cuestionada casi casi desde que lanzó su convocatoria. Desde el inicio el movimiento se autodenominó como “apartidista, pacífico y respetuoso” y con la finalidad de protestar en contra de las políticas del presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Otras voces llamaron a enarbolar sentimientos nacionalistas, a lo que algunos han llamado unidad nacional, y a respaldar la administración del presidente Enrique Peña Nieto.

Este domingo 12 de febrero miles de personas se dieron cita en diversas plazas alrededor de la República Mexicana, aunque las únicas certezas en las distintas congregaciones fueron la incertidumbre e, irónicamente, la división.

El periódico Reforma indica que las movilizaciones más nutridas tuvieron cabida en la Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey, mientras que en ciudades como Puebla, Morelia, León o Irapuato la afluencia fue pírrica. En la capital se calcula una asistencia de entre 5 mil y 10 mil manifestantes (20 mil de acuerdo con las cifras de #VibraMéxico): los que partieron del Auditorio Nacional, los que comenzaron su recorrido en el Hemiciclo a Juárez y, finalmente, se reunieron en el Ángel de la Independencia.

En la CDMX participaron personajes como Enrique Graue, rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, la doctora María Amparo Casar, directora de Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, María Elena Morera, una de las principales organizadoras de #VibraMéxico, la escritora Ángeles Mastretta y el historiador Enrique Krauze. La otra marcha, la de #Mexicanos Unidos, tuvo como su estandarte a Isabel Miranda de Wallace, directora de la organización “Alto al secuestro” (quien fue confrontada por algunos ciudadanos y tuvo que retirarse del evento).

Sobre la unidad nacional y #VibraMéxico

Aunque la intención original de #VibraMéxico era hacer un llamado a la unidad nacional y expresar repudio contra las determinaciones del presidente Trump, la división fue la tónica del recorrido. En la marcha fue visible la polarización de la sociedad mexicana y sus motivos para protestar: “una confrontación entre los ‘venimos de blanco, contra Trump’ y los ‘marchamos contra Peña y el gasolinazo'”.

Arturo Cano, periodista de La Jornada, sintetizó el contraste y la división entre los manifestantes como: “La pobreza de la movilización se prestó, claro, a múltiples conclusiones. Dos posibles: las élites no tienen capacidad de convocatoria, o bien en México hay muchos cobardes que sólo marchan contra el gasolinazo.

México no vibró“, sentencia el periodista y escritor Héctor Aguilar Camín, otro de los intelectuales que promovieron la manifestación. De acuerdo con el también historiador, en la marcha de ayer, 12 de febrero, cada quien marchó por lo que quiso. Entre la disyuntiva de protestar contra las políticas de Trump, la fallida administración del presidente Peña Nieto, ambas o ninguna, el objetivo inicial de repudiar pública y masivamente las decisiones y el proceder del presidente de Estados Unidos se diluyó.

“Una marcha sólo contra Trump parecía, por descarte, una marcha a favor de Peña. Una marcha sólo contra Peña, olvidaba el problema de Trump”, dice Aguilar Camín.

Cartón de Monero Hernández

El periodista Carlos Puig asevera, en el mismo sentido, que el ejercicio #VibraMéxico evidenció la fractura que existe entre los distintos sectores de la sociedad mexicana. El columnista de Milenio diario repasó los episodios de encono que alimentaron las redes sociales en los días anteriores a la marcha: descalificaciones entre los que nunca marchan y ahora lo hicieron contra los que siempre lo hacen y ahora decidieron apartarse de la convocatoria.

En la rebatinga, entre los argumentos de uno y otro bando, Puig considera que el “testimonio original se diluye” mientras en Estados Unidos ya iniciaron las redadas contra nuestros connacionales. “No es nuevo, el status quo se aprovecha de la diversidad, pilar para la construcción de cualquier futuro mejor, para hacerla fracturas”.

“México es un país tan dividido, que ni siquiera Donald Trump, el enemigo común, logra generar unidad”, dice el periodista Raymundo Riva Palacio en su más reciente colaboración para El Financiero. Los intereses personales se sobrepusieron al “objetivo común”. Las trompicadas marchas del domingo, #VibraMéxico y #MexicanosUnidos, además de los acalorados debates en uno y otro sentido en las redes sociales dieron muestra de lo dividido que se encuentra el país, asegura Riva Palacio.

“Hay un ruido ensordecedor en la arena pública mexicana, que no se traduce en acción colectiva. Ciertamente, Donald Trump tiene en México un lechón con su manzana en el hocico, listo para comerse”, sentencia el periodista.

El ensayista y académico Jesús Silva-Herzog critica el concepto de unidad nacional que ha sido repetido hasta la saciedad durante las últimas semanas. “Se equivocan quienes piensan que la unidad fortalece”, señala Silva-Herzog, para seguir: “Hablar como si fuéramos uno nos debilitaría. Sería, por supuesto, una falsificación”. De acuerdo con el columnista del diario Reforma, la diversidad y nuestras diferencias no nos hacen vulnerables como país —como algunos de los promotores de #VibraMéxico sugirieron— sino que la debilidad frente a Trump viene recetada por nuestros fracasos.

“El anhelo mismo de la unidad es un agravio. Es la aceptación de que muchos han de callar sus exigencias para rendir honores a la abstracción nacional”, afirma el académico, quien además asegura que es imposible dejar de lado las discrepancias, diferencias y agravios en pos de la unidad nacional. El problema, asegura Silva-Herzog, no es la desunión o la disparidad de ideas, sino el colaboracionismo de la administración del presidente Peña Nieto con el equipo de Trump, “la indignidad de nuestras instituciones representativas”, que no existan sindicatos autónomos e independientes o el irrisorio actuar de los partidos de oposición.

“El problema no es la desunión. El problema es la politiquería”, remata el columnista.

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